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Carlitos, el tapicero que a los 77 sigue vigente: "La garantía siempre fue mi trabajo y mi palabra"

La historia de quien lleva 52 años en el oficio. Eso sí, cada vez que puede hace una pausa y "me voy de paseo en Motorhome". ¿A quién de su familia le falta conocer?

“Señor, hace 20 años me tapizó los sillones, quiero que los haga usted de nuevo’, me dicen muchos. Los he visto impecables tras tanto tiempo, con la misma tela y la propaganda ha sido esa, de boca en boca. Mi garantía es el trabajo y la palabra”, cuenta con orgullo Carlos Moreira, el histórico tapicero que a los 77 años y con 52 en el noble oficio se mantiene vigente.

Su taller de Perón y Circunvalación es una marca registrada en el rubro. Fueron quedando pocos colegas con los que coincidió en sus inicios. Pero él continúa revistiendo y reparando los muebles de los vecinos con dedicación, responsabilidad y pasión.

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Nació en Bolívar, provincia de Buenos Aires y así resume su historia. “Estudié en un colegio agrotécnico de los salesianos, que era muy exigente. Mi madre quedó viuda entonces no tuve muchas más oportunidades de continuar luego otra carrera. Así fue que me recomendaron a la Universidad Católica Argentina, más precisamente a la Estancia Los Halamos, a la vera del Río Baradero. Estuve dos años y desde el ’70 hasta abril del ’90 me desempeñé en la empresa Hisisa Argentina, que produce fibra acrílica”.

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“Me fue bárbaro, terminé como jefe de planta principal y eran como 700 personas. Como me sobraban 8 horas en el día (8 trabajaba y otras 8 dormía) y notaba que tenía habilidad manual, empecé a hacer cintos, tapizados y dije algún día voy a vivir de esto porque me encanta. Cuando decidí irme de la empresa, porque me la veía venir que iba a ver rajes y se acercaba el cierre, negocié y me dieron 17 mil dólares en esa época. Y como tengo un hermano menor que es médico y ya estaba en el Alto Valle, me dijo ‘venite para acá’. Le hice caso y le agradeceré siempre, pude con los años hacerme una casa y me ha ido muy bien en Cipolletti”, destaca más que satisfecho con lo conseguido.

En Baradero conoció a Carmen, quien sería su compañera de la vida y con la que tuvieron tres hijas mujeres: Elisabeth, Yanina y Solange.

“¿Cómo fue la convivencia con 4 mujeres? (risas). Buena, son todas muy amorosas, me han ayudado mucho. Tengo cuatro nietos (3 varones y 1 una nena) y un bisnieto que no lo conozco, vive cerca de Baradero y tengo que ir a verlo de una vez”, admite sobre esa cuenta pendiente.

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Al hacer un repaso histórico, en medio de la nostalgia y gratitud, señala reconfortado: “Tuve la mejor de las clientelas y un trabajo enorme”.

Acepta que una vez que se jubiló se relajó un poco pero celebra que las nuevas generaciones de familias habitué de su comercio sigan apostando por él.

“Me fui relajando con la edad, me jubilé. Algunos clientes ya no están. Por ahí vienen los hijos y me valoran que trato de ser lo más perfecto y honesto posible en el laburo. Lógico que hay competencia nueva, gente que también trabaja bárbaro, cambió mucho el negocio. Pero trabajar me hace bien”, reflexiona sentado en una de las sillas que él restauro.

Pionero en lo suyo a nivel local, el emblemático tapicero recuerda que “fui el primero que fabricó sillones en el ‘90. He retapizado, hice toldos, sillones, sillas y muebles. Se me achicó un poco el lugar, tengo máquinas en venta pero seguimos adelante”, reitera siempre amable y positivo.

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Le gusta sorprender a los clientes con su responsabilidad y eficiencia, “que queden conformes”. “Por ejemplo, les decía en 10 días lo termino y en una semana lo resolvía”.

Asume que por su carácter y ese grado de exigencia “prefiero hacerlo solo, trabajar más horas pero hacerlo yo, por eso no he puesto gente a laburar conmigo”.

Inquieto y dispuesto a aprender otras cosas, más por un desafío personal que para ejercer en la región se recibió “de técnico en prótesis dental y si bien sabía que no iba a trabajar de eso, me sirvió mucho”.

Carlitos es "un sobreviviente": tuvo 15 accidentes

A la pasada, como si nada, tira un dato impactante sobre las situaciones desafortunadas que vivió aunque prefiere evitar explayarse en el tema “porque estaríamos hasta mañana y muchos pueden pensar que es mentira”.

Pero sí “me pisó un camión a los 4 años y habré tenido 15 accidentes. Una vez se me cruzó un caballo en la ruta, otra vez un perro. Siempre tuve la ayuda de Dios”, confiesa en relación al extenso historial de siniestros que protagonizó.

Viajar en motorhome es un placer

Le dedicó su vida al trabajo. Pero cuando hay que disfrutar, Carlos no se priva del despeje y el descanso con familiares. Y el plan perfecto es salir con su gente a conocer nuevos destinos en motorhome.

“En el 1 a 1 me compré una Ford Transit de las largas, la usé siempre con la familia, recién el año pasado le rectifiqué el motor. Nos lleva a todos lados. La quiero mucho y no la voy a vender”, reconoce fanático de su compañera de aventuras.

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Por último, este histórico laburante expone un deseo. “Que Dios me siga dando salud como hasta ahora. Yo por mi parte salgo a caminar una horita por día, que es bueno para el cuerpo y la mente. Disfruto mi familia, un mate, lo que sea… No pretendo tener dinero para ser feliz, con poco o mucho igual puedo serlo y siempre haciendo feliz a los que te rodean. Es mi prioridad”, se despide con un principio de vida que lo pinta de cuerpo entero.

Carlitos es Gardel en su rubro. El nacido en los pagos de Tinelli y cipoleño por adopción aún no le dice “chauuu” a su gran amor laboral. El trabajo, para él, es salud.

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