A principios de diciembre, Las Grutas también es un lugar fantástico para visitar
En la primera quincena de diciembre, se empieza a perfilar el verano en Las Grutas. Mar cálido, sol que ya pica, entorno atractivo y precios accesibles.
Los primeros días de diciembre son un período poco aprovechado por quienes tienen en Las Grutas su lugar preferido para vacacionar. El mar ya tiene una temperatura agradable, el sol se deja sentir con fuerza, invitando a darse un chapuzón, y los precios en comercios y locales gastronómicos todavía no dan el salto frecuente de las fiestas, enero y febrero.
Dicen que las huellas inconfundibles del Paraíso se repartieron después de Adán por donde Dios lo quiso. Y dicen sus admiradores más entusiastas que es Las Grutas uno de esos lugares, por su cálido océano, sus playas claras y por ese aire suyo a medias pueblerino, a medias de ciudad en crecimiento que lo sigue caracterizando y le queda tan bien.
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Entre el mar duro de la meseta y el generoso mar argentino, la ciudad balnearia por excelencia de la Patagonia mantiene todo el año sus encantos. Y son muchos los turistas que en el otoño de la Semana Santa y en el invierno de los fríos australes eligen su amplia variedad de alojamientos para pasar unos días de tranquilidad y deleite, en un entorno distinto, marítimo y especial, con calles vacías, nostalgias del verano y propuestas culinarias para todos los gustos.
El fin de semana del 6 y 7 de diciembre marcó el inicio oficial de la temporada veraniega en Las Grutas. Un guardavidas contó que, para ese momento, la temperatura del mar ya había alcanzado unos valores agradables para quienes aman bañarse en sus playas, con no menos de 23 grados centígrados. Temperatura ideal, sobre todo, para los días de aguas calmas, aguas planchadas y casi sin olas.
Con algo de viento y mar dudoso, la de un oleaje que permite, sin embargo, meterse y disfrutar, el agua podrá sentirse más fresca, pero nunca como para desalentar el esparcimiento y la recreación. Siempre con los cuidados del caso, porque el inmenso océano impone su respeto y la atención debe ser constante en los niños y en los veteranos a los que el paso del tiempo ha marcado con su rigor acostumbrado.
En la tierra, la semana que pasó registró temperaturas incluso algo superiores a los 30 grados, marcadamente en las jornadas de cielo despejado o casi despejado, en las que el sol picaba ardiente. Para andar en cueros solo con la malla puesta, se imponían el imprescindible bronceador o el bloqueador solar con factores de protección de la piel elevados. Se sabe, los rayos ultravioletas no perdonan y la incomodidad o, peor aún, un quemado excesivo de la piel, pueden ser su resultado.
Las Grutas, ideal para un descanso
En las jornadas menos amables, los nubarrones más densos e, incluso, una ínfima garúa, casi un chispeo indolente, hicieron bajar la columna del termómetro, pero ni aun así como para disuadir a la gente que encuentra en la playa, y en el medio ambiente entero de Las Grutas, natural y humanizado, el sitio ideal para algunas jornadas de descanso y desconexión.
Pues bien, en ese contexto de jornadas mejores y menos mejores, una cantidad bastante amplia de gente, no la que se alcanza en el corazón de la temporada por su puesto, se arrimó al balneario, en busca de pasarlo bien, de pasarla lindo. Y seguramente, lo consiguió.
Familias integradas por varios hijos, parejas de novios jóvenes, parejas de amor longevas, solitarios empedernidos y buscadores de felicidad, de oro y de coloridas piedras marinas que dispersa la marea se pasearon y disfrutaron a sus anchas de lo que solo el gran balneario patagónico puede dar.
El aliciente de los precios
Y el punto es que, además del buen clima general y de la tranquilidad propia de la altura del año, estos primeros días de diciembre suelen estar acompañados de un aliciente más, quizás, el aliciente más buscado en muchas temporadas, principalmente, en las temporadas de los tiempos sociales complicados: los precios bajos.
