¡Hasta siempre, loco lindo!
Ayer trasladaron los restos del Chipi al cementerio de la ciudad.
Una gran cantidad de vecinos se acercó ayer por la mañana hasta el cementerio municipal para darle el último adiós a Samuel Facundo Quiroga, conocido por todos como el Chipi. La ceremonia fue muy emotiva y los presentes la llenaron de historias sobre el reconocido personaje.
El cortejo fúnebre partió a las 10 desde la sala velatoria Ocaso, ubicada en Teniente Ibáñez 840. Estuvo acompañada por una docena de autos en la que se trasladaban familiares, amigos y vecinos. Unas 50 personas acompañaron el cajón hasta el nicho, rodeado por la corona del taller mecánico Diésel Quiroga, lugar donde el Chipi pasaba sus noches.
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El cajón quedará por unos días en el depósito del cementerio hasta que se desocupe algún lugar. Muchos de los presentes eran conocidos del taller mecánico donde dormía, en la calle 3 de Octubre. Allí el Chipi compartía los asados que hacía Tito Molina, quien decía que era su primo, y al que asistían todos los trabajadores del lugar junto a los históricos clientes.
Hernán Sandoval (59) estuvo en el entierro. Luego de la ceremonia disfrutó varios minutos de charlas y anécdotas junto a la gente del taller. “Si tengo que describirlo, digo que es un personaje de la ciudad, que andaba siempre caminando. Todos lo conocíamos. Era un tipo bueno y llamaba la atención porque medía dos metros de altura y los pantalones le quedan siempre cortos. Incluso eso fue un problema porque no entraba en el cajón”, comentó. Agregó que siempre te pedía una moneda para comprar puchos, y como todos ya lo conocían, lo ayudaban. “Fue todo muy emotivo. Había familiares, pero sobre todo amigos y conocidos. Hoy hablamos mucho de sus historias, de cuando se iba caminando hasta Cinco Saltos o al aeropuerto de Neuquén. Era hiperactivo, caminaba todo el día”, relató Sandoval.
Personal del Centro de Documentación Rápida de Cipolletti también se acercó para despedirlo. Mariela Adra y Mirta Nicolás contaron a LM Cipolletti que conocieron al Chipi porque iba todas las mañanas a desayunar en el local ubicado en la calle Fernández Oro. “Desayunábamos juntos y logró conquistar nuestros corazones. Lo consideramos un amigo. En el lugar tenemos un cuadro que hicieron de él, y hace un tiempito nos lo regaló. Lo tenemos en la oficina”, relató Mariela. El Chipi se lo regaló y les pidió expresamente que le cuiden la obra de arte. “Siempre nos hablaba de Tito Molina, que lo afeitaba, le cortaba el pelo y lo invitaba a los asados que hacían. A veces nos contaba que lo molestaban en la calle y le decían cosas, y nosotras le recomendábamos que no haga caso y que evite pasar por ciertos lugares. Era una persona sin maldad”, comentó Mariela. “Todas las mañanas pasaba unos diez minutos a tomar un café con leche. Estaba un rato y salía a caminar. Cuando alguna de las chicas estaba con licencia, él preguntaba qué había pasado y se preocupaba cuando se enfermaban”, recordó Mirta.
Amigos: Además de familiares y vecinos, ayer se acercaron amigos pacientes de Salud Mental.
El taller de Tito ya no será el mismo
Tito Molina compró un taller hace 20 años y ahí conoció al Chipi. “A él lo cuidaba una tía hasta que le dio un ACV y no pudo asistirlo más. Dormía en una piecita en el fondo del taller. Le daba todas las mañanas su pastilla para la esquizofrenia con un mate. También me encargaba de su comida y la ropa. Lo más difícil era pedirle que se bañe, no le gustaba, menos en el invierno”, comentó Tito, quien admitió que va a sentir su ausencia.
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