Leñas y garrafas se pagan caro en la comunidad perlense
Para los hogares de gran parte de la población es una proeza asegurarse mes a mes la provisión necesaria para calefaccionarse y cocinar. Acuden a la electricidad, pero las facturas pueden resultar muy elevadas.
En Las Perlas, como en todo el país, el alza de los precios y las limitaciones en materia de servicios se hacen sentir con más rigor en los días fríos, húmedos y lluviosos como los de esta época. La inflación desgasta los hogares de la comunidad y, sobre todo, pega con más fuerza a las familias en situación económica vulnerable.
La obtención de medios para calefaccionarse se vuelve uno de los problemas más extendidos. Y no es para menos, puesto que los valores de la leña y las garrafas son cada vez más elevados y si se consume más luz para calentarse las facturas pueden venir bastante altas después.
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El vecinalista Roque Sardá manifestó este jueves que, en su comunidad, el bin de leña dura, que es más calórica y rinde más tiempo, ya cuesta alrededor de 6.000 pesos, en tanto que los leña de madera blanda, como la de los frutales, ronda los 4.000 pesos. Y el hecho es que una familia requiere de no menos de cuatro bines para satisfacer sus necesidades mensuales.
Con los bajos ingresos imperantes, destinar unos cuantos miles de pesos solamente para la adquisición de leña resulta todo un reto. Y más en una población, como la perlense, donde abundan los cuentapropistas, los artesanos y los trabajadores que hacen changas y que disponen de escasos recursos para afrontar sus requerimientos domésticos.
En la comunidad, tampoco se vuelve fácil comprar garrafas. Sardá indicó que su precio oscila entre 900 y 1.100 pesos y dependerá de su uso la cantidad que en una vivienda deban adquirir al mes para sus necesidades. En todo caso, siempre serán varias si su utilización es muy intensiva.
El referente aseguró, por lo demás, que ya tiene comprobada la mala calidad del gas de las garrafas, muy inferior al gas natural de red, que no está disponible en Las Perlas. Él lo ha sufrido porque, por el menor nivel calórico que tienen las garrafas, no ha podido utilizar una cocina de calidad y alta tecnología que había adquirido. "No la puedo usar, la tengo abandonada, no se podían cocinar panes ni tortas porque con la falta de calor la masa no leudaba, no levantaba", enfatizó.
Por ello, ha optado por el suministro eléctrico, que está normalizado en el sector en que habita. Sin embargo, conoce el riesgo de que un alto consumo puede depararle después facturaciones muy onerosas, así que, por ejemplo, controla bien el tiempo de uso de los aparatos para calefacción y para cocinar de que dispone.
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