No en todo, claro está, pero en este comienzo incipiente de la temporada, en esta suerte de precalentamiento de la temporada, en comercios y servicios se han podido encontrar precios muy convenientes, en especial, para los gasoleros. Para los que deben contar bien y cuidar el mango. Cada peso.
Así, turistas y viajeros han podido acceder a pasajes para ir y para volver de Las Grutas a valores promocionales. Por ejemplo, pasajes de Cipolletti a Las Grutas a 24.000 pesos o de Las Grutas a Cipolletti a $21.0000. Se trata, por lo general, de buenos colectivos, que paran en todos lados, transportando a la gente. Los viajes se tornan así muy cortados, pero, por los montos que se pagan, mejor no hablar y sí agradecer.
Baste recordar que los pasajes comunes rondan o superan los $35.000, con lo que los pasajes de promoción son una buena oportunidad para el ahorro. Gasoleros de alma y gasoleros obligados, agradecidos.
Estadía, comida y bebida en Las Grutas
Para la estadía, los campings que ya están funcionando se vuelven la opción más atractiva, con magros $6.000 por persona por día y acceso a baños adecuados y parrillas y al reparo de árboles, con servicios extras, como la venta de gaseosas, cervezas, leñas y otros implementos y condimentos necesarios.
Para los placeres de comer y tomar, hay de todo en el pueblo, aunque los locales abiertos todavía son pocos en relación con los que florecerán en temporada. Aún así, los afortunados que acceden a ofertas vía WhatsApp podrán, por ejemplo, comprarse una docena de empanadas a $14.000, aunque en rotiserías y otros locales gastronómicos la alternativa no será mucho más cara, con la docena desde $15.000 a $18.000 pesos, por mencionar a manera de ejemplos.
Las pizzas, desde la más barata y común, la preciada y humilde muzzarella, los valores son mayores a los de las empanadas. Una muzzarella a $18.000, sin embargo, se puede encontrar, más que nada, en la modalidad para llevar. Por más de $20.000 pesos, se podrán adquirir variedades más elaboradas, desde la napolitana, o sea, la sabrosa de queso y tomate, hasta las elaboradas para bolsillos más exigentes.
Un paseo "gasolero"
Como puede verse, son precios, para los tiempos que corren y en comparación, por caso, con Cipolletti, bastante accesibles, siempre hablando de un viaje "gasolero". Está incluso el lugar, un mercado en la avenida Río Negro, donde la napolitana con tomate, queso y algo de paleta o jamón cocido y hasta con aceitunas, se podrá adquirir a $10.000 sin calentar y a $12.000 bien cocinada y calentita, lista para consumir. Un regalo, para el pueblo consumidor.
Una rápida mirada al sector comercial bastará para comprobar que hay vinos y cervezas de las marcas más famosas o de otras más ignotas a precios bastante interesantes, similares o afortunadamente menores a los habituales en Cipolletti. La raza de los catadores y la tribu de los sedientos se sentirán contentos. Orondos, mondos y lirondos.
Además, sorprende la variedad y el número de ofertas que se encargan de comunicar los vendedores de a pie en las playas. Así, se podrá comprar, valga de ejemplo, una media docena de tortas fritas rellenas con jamón y queso por la friolera de apenas $8.000. Los churros, las donas y los panes rellenos también se pueden degustar a precios tolerablemente accesibles. Con mayor o menor calidad, como pasa urbi e orbi. A menudo, la suerte hace su juego en esto.
Vendedores en la arena
De los vendedores que fatigan las playas, se puede decir que caminan mucho más de lo que venden, pero aun así persisten patear la arena hasta dar con un comprador. Un vendedor de cubanitos rellenos, entre otras delicias, contó que su mercancía se vendía, aunque no sin un buen trabajo. Andar, hay que andar más que otrora, en tiempos más pletóricos. Igual, el hombre tiene alternativas complementarias, como convertir sacos de papas en papas fritas para venderlas por su cuenta, no para una empresa, cuando la ocasión, la necesidad, se lo manda.
