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Un canto a la vida: el admirable trabajo de Bea en Terapia del Hospital

Acaba de ser reconocida en prestigioso encuentro patagónico. Su rol clave para "calmar a los pacientes" en Terapia Intensiva y su emotivo relato en primera persona sobre un caso. "Amo lo que hago, humanizar es lo más hermoso", cuenta.

“Juan está despierto hace unas horas. Le sacaron el tubo y está respirando solo, aunque se lo ve nervioso y desorientado. Piensa que está en su ciudad de origen, y no lo está. El equipo médico aprecia un sobre esfuerzo en la respiración... Van a implementar un suministro de oxígeno con una bigotera (Cafo). El Cafo es un robotito con rueditas de metro y medio de alto, con monitor, mangueras y cables. Juan mira para todos lados, se ríe nervioso, se quiere rotar pero está muy débil. Nos preocupa que se caiga. Pareciera querer levantarse de la cama. El robotito del Cafo empieza a hacer ruido. Yo me senté enfrente con mi guitarra, y canto una zamba. Explicamos dónde está y como llegó. No parece verme o escucharme. Está muy inquieto y no para de moverse. Hay muchos sonidos y movimiento, y conversaciones a su alrededor. Es difícil conectar con él. El Cafo aún no está listo...

Tengo que cambiar la estrategia, necesito estar más cerca para contenerlo. Dejo la guitarra y me acerco. Le tomo la mano. ‘Juan, está todo bien, ya vas a respirar mejor’. Mientras tanto te canto algo...".

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“Empecé a cantar Luna Tucumana. No observo una respuesta notable. No hay cambios en su conducta, y no deja de mirar a todos los demás, y al robotito del Cafo que cada vez hace más ruido. ¿O es la impaciencia...?

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"Calle angosta, calle angosta, la de una vereda sola..." Bingo. Juan me mira, se sonríe como diciendo, ¡ese sí es un buen tema! Me sigue con la letra, "yo te canto porque siempre estarás en mi memoria..."

Dulce como el recuerdo de haber compartido con familia y amigos, dulce se volvió la voz, el semblante, el entorno. Dulces sus ojos como de niño que encontró el juguete perdido. En segundos, la bigotera estaba puesta. No nos dimos cuenta qué pasó entre la calle angosta y la vereda sola.

Ellos se fueron. Apagaron la luz. "Juan, ya podés descansar, te acompaño hasta que te duermas". Con su mano entre las mías, con el canto como un mantra, con su voz apenas, y mi voz de abrazo.

Cierra los ojos y parece dormir. Invito al silencio. Sus ojos no se demoran, me miran otra vez...."¡Cantame más..!" pide, con su sonrisa de paz.

Juan no requirió sedación farmacológica en el resto de estadía en Unidad de Terapia Intensiva

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No había mejor manera de comenzar la entrevista con Beatriz Vilche (38 años) que con su propio y emocionante relato, en primera persona, de una experiencia en el Hospital de Cipolletti. Se trata de la músicoterapeuta neuquina que acaba de lograr el segundo puesto en las 9° Jornadas Patagónicas de Terapia Intensiva, que se desarrollaron en San Martín de Los Andes.

Un prestigioso encuentro que contó con 198 inscriptos, 45 disertantes, 20 trabajos de investigación y en la que la profesional de nuestra región obtuvo semejante reconocimiento.

Por ello nos parecía oportuno presentar en sociedad a quien procura con esta práctica novedosa, guitarra en mano y su dulce voz, calmar y contener a los pacientes. De hacerles más llevadero un momento tan angustiante y adverso. De sacarles una sonrisa en ese duro trance.

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“Estudié en la UBA y me volví a Neuquén en 2008, con media carrera de Ciencias Políticas también. Aquí ya estaba en vigencia la Ley del Ejercicio de la Musicoterapia por lo que conseguí trabajo enseguida, como Maestra de música primero, y como Musicoterapeuta después en Educación Especial. En el año 2018 fui a un curso intensivo de Músicoterapia en Terapia Intensiva en Buenos Aires. También hicieron una Jornada de Humanización de los cuidados intensivos, que a mi marido y a mí nos abrió la cabeza. No conocíamos de la existencia de un problema muy grave de salud: el Síndrome de Post Terapia Intensiva (SPTI), tema que al regresar a Neuquén nos pusimos a investigar con mi pareja y un puñado de profesionales de diferentes áreas. Mi marido es kinesiólogo en terapia intensiva”, resume sobre su formación académica y cómo surgió el interés por esta admirable ocupación.

“Vimos la urgencia de implementar cuidados humanizados en terapia intensiva, que tiene que ver (entre otras cosas) con involucrar a la familia en los cuidados, implementar estrategias no farmacológicas para prevenir efectos secundarios de la sedación, y pensar en la rehabilitación desde el día uno en terapia, a lo que llamamos “Movilización Precoz”. También el cuidado del profesional cobra relevancia, para la prevención del burnout”, explica mientras entona una dulce estrofa a pedido de un paciente.

