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Casa Arigón, emblemático comercio del corazón cipoleño

Recorremos los 62 años de historia para "El hogar de la máquina de coser en Cipolletti".

Una vez más recordamos la labor de la historia oral en la reconstrucción del pasado de un lugar o familia a través de los testimonios de sus familiares y /o descendientes.

Este es el caso de don Roberto Arigón, oriundo de Bahía Blanca. Desde muy chico trabajó repartiendo diarios junto a su hermano y, luego, como ayudante de carnicero. Contrajo matrimonio con Dora Unzueta, también de Bahía Blanca. En 1944 nació su primer hijo, Víctor Roberto. En ese momento, don Roberto se desempeñaba como pintor de la empresa Ford.

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Decidió junto a un amigo Raúl trasladarse a General Roca, a donde llegaron contratados por la empresa de transporte de pasajeros El Valle para pintar los colectivos. Este trabajo le permitió a don Roberto traer a su esposa e hijo. Tiempo después recibió la propuesta de la fábrica de máquinas de coser Singer, que le ofreció la representación oficial, venta y reparación en el Alto Valle de las máquinas.

Por ese motivo viajó a Buenos Aires para realizar un curso de reparación. Su sueño era la apertura de su negocio: Casa Arigón fue el nombre elegido. Y ahí empezó a hacerse el sueño. En una construcción de adobe, en la calle Belgrano 1533, instaló su comercio de máquinas de coser, venta y reparación. Así fue creciendo: don Roberto y doña Dora, ambos al frente del emprendimiento trabajaban y trabajaban sin cesar.

Al lado había un inquilinato, que tiempo después compró, para demolerlo y construir ahí, lo que sería ya definitivamente el local de Casa Arigón, en General Roca. Fueron incorporando más artículos: muebles, electrodomésticos y todos los rodados para el bebé. “Casa Arigón, el hogar de la máquina de coser”, y “La cuna roquense”, fueron los slogans de las publicidades que comenzó a hacer don Roberto para promocionar su comercio.

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Nacieron sus hijos Omar y Mario. Todos colaboraban con sus padres además de estudiar, pero a Víctor, el mayor, fue a quien más le gustó la actividad comercial. En el valle había pocos comercios del rubro. Así fue expandiéndose Casa Arigón, con sucursales en Villa Regina, Cutral Co y Cipolletti, cada una con sus respectivos empleados y la conducción general desde la casa central de General Roca, ejercida por don Roberto.

Casa Arigon en Cipolletti

En 1960, don Roberto y su esposa Dora, visionarios, idealistas, ingeniosos y emprendedores, abrieron una nueva sucursal. Alquilaron la propiedad de doña Ifigenia Manso, en Irigoyen y Sáenz Peña

Así nació la tercera sucursal de Casa Arigón de General Roca “La cuna roquense,” como se la denominaba. Durante seis años el negocio fue administrado por Gerardo Cofre y el señor Fernández.

En aquellos tiempos Casa Arigon era el único comercio que vendía todos los rodados para bebé, además de ser el service oficial de las máquinas de coser Singer.

En 1966 don Roberto puso al frente del local a su hijo Víctor Roberto: tenía 16 años. Se trasladaba desde General Roca todos los días para atender el negocio. Era un joven muy responsable, que hizo crecer el comercio.

En los momentos libres, Víctor se dedicaba a la música: tenía un conjunto llamado Black River que recorría las localidades vecinas amenizando bailes. Víctor tocaba el acordeón y el piano.

Con el dinero extra logrado con las actuaciones del grupo, compró una moto Gilera, luego una camioneta Ford. En 1968 la vendió y compró un Citroën 3CV 0 km para poder llevar y repartir la mercadería.

El 25 de mayo de 1968 Víctor, luego de tres años de noviazgo, se casó con Eva Rosa "Rosita" García. Víctor y Eva le compraron el fondo de comercio a don Roberto. Dos años después le adquirirían a su propietaria la esquina, que acondicionaron para vivienda y comercio.

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En 1973 llegó el primer hijo: Guillermo. Siete años después llegarían María José y luego Miguel Ángel; ocho nietos completan la familia. El crecimiento de la familia los llevó a construir su casa en Sáenz Peña 581.

Eva Rosa, además de dedicarse a la docencia, colaboraba en la parte administrativa, en venta y hasta enseñaba a las clientas a utilizar las máquinas de coser, a bordar, según las demandas de los clientes. En fecha de mucho trabajo colaboraba en el reparto y cobraba. En las décadas de los 70 y 80, Casa Arigón llegó a tener dieciséis empleados.

Don Roberto, junto con otros comerciantes, organizó Credi Faro en General Roca, la primera primera cooperativa de crédito de la zona.

