"Hace quince años entré a una cocina y no salí más"
Marcelo Montero, un chef cipoleño que volvió cargado de sabores tras 15 años recorriendo restaurantes del país y Brasil.
La atracción por la gastronomía la arrastra desde que era una criatura, de cuando observaba a la abuela Carmen que se movía con entre ollas y sartenes y servía sobre la mesa exquisiteces que nunca pudo olvidar.
Siguió en su juventud en el rol de cocinero en su grupo de amigos, un puesto que se alcanza por acuerdo tácito tras haber demostrado aptitud para conformar a los distintos paladares.
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Una partida obligada en busca de mejores oportunidades lo alejó de Cipolletti en épocas en que el país ardía, y recaló en Viedma. Vendió autos y manejó una zapatería, pero nunca se terminó de alejar del arte culinario, ya entonces una pasión que lo había atrapado.
Otros amigos que disfrutaban de sus cenas lo alentaron para que le diera mayor espacio a su real vocación, y no pasó mucho para que lo recibieran en un restó de Carmen de Patagones.
Pero el gran salto, que cambió su rumbo laboral y de vida para siempre, vino inmediatamente después, al ser convocado en otra firma de la costanera viedmense, que en ese momento era la gran atracción.
Ese fue, para Marcel Montero (56 años), su ingreso a la actividad profesional que lo llevó a radicarse en Buenos Aires, luego un tiempo en Brasil y a recorrer restaurantes de la zona cordillerana con colegas de renombre, y donde se exige el máximo nivel.
“Hace quince años me metí en una cocina y no salí nunca más”, sintetiza el hoy chef internacional, miembro de una tradicional familia, que está de vuelta en la región. Actualmente trabaja en la cocina del casino (cerrada por la pandemia), y recientemente se incorporó al pub 1946, donde funcionó el histórico bar Cipolletti, en la calle Roca
“La ciudad está cambiada, muy linda, ha crecido mucho”, dice mientras barre con su mirada el interior del local.
“Encima volver a trabajar acá, en este lugar tan emblemático, donde veníamos a jugar al pool y a comer los famosos tostados de pan francés que hacía Juan…no tiene precio”, agrega con un dejo de nostalgia.
“Tenés que estudiar, vos sos de acá”
En el local de Viedma donde Montero se fogueó por primera vez conoció a Martín Pereyra, un chef con larga trayectoria, quien al notar su entusiasmo e inquietud por el oficio lo alentó a capacitarse.
“Tenés que estudiar, vos sos de acá”, lo recomendó en alusión al reducto donde se cocina. Lo hizo en primer lugar en la escuela del “Gato” Dumas que funcionaba en la capital rionegrina. Al mudarse a Buenos Aires hizo cursos con el italiano Donato De Santis, Dolli Irigoyen y Francis Mallmann, quien lo convocó para realizar una pasantía en bahía Manzano, en Villa La Angostura.
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