Un cambio que emociona: la Escuela 338 se transforma gracias a la solidaridad de voluntarios y padres
La Escuela 338 comienza a transformarse gracias al esfuerzo de padres, voluntarios y vecinos que se unieron para mejorar el edificio en Cipolletti.
En el corazón del barrio 1200 Viviendas de Cipolletti, una escena distinta comenzó a emerger en los últimos fines de semana. La Escuela Primaria Nº 338, históricamente golpeada por el abandono, el deterioro edilicio y los actos de vandalismo, está viviendo una verdadera transformación gracias al trabajo conjunto de padres, vecinos, voluntarios y organizaciones solidarias que decidieron no esperar más y poner manos a la obra.
Durante este sábado, la escuela fue protagonista de una intervención que movilizó a cipoleños. Por un lado, el programa de voluntariado de la Fundación Acciones Cipoleñas retomó sus tareas solidarias en el establecimiento con el objetivo de mejorar las condiciones del edificio, en especial su fachada. Por otro, se sumaron miembros de la iglesia “Sana Nuestra Tierra”, quienes colaboraron en la pintura de los baños y la reparación de puertas, picaportes y otros elementos fundamentales del día a día escolar.
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“El cambio se ve y se siente. Ver el frente pintado, el portón renovado, los baños en proceso de recuperación, genera una emoción enorme”, expresó Belén Alvarado, estudiante de abogacía que realiza su práctica solidaria en el lugar. “Los papás están viniendo a colaborar. Es increíble lo que se logra cuando la comunidad se une”.
La Fundación Acciones Cipoleñas, que desde 2022 incorporó un área de Voluntariado Social Comunitario, viene desarrollando tareas en la institución desde hace varias semanas. En esta última jornada, los voluntarios concentraron sus esfuerzos en pintar el paredón y el portón del patio, acciones que buscan dar otra cara a la institución. “Queremos embellecer el espacio para que los chicos se sientan cómodos, orgullosos y con ganas de venir a aprender”, agregó Alvarado.
Uno de sus compañeros, Gonzalo Vattiata, también estudiante de abogacía, destacó el valor simbólico de estas acciones: “El frente es la cara visible del colegio. Si logramos que se vea distinto, genera una energía nueva. Es importante comunicar, participar y comprometerse, más allá de cualquier ideología o creencia”.
Pero no fueron los únicos. La iglesia “Sana Nuestra Tierra” también se puso manos a la obra. “Vinimos a pintar todas las puertas de los baños, a arreglar cerraduras y picaportes. Queremos ayudar a dejar linda la escuela para los chicos”, explicó Alejandra Rodríguez, una de las voluntarias. “La escuela nos cede un espacio cada dos meses para un evento, y por eso sentimos que teníamos que devolver algo. Detrás de cada niño hay una familia, y este lugar es esencial para todos”.
Rodríguez destacó también que a la iglesia asisten varias familias cuyos hijos vienen a esta escuela. “Nos duele ver que muchos chicos no tuvieron clases esta semana por problemas con la caldera. Se fueron turnando los cursos para que no pierdan toda la semana. Por eso es tan valioso que la comunidad se involucre. Esta escuela es del barrio”.
La solidaridad desde los padres hasta los vecinos
La jornada solidaria estuvo además impulsada por el objetivo de preparar el edificio para el gran bingo solidario que se realizará el 21 de junio, evento con el que la comunidad busca reunir fondos para reparar los techos y mejorar los baños.
“Estamos profundamente agradecidos a las pinturerías que nos donaron los materiales. Sin esos aportes, esto no habría sido posible”, destacó Belén. “Poder ayudar es una alegría, sobre todo cuando se trata de niños. Ellos pasan muchas horas en esta escuela, merecen un lugar lindo, en condiciones, donde puedan aprender y disfrutar”.
Para Gonzalo, uno de los aspectos más importantes de esta experiencia es el aprendizaje colectivo: “Es muy valioso que los chicos se involucren, que comprendan el esfuerzo que se hace para mejorar su escuela. Que no crean que siempre viene alguien de afuera a solucionar las cosas, sino que ellos también pueden cuidar y participar”.
En una ciudad donde muchas veces se pone el foco en lo que falta, la historia de la Escuela 338 demuestra lo que se puede lograr cuando la voluntad colectiva se pone en movimiento. Padres, voluntarios, vecinos y estudiantes están logrando lo que parecía imposible: devolverle a la escuela pública no solo su dignidad edilicia, sino también su espíritu comunitario. Y aunque aún queda mucho por hacer, el cambio ya empezó. Y emociona.
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