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La mujer olvidada: ni la muerte pudo contar su historia

Pasaron cinco años y nadie preguntó por ella en ningún punto del país. Se desconoce su identidad, la causa de muerte y cómo llegó al lugar donde fue hallada.

El misterio de la muerte de una mujer que alguna vez sacudió a la fiscalía y a la Policía se ha desvanecido en el aire, como un murmullo que se ahoga en la vastedad de Los Barreales. Las hipótesis quedaron congeladas en el tiempo, sin pruebas que las sostuvieran. Otras se disiparon, consumidas por la indiferencia, por el olvido inevitable que entierra hasta los enigmas más oscuros.

De la mujer sin nombre solo queda el recuerdo de un cuerpo hallado demasiado tarde para que la muerte pudiera revelar las causas y su identidad.

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Ya no hay pericias pendientes. Ya no hay expectativas. Solo vacío, misterio y olvido.

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El hallazgo: la muerte asoma

La tarde del 2 de enero de 2020, cuando el sol caía un paisano que pasaba caminando por la nada misma, una picada que lleva al Lago Los Barreales que está a unos 80 kilómetros de la capital neuquina, observó que de las fauces de la tierra emergían una mano y una rodilla.

Se asombró, fregó los ojos y volvió a mirar. Sí, no era una alucinación y mucho menos un espejismo, eran dedos carcomidos por animales. La rodilla presentaba la misma condición.

Entre el estremecimiento y el asombro, el paisano no dejó que lo ganara la indiferencia ni el maldito “no te metas en quilombo”, por lo que dio la alerta a las autoridades.

El llamado a la Policía desató el protocolo. Un móvil de la Comisaría de Vista Alegre llegó al lugar, confirmando que lo que se asomaba no era un animal, era o fue una mujer.

La fiscal de homicidios en ese entonces era Sandra Ruixo, ya retirada, comprendió de inmediato la gravedad del hallazgo.

En tiempos donde los femicidios ganaban las portadas de los diarios y las marchas del #NiUnaMenos copaban las calles, la respuesta de la justicia debía ser tan inmediata como certera.

Ruixo dio la orden de preservar la escena hasta la mañana siguiente, cuando la luz del sol pudiera revelar aquel cadáver que alguien ocultó porque la única certeza de este caso es que alguien enterró ese cuerpo.

Respecto de la ubicación tiene una particularidad y que luego pasará a ser parte de una hipótesis irresuelta. El cuerpo estaba enterrado en una elevación, una suerte de mirador desde el que se puede observar a lo lejos el lago, manso, indiferente y silenciosos.

El viento, que todo lo toca y todo lo borra, había hecho su trabajo. No había huellas definidas, no había rastros claros de quién depositó allí el cadáver. Solo la certeza de que el viento erosionó lentamente las capas de tierra para hacer emerger ese cuerpo. Viento cómplice, delator e impune.

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Cuando los peritos retiraron el cadáver y lo trasladaron al Cuerpo Médico Forense, la esperanza de obtener respuestas seguía en pie a pesar del grado de putrefacción avanzado en el que estaba.

Sobre el frío metal el cuerpo se negó a brindar mayores indicios. Durante la autopsia los forenses no pudieron determinar la causa del fallecimiento.

No hubo heridas evidentes, no hubo fracturas, no hubo signos innegables de violencia. La única verdad registrada en un papel es la misma desde hace cinco años: “muerte indeterminada”.

Las hipótesis que se desvanecieron

En su momento, la Policía y la fiscalía intentaron reconstruir la historia de la mujer. Buscaron su identidad en las bases de datos de personas desaparecidas en Neuquén, Río Negro, La Pampa y Mendoza. El resultado fue siempre el mismo: nadie con sus características había sido reportada como perdida o desaparecida.

Las primeras teorías apuntaban a un homicidio. Se especuló con un envenenamiento, con una muerte calculada y limpia, sin rastros. Pero la pericia toxicológica nunca trajo una respuesta definitiva. El tiempo pasado afectó y mucho la investigación.

También se barajó la hipótesis de trata de persona. Una mujer que en su juventud fue traída a la zona y que al morir fue descartada en el lugar. Era una especulación, una probabilidad remota, pero ante la nada cualquier posibilidad debía ser explorada. En este caso no se pudo avanzar en nada.

Otra teoría hablaba de un entierro consentido. “Tal vez la mujer había pedido ser sepultada allí”, confió una fuente a LM Neuquén.

Un hijo, un amigo, amiga, un allegado o hasta un desconocido tras la muerte, violenta o no, cosa que no se sabe por eso figura “indeterminada”, la llevó, cavó un pozo y la enterró a las apuradas.

Suena descabellado, pero en investigación criminal nada se descarta y el entramado que se puede hacer con cada una de las posibilidades parecen ser infinitos.

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Si fue un familiar, ¿por qué no puso un par de piedras a modo de hito? Si fue un conocido porque no dio aviso a las autoridades. Entonces habría que descartar la muerte natural y pensar en un crimen.

Incluso se exploró la posibilidad de que fuera Mapuche, pero no tienen esa costumbre de enterrar en cualquier parte, tienen sus lugares sagrados. Nada cierra y todo se dispara en miles de posibilidades.

En la actualidad las hipótesis dejaron de importar, otros crímenes se han ido sumando y hay familiares clamando justicia. De la mujer enterrada en Los Barreales nadie ha pedido una respuesta.

Cinco años después, el caso es apenas un expediente archivado y salvo que surja algún dato no se reactivará porque no hay absolutamente nada.

Memorias de un forense

En su momento dialogué con Diego Marton, el médico forense que examinó el cadáver. Recordaba el caso no por la brutalidad del crimen, ni por la ausencia de respuestas. Lo recordaba porque, a pesar de haber practicado más de tres mil autopsias, pocas veces había enfrentado un olvido tan absoluto.

“Es increíble que en este tiempo nadie haya reclamado su cuerpo. Que no se haya podido identificar por huellas, por ADN, por nada. La ciencia tiene límites, y este es uno de ellos”, explicó el forense lo que es un caso excepcional.

Tal vez, el solo recordar semejante caso permita que alguien pueda aportar alguna novedad para identificar a esta mujer que yace en una fosa común del cementerio neuquino.

Hay una realidad, en 200 años nadie sabrá quienes fuimos y no quedará familiar alguno que nos recuerde. Así es como funciona. Lo cruel, es que sea en lo inmediato.

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