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Dejó la oficina después de 22 años y se convirtió en camionera

Viviana Rechini cumplió un sueño de ser trabajadora independiente. Maneja su propio camión para el auxilio de vehículos. Asegura que se reencontró con ella misma y que no se siente discriminada por ser mujer.

La monotonía y el encierro de la oficina le venían mordisqueando el ánimo, que ya había trastabillado cuando su esposo y padre de sus tres hijos (Valeria, Victoria y Tomás), el recordado jockey Patricio Peredo, falleció por un implacable enfermedad. Con la pandemia hizo el click. Como a muchos, el encierro y el resto de las restricciones la llevó a pensar en dar un giro a su vida. Buscar otro sentido, rearmarse con nuevo entusiasmo para seguir. Sus niños, ya jóvenes, eran motivo más que suficiente.

Por eso cuando la empresa de telefonía en la que trabajó 22 años le propuso el retiro voluntario y un dinero nada despreciable, ni siquiera lo pensó.

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“Quería un cambio, encontrarme conmigo, manejar mis tiempos. Tener independencia”, resume Viviana Rechini, hija del recordado Gitano Roberto, de quien heredó su pasión por los caballos de carrera y una personalidad férrea, aunque todo en ella emane jovialidad.

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Tuvo entre manos un abanico de opciones para considerar. Sabía que debía invertir los recursos con efectividad, porque de eso dependería el sostén familiar. Pensó en un taxi, en un utilitario para realizar repartos. Hasta que alguien le dio la idea de un camión para auxiliar vehículos e inmediatamente sintió que se le encendía una luz.

Gracias a sus vínculos en el mercado, no mucho después encontró un Mercedes Benz impecable con todo el equipamiento y pocos kilómetros. Fue como amor a primera vista y sin mucho más que analizar, lo terminó comprando.

Lo que siguió después parece sacado de una comedia en la que la resiliencia -ese poder para superar adversidades que no todos tienen- pone de pie a la protagonista que pasa por mil y una.

Primero tuvo que realizar los tediosos trámites administrativos y tributarios para registrar el emprendimiento, que desde el mismo momento en que comenzó a tomar forma de idea se llamó “Vivi al Rescate”, como símbolo del espíritu que la mueve.

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Después debió aprender el oficio de cero, porque si bien conduce desde adolescente, desconocía como se realizaba el trabajo técnico: manejar el mecanismo para subir a la bandeja el vehículo que se debía auxiliar y sujetarlo correctamente, para luego si trasladarlo.

“No sabía nada de nada. Así que me puse a buscar por Google, y fui preguntando y mirando”, afirma con la vivacidad que la caracteriza.

Viviana aclara que su condición de mujer no es un impedimento para ser camionera y que eso de que hay trabajos exclusivos para hombres, quedó en el pasado. Rescata que sus colegas varones han sido solidarios y generosos con sus conocimientos, lo que le permite seguir especializándose.

“Todo se aprende. Todos los días se aprende. Hay que tener ganas”, asegura.

Claro que en el camino han aparecido vetustos que la cuestionan, pero no tiene problemas en ponerles los puntos para dejar las cosas en claro.

La experiencia de la ruta

Un día le sonó el teléfono y le salió el primer viaje. No lo olvida más: fue el Corsa de un amigo. Después la llamaron por otro, y luego otro y otro. Así fue creando experiencia. Ahora ya está afirmada como prestadora del servicio y ha acumulado miles de kilómetros recorridos en la zona y por distintos puntos del país, como San Juan, Mendoza, Córdoba y Bahía Blanca.

Su secreto es cumplir cada pedido rigurosamente. Sea la hora que sea, sube a la ruta, donde se siente muy cómoda y sobre todo útil.

Salís porque alguien tuvo problemas con su auto y te necesitan. Te están esperando, sos su salvador en ese momento”, resalta consciente de su labor.

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Y ese encuentro suele ir de un lado al otro en la tabla de sensaciones: puede ser muy emotivo o poco feliz. Porque a veces no se llega con la rapidez que demanda la víctima del percance y eso suele generar mal humor. Pero nota que cuando ven que es una mujer las tensiones tienden a relajarse, y luego ella hace mucho para que brote la cordialidad, pese a la emergencia.

“Se que están pasando por un momento de crisis, que quedaste tirado en la ruta, a veces con chicos. Hay gente que tiene miedo por su seguridad, que algo les pueda pasar en la soledad de la ruta”, explica.

Pero ella se encarga de tranquilizarlos. Les transmiten que está ahí para ayudarlos y que los sacará de allí. Ya ha aprendido que su presencia sorprende a la mayoría y hasta ha advertido gestos de desconfianza.

“Piensan que porque soy mujor no sé lo que tengo que hacer. Pero cuando me ven como manejo el operativo se tranquilizan”, reconoce.

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“Esperaba que viniera un gordo de bigotes con el mameluco lleno de grasa”, recuerda que le dijo un conductor.

En cambio resalta que es muy distinto el trato cuando la emergencia la padece otra mujer.

Le pasó con una joven que viajaba con sus hijos chiquitos y se le descompuso el auto en un lugar alejado.

“Cuando me vio bajar del camioncito me puso una cara de alivio!. Estaba muy asustada porque estaba sola con los nenes”, recordó.

Mientras que no son tan agradables sus recuerdos cuando tiene que asistir a accidentes de tránsito. Ha tenido que ir a varios de gravedad, con víctimas fatales. Va para cumplir los compromisos asumidos y es algo de lo que no le gusta hablar.

"Un mundo aparte"

"Ponerme al volante del camioncito y manejar me hace sentir plena", afirma Viviana. La ruta, afirma, "es un mundo aparte". Hay de todo, bueno y malo. Gente solidaria y de los otros. Ella se encolumna entre los primeros.

"Si voy a un lugar y me encuentro con alguien tirado paro ayudarlo. Como no lo voy a hacer si puedo, por más que es mi trabajo y vivo de esto", enfatiza. Está convencida que las buenas acciones tienen rebote.

Le sucedió con un motociclista que quedó a pie cerca de Centenario, en un lugar donde no pasaba nadie. Ella paró y ofreció llevarlo, pero el muchacho le dijo que no tenía un peso para pagarle. "No importa, vamos igual", le aclaró. "A vos te mandó Dios", le contestó.

Pocos días después recibió un llamado para hacer un traslado. La había recomendado el conductor de la moto que había rescatado.

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