También son muchas las personas, entre dueños y empleados, que en la afamada y centrísima peatonal grutera hablan y conversan con el turista, con el viajero, para dar a conocer sus ofertas y promociones. Se gastan un buen tiempo en esto, pero el trabajo es el trabajo y hay que hacerlo. Aun si los resultados son magros.
Apena a cualquiera, muchas noches, ver locales gastronómicos vacíos o casi vacíos, esperando que las cosas cambien, y cambien mucho, cuando estalle el verano en todo su vigor. Incluidos los festejos de la Navidad y del Año Nuevo, en los que siempre hay expectativas.
Ronda la cabeza de algunos comerciantes y propietarios la idea de subir los precios poco, lo que se pueda, para ayudar a consolidar una pronta y plena buena temporada 2025-2026. Es de esperar que el esfuerzo, si se concreta como se querría, se cumpla y que a todos los grutenses, los radicados y los que están de paso, a todos les vaya bien. De lo mejor.
Sabor y sabiduría oriental
Cuentan que la propietaria de un local de comida oriental a tenedor libre le respondió así a un cliente que le dijo que a ella le debía molestar que algunos comensales coman demasiado, hasta hastiarse. Por pura gula. Ella le contestó: "no molesta que coman demasiado, lo que duele es que no entre gente a comer". Ojalá que sean muchos los clientes que, con los días, colmen sus esperanzas de buen negocio, de bonanza.
En cuanto a otros grutenses, otros grutenses naturales de Las Grutas, sería interminable hablar. Parece que cada vez hay más pájaros: ruidosos loros barranqueros, temerosos y ágiles zorzales, gorriones persistentes, chingolos mínimos, gaviotas constantes, palomas comunes y palomas picazuró, y enormes jotes negros surcan los cielos o se posan en las ramas de los árboles o en el cableado humano artificial. Las aves, con su ruido, su canto y su colorido son siempre un espectáculo aparte. Que no hay que molestar.
Al igual que en Cipolletti, estas semanas vio una proliferación de libélulas. Moscas y mosquitos están siempre, como en casi todo el planeta. Perros con collar que tienen dueños y perros sueltos con collar o sin él se pasean por calles, plazas y playas, y a nadie le disgusta. Al argentino, por lo general, le gustan los perros y los animales, no hay animadversión en estas pampas contra nuestros compañeros del reino animal. Bienvenida sea la tolerancia. Y los queridos gatos. ¿Y las medusas?
Humanidad y Naturaleza
Por último, algunas cuestiones que mencionar. Una muy humana, y muy negativa. En ciertas calles, la recolección de la basura se hace esperar demasiado. Al punto que las bolsas de residuos repletas e hinchadas hieden al sol. Esto no puede ocurrir. Afea lo que no debe ser afeado.
Otra muy de la Naturaleza en su máximo esplendor. La del cielo estrellado, notable en las noches más despejadas y sin luna o con luna muy menguante. Menguante, como la semana que pasó. En Las Grutas, el firmamento, en las zonas con menos iluminación artificial, se puede apreciar en todo su esplendor asombroso.
Lo sabe el astrónomo aficionado Denis Martínez, cipoleño vuelto grutense, que se apresta a abrir un observatorio astronómico permanente, de su propiedad, en las afueras. Lo sabe la familia Rivero, generosa con el visitante. Lo saben grutenses y grutensas.
Al concluir, vale remarcar lo que nunca hay que olvidar. No olvidarse del riesgo de derrumbe que existe permanentemente en la zona de los acantilados. Se afirma que el nivel del mar está creciendo, por el cambio climático. Y con mayor volumen, más poder del mar. Que en las mareas muy altas puede volverse muy bravío. Al extremo que, de tanto martillar la costa, le terminará arrancando pedazos. Son los derrumbes, siempre peligrosos.
Tampoco hay que descuidarse nunca de las mareas. Sus perennes flujos y reflujos, bajas y altas, puede tornarlas un fenómeno común y corriente. Un hábito de lo natural. Pueden serlo, pero pueden ser muy temibles, y más.
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