Roberto fue vendiendo las sucursales, al igual que una chacra en Villa Regina y se trasladaron nuevamente a Bahía Blanca, con Mario y Omar, sus otros hijos que aún estudiaban. Víctor se quedó en Cipolletti manejando la sucursal, siguió sus consejos y organizó en esta ciudad junto a los comerciantes Ludman, Nuin, Suraire, Ottaviano y otros la Cooperativa de Crédito Credicom.

También participó activamente en la cámara de comercio, y fue integrante del grupo de boy scouts “General Pacheco” de Cipolletti.

En 1983 ingresó a trabajar Irma, que se volvió parte esencial en el funcionamiento del local. “Ingresó un 17 de febrero, con diecisiete años de edad. Su tarea a realizar sería venta y administración con manejo de caja. Era su primer empleo, no sabía para nada de roscas de gas, conexiones y demás. Tuvo que aprender mirando y escuchando sobre esto que era nuevo para ella. En esa época trabajaban tres empleados más que ayudaban en el reparto de mercaderías y en el taller. Se vendían repuestos como ahora, para máquinas de coser, electrodomésticos, cocinas, caloramas, etc. También colchones, muebles para dormitorio, comedor y cocinas, rodados para bebes, triciclos, bicicletas y las piletas de lona para el verano. Se vendía a crédito, en cuenta corriente y se pactaban las cuotas solo de palabra, que se cumplía”, recordaron.

“Hermosas épocas donde se hacían repartos a domicilio en Cipolletti y en otras localidades y a veces, hasta pasadas las 21”.

“En el taller se reparaba de todo, y cuando digo de todo me refiero a máquinas de coser, cocinas, caloramas, lavarropas, heladeras y cualquier otro electrodoméstico. En ese tiempo se trabajaba mucho porque el electrodoméstico se reparaba, no se cambiaba por otro nuevo”.

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También realizaban la recarga de gas en garrafitas de camping, que también se reparaban si era necesario. En temporada de pesca se trabajaba hasta con dos recargas en el día.

Los tiempos fueron cambiando de a poco y algunos empleados dejaron de trabajar: Irma se quedó trabajando con Víctor, con responsabilidad, respeto y amabilidad hacia los clientes. En esos tiempos venían viajantes ofreciendo sus mercaderías, Víctor los atendía en su oficina, hacía las compras y se abonaba en general con cheques para pagar en 120 días o más.

Por las tardes llegaban al local sus hijos que venían de la escuela. A veces Rosita los esperaba y los llevaba a la casa después de haberse tomado unos mates con su marido Víctor.

En 1991 se enteran con tristeza que a Víctor lo afectó una enfermedad terminal que en 1992 lo llevó a la muerte.

Rosita, como docente, tuvo que repartir sus horas entre la pasión de enseñar, la responsabilidad del comercio y la atención de los hijos, aún niños todavía: decidió luego acceder a la jubilación y se abocó de lleno al comercio.

Rosita e Irma, juntas, aprendieron a manejar lo que Víctor Arigón tanto amaba: su negocio. Irma se encargaba de las ventas, de los repuestos y conexiones, que aprendió muy bien y hoy lo maneja y trata de aconsejar a los clientes en lo que puede y conoce.

Rosita e Irma concuerdan en que “las crisis económicas del país no nos fueron ajenas, pero las fuimos pasando, sorteando los momentos difíciles incorporamos nuevos anexos que nos permitieran seguir adelante y no caer”.

Estos nuevos anexos fueron blanco, lencería y perfumería, bazar, que son responsabilidad de Rosita.

En 2002 la razón social pasa a nombre de Irma: el comercio siguió su curso. Por cuestiones de espacio ya no se vendieron muebles porque no había espacio para armarlos y exhibirlos: la reparación de electrodomésticos quedó a cargo de Miguel. También empezó a colaborar el hijo de Irma, Juan, que aprendió lo que de a poco le fue enseñando su madre. Hoy todos siguen atendiendo como siempre, con la misma calidez, las mismas ganas y confianza que en sus momentos tuvo su fundador don Víctor Roberto Arigón.

“Son 62 años de historias, de épocas buenas y malas también, pero aquí estamos y seguiremos siempre con la esperanza de un tiempo mejor porque a cada crisis se le dio batalla y porque amamos lo que un día construyeron don Roberto y doña Dora y su hijo Víctor Roberto Arigón”, expresan con alegría los actuales integrantes de Casa Arigón: Irma, Juan, Rosita y Miguel.

Sentidas palabras, un relato colmado de emociones, de recuerdos, de historia de un comercio que continúa firme en la esquina cipoleña y que no solo es uno de los negocios clásicos de la zona, también es un pedazo vivo de historia.

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