De repente, parecía que todo se derrumbaba: “Estábamos investigando y dando charlas en centros de salud sobre el tema, y empezó la pandemia. Eso logró desmoronarnos. No volvimos a juntarnos, éramos 7 profesionales. Dejamos de dar charlas. Y todos nuestros proyectos de implementar algo de humanización a través de la concientización del SPTI se diluyeron durante mucho tiempo".

Sin embargo, Alma, su hijita que nació el 16 de Junio de 2021 llegó con el pan bajo el brazo nomás... “Y al año de vida de mi bebé, me llega un mensaje de una ex compañera del equipo que teníamos: que en su Hospital estaban dispuestos a escuchar a un musicoterapeuta, que presente un proyecto. Amamantando y con la sensación de haber sido arrollada por un tren, no agarré el pase. Compartí la idea al grupo de musicoterapeutas del Valle. Pero quedó vacante y empecé a sentirme capaz de volver a trabajar fuera de casa, no sin destetar antes lo que me permite dormir de noche”, revela la profesional a pura simpatía acerca de su ingreso al centro asistencial local, en octubre de 2022.

Sobre el logro reciente admite con bajo perfil: “Fui con toda humildad, no descubrí nada, solo hice mi trabajo. Lo único que quería era que sepan que existe la Musicoterapia en Terapia Intensiva. Mi deseo más grande es que se abran puestos de trabajo en los hospitales, que los próximos Musicoterapeutas no tengan que esperar tres años para conseguir trabajar en esto, que es lo más hermoso que podés hacer en la vida”, expresa su anhelo a pura pasión.

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“Les conté cómo trabaja un musicoterapeuta, y les conté lo que hacía yo cada día: veo paciente por paciente y evalúo qué necesitan. Tenemos ciertos criterios de indicación: para sedación, analgesia, contención emocional, movilización, neurorehabilitación. La música es sólo un lenguaje que nos permite lograr objetivos como estos. Hay que saber usarlo. Por ejemplo, hay que conocer al paciente, qué música conoce y disfruta, y qué necesidad puntual tiene durante su internación”, amplía este ejemplo de vocación y dedicación.

Consciente del apremiante contexto en el que se desempeña, aclara: “El de Cipolletti es un Hospital de agudos. Recibe personas que sufrieron accidentes de tránsito, ACV, etc. Pero también pacientes que salen de cirugía y otros pacientes que estando internados por diferentes motivos, se descompensan y hay que monitorearlos".

"Amo trabajar en la terapia. Puede ser un lugar muy solitario para los pacientes, si bien los enfermeros y médicos están siempre cerca, no están todo el tiempo al lado del paciente. Y estando gravemente enfermos e incapaces de levantarse de la cama, aunque sea un adulto, se vive con mucha vulnerabilidad, miedo, ansiedad, incertidumbre y confusión. Yo intento hacer mi trabajo desde una posición súper respetuosa de la autonomía del paciente, de sus deseos y su dolor. No impongo nada, pregunto siempre, y elaboro con el paciente una estrategia para estar mejor. Creo que es la base de un vínculo sano entre el profesional y el paciente, porque le devuelve algo de humanidad y dignidad a una situación por demás invasiva”.

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No deja de causar asombro al brindar precisiones de su loable labor cotidiana. “Cuando el paciente está con agitación, es un momento muy delicado, porque la sobreestimulación, o un movimiento o palabra equivocada puede poner peor las cosas. De más está decir que es el trabajo que más me gusta. El arte de comunicarme con el paciente en esa situación es lo más hermoso que he aprendido. Y es lo que quise transmitir en mi disertación en las jornadas. Cantarle a un paciente agitado hasta que se duerme, es … no sé. Termino de cantar, toco la última cuerda, y lo observo, cómo respira, su frecuencia cardíaca, y respirando muy bajito y en puntas de pie, me voy”.

Las emociones forman parte de su día a día en el Hospital. “Otra historia más hermosa es cuando el paciente empieza a moverse después de estar muchos días inmovilizado por la sedación. Empiezan a bailar, a tocar instrumentos, se transportan a otro lugar, y se ríen. Esos momentos también son mágicos”.

Por último, una hermosa reflexión. “Humanizar es eso, devolver lo humano a un contexto que se deshumanizó frente al avance de la tecnología. La tecnología nos ayudó a sobrevivir de problemas de salud gravísimos, pero hoy nos damos cuenta de que es necesario cuidar desde el momento cero a la persona y su dimensión humana, porque pasar por una terapia es tan traumático como ir a la guerra. O al menos eso dicen los estudios”.

Beatriz Vilche, ¡un canto a la vida!

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