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El sueño de joven choripanero de Ruta Chica que movilizó a toda una familia

La historia de Agustín -20 años-, que este sábado tuvo su segunda jornada en la venta ambulante y quiere "salir adelante" con el apoyo de su entorno.

Su mamá Norma preparó la deliciosa salsa criolla, su papá Marcelo fue a buscar la leña y su hermana Cecilia se encargó de promocionarlo en redes sociales. Su cuñado y sus tíos también le hicieron el aguante y el apoyo moral en el puestito, con reposeras y todo. Agustín vende los chori “más ricos” de la Ruta Chica que aza en un chulenguito a la vera del camino, en Fernández Oro, y tiene a la familia sumamente unida para apoyar su emprendimiento.

Pese al día gris y la temperatura que no llegaba a los 10 grados, el joven andaba en manga corta y sonriente. “Al lado del fueguito hace calor”, explicó aunque en verdad debe ser su fuego sagrado y esa mezcla de entusiasmo, pasión y adrenalina lo que también elevaba la temperatura corporal.

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Tiene apenas 20 años y muchos sueños. También un concepto claro y visión de futuro. El joven emprendedor contó que decidió sumarse a la venta ambulante “todos los sábados, este es el segundo” porque considera que el trabajo en forma independiente “es lo mejor, te queda toda la ganancia. Y la comida hoy en cierto punto es negocio”, aseguró frente al acceso al Barrio Los Frutales.

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Es el primer paso de muchos que espera dar en el mundo comercial este orense que completó sus estudios secundarios en el Industrial, domina bien el inglés y también tiene experiencia laboral a partir de sus numerosas habilidades.

“Estuve en herrería, en construcción, manejo bien vehículos desde los 12 años. Y actualmente en la semana vendo rosquitas y estoy armando horno industrial para hacer pollo, algo más grande. Lo reparto a domicilio, no cobro el envío”, señaló mientras despachaba a un padre y un hijo que por allí circulaban y se “tentaron” con el olorcito.

A las brasas tomaban color los últimos cinco choris que le quedaban. Se planteó, entonces, si ir a buscar más de una escapada al supermercado de la esquina o levantar campamento una vez que se quedara sin mercadería.

Los choripanes de ruta chica vuelan

“Me quedé corto esta vez, aunque si veo que hay mucha demanda puedo ir a buscar más… Son chorizos comunes, los vendo a $4.000 y $300 el vaso de gaseosa. A la gente no le gusta que estén pasados de grasa, ni que tengan huesitos, así que prefiero vender algo clásico y rico. Aunque la clave es la ensalada criolla de mi mamá, bastante rica, acá se la quieren comer a cucharadas”, bromeó el joven que en su casa no deja que nadie le “invada” la parrilla.

Con visión de negocio y pensando más allá, Agustín admitió: “Me gusta porque es algo propio, un negocio que recién estoy empezando y pienso en crecer. A futuro quiero hacer algo en mi casa, vivo enfrente del Hospital nuevo -se estima que inaugura a fin de año- y quizá arme algún parador”, adelanta ilusionado con esa oportunidad que se puede presentar.

Si bien está ubicado en un punto estratégico, donde los automovilistas deben reducir la velocidad y lo distinguen más fácil, la competencia lo tiene sin cuidado ya que “el sol sale para todos”, afirmó el muchacho con madurez.

Gran hermana y un papá compañero

Lo bancan todos en su entorno pero de sus cuatro hermanos (“uno vive en El Bolsón y el resto acá”), la que más metida está con el proyecto de Agustín es Cecilia, que “tiene mucha llegada en redes sociales, ella es la de marketing jaja”.

Con gorrito de lana rosa, haciendo juego con la remera de Agus pero mucho más abrigada que él, Cecilia se sumó a la charla y solo tuvo palabras de elogios. “Me gusta el proyecto que tiene ahora, siempre fue alguien que quiere salir adelante, crecer. Si hay ganas se puede, estoy orgullosa de él. La salsa criolla de mi mamá es la más rica del mundo -risas-. Y salen buscar leña con mi papá. Aparte es súper inteligente”, destacó a su hermano quien a la vez se gana el mango como niñera.

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Papá va y viene pero se hace tiempo para dejar su opinión. “Muy contento porque tiene un puestito de laburo, su propio negocio como quería. Siempre estoy apoyando en todo. Es un capo”, dice el hombre, chofer de una empresa de Turismo y le pregunta a su hijo “¿hace falta algo?”.

Agustín, el choripanero emprendedor que sueña con salir adelante y se “come la cancha” con el apoyo de su familia. Historias así “dan gusto”.

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