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Teo, el perro que espera por su dueño en un hospital de Neuquén

Nadie fue a reclamarlo y los trabajadores del Heller se turnan para cuidarlo. Temen que espere por alguien que ya no va a regresar.

En medio del trajín de médicos y enfermeros, entre la rutina abrumadora de la lucha contra la pandemia y frente al dolor y la incertidumbre de los pacientes, un habitante solitario del HospitalHeller afronta este nuevo contexto con estoicismo. Teo, un perro mestizo de pelaje marrón, duerme todas las noches en los pasillos del área de cuidados críticos. Y espera. Nadie sabe muy bien por quién, pero los trabajadores que lo cuidan temen que el animal esté aguardando por alguien que ya nunca va a regresar.

Hace poco más de dos semanas, el perrito llegó al Hospital Heller de noche y rogó que lo dejaran entrar a uno de los pasillos. No exploró demasiado ni se interesó por colarse en lugares no permitidos: simplemente se acostó en el piso y se dedicó a esperar.

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“Siempre entran perros en el hospital, pero este tiene una mirada diferente”, dijo el médico clínico Matías Heller, que suele cruzarse con el animal en sus agotadoras jornadas de guardia. Según él, hay algo triste en sus ojos que no tienen los demás.

Con el paso de los días, Teo se ganó un lugar entre los empleados del hospital. Por su buen comportamiento, los trabajadores lo dejan ingresar a los pasillos para que no duerma solo en la calle, y le dan lo que sobra de las viandas que se cocinan para los pacientes internados.

“Es un sol, nunca ladra ni molesta, sólo duerme acostadito en la entrada de cuidados críticos”, dijo una de las secretarias de la guardia. Teo cruza las patas por delante de la cabeza y aguarda. De tanto en tanto, recibe algo de comida, agua o hasta la caricia de un médico que pasa por el lugar. Cada mañana, se para cerca de la puerta para que alguien le abra y lo deje salir otra vez.

El perro se aleja todas las mañana, pero regresa cada noche al mismo sector del Hospital Heller, en pleno Oeste neuquino. Muchos sospechan que en el área de cuidados críticos está o estuvo su dueño, y que Teo sólo se acerca para prestarle su compañía.

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“Nadie vino a reclamarlo, todos suponemos que está acompañando a alguien pero no sabemos cuál fue el desenlace de ese paciente”, detalló la secretaria, que es una de las cuidadoras del animal. Aunque no tienen forma de comprobarlo, los trabajadores creen que hay una razón especial detrás de la presencia de Teo en los pasillos, que no se limita a la búsqueda de refugio y alimento.

Agotados por la lucha contra la pandemia, los profesionales de la salud encuentran en Teo un gesto conmovedor, una fe restaurada, un halo de esperanza para redoblar sus esfuerzos. La espera incorruptible de Teo les recuerda a otro perro famoso: Hachiko, que tuvo un gesto similar en Japón y cuya historia fue inmortalizada en una película protagonizada por Richard Gere.

“Como muchos de mis compañeros, me tocó atravesar el Covid, y durante el aislamiento vi la película”, señaló Heller y aclaró que ese film le ayudó a descargarse de toda la angustia que solía llevarse a su casa después de sus guardias en el hospital. Ante el avance desolador de la pandemia, la mirada triste de Teo y su amor incondicional funcionan como un rayo de ternura entre tanta oscuridad.

“Siempre me lo cruzo, me lo quedo acariciando y me dan ganas de traérmelo a mi casa”, explicó el médico, que vive en una zona rural de Cipolletti. Aunque muchos empleados se interesaron por adoptarlo, nadie sabe si Teo quiere alejarse de su puesto de guardia en los pasillos del hospital. Quizás, como Hachiko, busque escaparse para regresar al área de cuidados críticos. Y dedicarse a esperar.

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