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Los médicos de Colonia Lucinda, pioneros retratados por el doctor Augusto Ciruzzi 

El registro de Ciruzzi en su gran obra, el relato de esos primeros tiempos con los minúsculos recursos que poseían los territorios nacionales para el desarrollo de la medicina, es un respetuoso recuerdo en el Día del Médico.

En este escrito vamos a homenajear a los médicos en su día, el 3 de diciembre, fecha instituida por la Confederación Médica Panamericana en honor al nacimiento del médico cubano Carlos Juan Finlay Barrés, que descubrió la transmisión de la fiebre amarilla por el mosquito Aedes Aegypti.

Doctor Ernesto Accame

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Descendiente de una tradicional familia el norte de Italia, Octavio Accame decidió venir a América en busca de mejores horizontes. Se quedó en Buenos Aires, donde se dedicó a su actividad de comisionista y corredor inmobiliario y de bolsa.

En Buenos Aires se casó con Justina MacIntosh, con la que tuvieron a Ernesto en 1889. Ernesto estudió en la facultad de Medicina de Buenos Aires y se recibió de médico en la segunda década del siglo XX: se perfeccionó en el Hospital Rawson, en la escuela de cirugía que dirigía Enrique Finocchietto. Unos años después se radicó en el territorio nacional de Río Negro, se instaló en Allen y comenzó a trabajar en el hospital, inaugurado en 1925.

Hombre muy culto, dominaba varios idiomas y militaba en la Unión Cívica Radical. Formó su familia con Julia, enfermera del hospital. En 1930 se produjo la revolución militar que derrocó a Yrigoyen. Ernesto, ya director del hospital de Allen, fue dejado cesante. Se trasladó a vivir a General Roca, donde abrió su consultorio privado: falleció allí afectado de una tuberculosis contagiada de un paciente.

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Doctor Guillermo Xavier De Brito

Había arribado al país en la segunda década del siglo XX, procedente de su Portugal natal. Vivió en la segunda cuadra de la calle Fernández Oro. Había revalidado su título. En 1925 enfermó y falleció.

Doctor Manuel Santín

Su paso por la ciudad cipoleña fue breve. Solamente algunos registros encontrados.

Doctor Juan B. Lafourcade

Se instaló en la actual calle Belgrano de Cipolletti en la segunda década del siglo XX. En análisis de actas realizadas por el doctor Ciruzzi se lo ve integrar la comisión organizadora de la fiesta patria del 9 de julio junto a Pedro Saharrea, Lorenzo Kelly, el juez de paz Ernesto Maruzeta, Adolfo Mengelle, Lorenzo Temossi, Jorge Kossmann y N. Farrington.

Se lo encuentra solicitando a la comisión la clausura transitoria de escuelas por una epidemia de coqueluche.

En octubre de 1926, bajo su conducción e inspiración, se llevó a cabo una asamblea que fundó el Club Cipolletti, que continuó los pasos que había dado años antes el Cipolletti Athletic Club. El doctor Lafourcade fue elegido su primer presidente hasta 1927, en el que le sucedió don Florentino Soules. Como médico municipal fue sucedido por el doctor Ángel Molteni.

Al fallecer su madre, se trasladó a Córdoba a cuidar de sus hermanos: se instaló en la ciudad de Ballesteros, donde ejerció como médico forense y con su consultorio particular. Sus inquietudes sociales lo llevaron a participar en política, se afilió a la Unión Cívica Radical, llegó a ser Diputado Nacional y luego Intendente de Ballesteros. Terminadas sus funciones regresó a trabajar a su consultorio particular el que atendía gratuitamente; se fue empobreciendo lenta y progresivamente; perdió sus propiedades.

Fue un apasionado de los deportes, legó a los argentinos dos clubes de fútbol: el Club Atlético Cipolletti y, en Córdoba, el Club Atlético Talleres de Ballesteros.

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Compartimos las expresiones vertidas por el doctor Ciruzzi: “Su principal legado ha sido su ejemplo: por haber sido uno de los primeros médicos de Cipolletti se preocupó por la sociedad en la que vivía. Su poder de iniciativa creadora y su honestidad deben servirnos de guía (…) Ya quisiéramos que algún político de hoy pueda ufanarse de haber pasado por la función pública y salir de ella siendo más pobres que antes. Su ejemplo conmueve, y su memoria debería ser reivindicada con énfasis.

Doctor Ángel Molteni

Afamado médico radicado tempranamente en la ciudad cipoleña, fue un precursor. La plaza entre las calles Río Collón Cura, El Salvador, Bolivia y Río Neuquén lo homenajea. Una vecina de la ciudad cipoleña se trasladó al lugar a tomar foto, la plaza- hermoso espacio verde- sin cartel que la identifique.

Este médico pionero había arribado a Cipolletti con la empresa constructora del dique puente. Primero se instaló como médico en Contralmirante Cordero debido a que el Ingeniero Lépori, profesional a cargo de la construcción del dique puente, era su cuñado, ya que estaba casado con su hermana Teresa. Al finalizar el trabajo en la obra, el doctor Molteni instaló su consultorio en Colonia Lucinda, en la primera cuadra de la calle principal (hoy Fernández Oro), a metros de su casa, ubicada en calle Mengelle.

En el acta de la comisión de fomento de diciembre 1928 consta la entrada de una factura de sus honorarios desde marzo a agosto de ese año: le contestaron que, dada la escasez de recursos, le ruega que espere hasta que se reciba el pago por parte de Nación.

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Médico precursor, ya que instaló el primer aparato de rayos X y radioscopía que tuvo la ciudad. Una anécdota de la época, contada por miembros de la familia Herzig —de la que ya hemos contado su historia— dice que tenía un automóvil de lujo para la época, un Isotta Fraschini, con el que hacía visitas domiciliarias en Cinco Saltos y en Catriel. Cuando llegaba a visitar a algún enfermo en las chacras, se lo oía antes de verlo por los ruidoso de su motor. Por el frío en el invierno, lo guardaba en el galpón de don Bernardo Herzig. Enfermó de otitis y por la falta de antibióticos falleció. En la década del 30 se remataron sus bienes debido a que su viuda quedó en mala situación económica.

En el Día del Médico el homenaje al doctor Augusto Ciruzzi por su desempeño profesional en Cipolletti y por su brillante investigación acerca de los profesionales asentados tempranamente en estas tierras de la Norpatagonia, por consignar el coraje que eso conllevaba, sin elementos apropiados para ejercer la profesión, armados solamente con sus conocimientos y su espíritu.

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