Popular placero volvió al Parque Rosauer tras superar ACV y contó su historia entre lágrimas
Lorenzo regresó este jueves junto a LMC a ese emblemático punto de la ciudad donde trabajó muchos años y se emocionó con los recuerdos y el repaso de su vida.
Tiene prohibido por los médicos y su entorno “emocionarse más de la cuenta” tras un grave episodio de salud. Pero eso le resulta inevitable al volver a pisar después de todo lo que pasó el mítico Parque Rosauer que cuidó tantos años, ese hermoso césped que regó o resembró en aquellos tiempos de plena felicidad.
Se le vienen mil recuerdos e imágenes de golpe a Lorenzo Ferreyra (64 años). Sus ojos se humedecen. “Esto es parte de mi vida, querida”, señala con la voz entrecortada al equipo periodístico de LM Cipolletti. Luce anteojos negros, un chaleco inflable azul y una simpática gorrita con el escudo de Cipo rodeado por las banderas de Río Negro y Argentina.
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Es uno de los responsables de que ese punto emblemático de la ciudad brille con su belleza, a pesar de que hace años que se desvinculó de la Municipalidad. Un vecino sumamente querido al que también muchos conocen como experto e intachable jardinero. O como incansable colaborador de inferiores de fútbol.
Camina lento y con la ayuda de un bastón. El ACV que sufrió en 2022 dejó sus secuelas. También una enseñanza: “ahora valoro más la vida y aquellas cosas como una rampa que son importante para gente con dificultades físicas que antes quizá no le daba tanta importancia. Ponerse en el lugar del otro, por ahí pasa la cuestión”.
“¿Ves aquella casa de enfrente? Bueno ahí vivían los abuelitos que me regalaron a Chizzo ("le pusimos así por el cantante de La Renga que mis hijos son fanas"), un perrito en 2010 que fue mi adorada mascota, un gran compañero incluso en la enfermedad”, señala y rememora con gratitud aquel gran gesto. Se ganó el afecto de los vecinos y hasta “de los jugadores de Cipolletti que en aquel tiempo venían seguido a entrenar acá; no me dio la cara para pedirles una camiseta pero ya con que me dieran charla y compartiéramos un rato suficiente”, expresa en otra muestra de su humildad.
Cipoleño de ley, para él fue “un honor” cuidar ese tradicional espacio verde de la ciudad durante 8 de los 14 años que duró su estadía en el Municipio. Ahora añora ese pasado y se siente identificado con la muchacha a la que en el mediodía de este jueves cruza realizando la tarea que él supo desempeñar con tanto esmero y amor. "Al doctor Leonardo Calí, una eminencia, también le gustaba venir a conversar conmigo. El fue uno de los impulsores del progreso del Parque y dejó una gran obra", amplía y recoge un papelito del piso como si aún se encargara él de mantener prolijo el sitio.
“Luego hice el curso de jardinería en el Maipué, me recibí y empecé a trabajar de manera privada. Mis hijos, que hoy tomaron la posta, me ayudaban con los clientes y también mi señora Cristina, que la verdad que la flaca se pasa, hasta el día de hoy labura a la par de ellos”, destaca a sus seres queridos.
Pablo, Ezequiel y Eduardo siempre fueron su pilar, la razón de su vida y le brindaron el apoyo y la contención que necesitaba en el trance más duro.
“Por ellos salí adelante. La familia después de lo que pasé es sumamente importante. Desde el momento en que me descompuse el 6 de agosto de 2022 y quedé tirado y mi hijo mayor me levantó en medio de la lluvia hasta hoy han estado junto a mí”, le agradece de corazón a su círculo íntimo.
Tampoco se olvida del personal médico del “Hospital de Cipolletti y del Policlínico, agradecerles porque me atendieron de manera espectacular. Estuve en terapia 6 días y luego en sala común un par de semanas. Me dijo la doctora que fue producto del estrés”, resalta quien puede contarla milagrosamente.
“Tengo la parte izquierda limitada, la pierna y el brazo. Puedo caminar pero con limitaciones”, explica y exhibe la zona diezmada. “Aparte yo quedé sensible, cualquier cosa me afecta. Me agarró de la nada, sin síntomas previos, de repente se me aflojó la parte izquierda y alpiste…”, admite el hombre que pasó sus primeros años de vida en el Santa Clara, se mudó al Don Bosco y se afincó definitivamente en el barrio Del Trabajo.
La nostalgia vuelve a hacerse presente. “Se extraña un montón todo esto, yo entraba a las 6 y estaba hasta las 8, tomaba mates con mi querido compañero Juancito Troncoso que ya falleció. Pusimos muchos árboles, esto es una pasión para mí”, confiesa sus sensaciones sentado en el mismo banco en el que descansaba, en un alto de las tareas, con sus compinches laborales.
Lamenta, eso sí, que en medio del frío haya “gente durmiendo, antes no se veía tanto, quizá algún caso aislado. Pero es una lástima, más allá de que la gestión del intendente Buteler hasta ahora es impecable para mí. Me da mucha pena, te parte el corazón, no hay que naturalizarlo, son situaciones tristes. En vez de discriminarlos hay que ver la causa del problema”, sugiere con gran sensibilidad social.
“Esas calles eran de tierra antes, ya cuando empezaron a asfaltar noté que Cipo iba en pleno crecimiento”, celebra, más adelante, mirando hacia la Ceferino Namuncurá.
La anécdota del casamiento ruso
Asegura tener “mil anécdotas” en el lugar. Y cuenta una. “Resulta que para los casamientos y cumpleaños de 15 antes era ideal el Parque, se abría totalmente al público y yo mantenía la pileta, la bomba... Lo que más me llamó la atención fue el casamiento ruso, aparecieron de repente, venían de Neuquén. El único que le entendía era el fotógrafo, el resto estábamos meta señas (risas). También tuvimos un matrimonio japonés, donde estaba la fuente en marcha. Tenía colores, era atractiva. Y cuando hicieron las esculturas conocí mucha gente de afuera, de Chile, colombianos, pareja francesa también. Hermoso todo”, repasa con envidiable memoria.
Conocí mucha gente también como jardinería
Cerrada esa inolvidable etapa en su vida, Lorenzo se especializó y dedicó a la jardinería. Y también guarda gratos recuerdos de esa experiencia. “Conocí gente, llegué a barrios privados como El Manzanar, Milenium, Los Patricios. Con mis hijos, quienes continúan trabajando y yo les doy una mano en lo que puedo desde la logística o cebando unos matecitos. Agradezco a los clientes”, dice este querido vecino. Un hombre mayor que a modo de ejercicio camina por el parque previo al almuerzo se detiene a saludarlo.
“Son de fierro. Fijáte que en la pandemia siempre estuvieron. Hacemos cortes de césped, podas”, resume el servicio que brinda su familia.
Por otra parte, Lorenzo es muy conocido en el ambiente del fútbol, ya que “trabajé como ayudante técnico en inferiores. Estuve en el club San Pablo, en San Martín. Me gustaba mucho. ¿Si salieron muchos cracks? No sé, pero de que salieron buenas personas no tengo dudas”, culmina este hincha de Cipo y de Boca que “jugué con los veteranos de San Martín”.
Y un día Lorenzo, el popular placero, volvió al Rosauer y emocionó a todos.
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