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Buscan revalorizar la flora autóctona en espacios verdes

Mujeres cipoleñas recorren y estudian la barda en busca de plantas.

Aún en zonas desérticas hay vida silvestre que se aferra al entorno y lo hace sustentable. Muy cerca del viento rebelde, de las heladas y la sequía que surca la tierra, hay una usina de plantas autóctonas que embellecen el monte, como guardianas de un desierto expansivo. No hace falta ser un erudito para encontrarlas. "Solo hay que salir a caminar por la barda", dice Diana Roglich, miembro de la comisión directiva y voluntaria de Maipué Jardinería, la organización no gubernamental que funciona hace ya 32 años en esta ciudad, y abre sus puertas a la comunidad, desde una antigua casona que asoma entre los árboles del Parque Rosauer.

Ella y dos cipoleñas más recorren la barda regularmente hace muchos años para conocer, estudiar y poner en valor la flora silvestre que puebla los alrededores de esta ciudad. "Está el concepto de que allí no hay nada, pero la belleza de la barda es la belleza de lo agreste, y es valiosísimo el patrimonio que ofrece todo el ambiente", sostuvo.

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Las jarillas que hermosean el monte con su flor amarilla, el chañar y su tronco verde amarillento que resplandece todo el año. El monte negro, de la familia de la flor Santa Rita, y una diversidad de cactus con floraciones bellísimas que crecen al pie de otras plantas, como la pichana.

Todas son plantas de la zona que, además de embellecer el entorno, presentan atributos para la medicina, el arte culinario, lo ornamental y la jardinería, sumado a la posibilidad de remediar zonas arrasadas por la explotación hidrocarburífera. "Cuando la gente conoce lo que hay, lo valora", indicó la voluntaria de Maipué.

El objetivo de la escuela de jardinería Maipué es poner en valor las plantas autóctonas, dejando de lado la mirada europea.

A su vez, comentó que desde la fundación quieren sacar un libro y hacer un sendero de interpretación sobre terrenos de un particular que cedió en comodato para tal fin, ubicado hacia el norte del paraje El 30, uno de los enclaves que recorren para identificar y tomar registro de la riqueza autóctona que rodea a esta ciudad, además del Cerro Azul y la Margen Sur, frente a la Isla Jordán.

Diana se ocupa de tomar registro fotográfico de cada especie que encuentra a su paso. Otra compañera de caminatas por la barda tiene la habilidad de identificarlas y una más completa el trío con el aporte de sus anotaciones.

Además de identificarlas, registrarlas y seguir los cambios estacionales, estudian, investigan y herborizan todo el material que recogen en sus caminatas por la barda. Incluso echan mano del GPC para tener las coordenadas de la planta que examinan y así no perderse en la inmensidad del monte que recorren.

"Con todo este material hemos elaborado fichas, pensando en la persona que sale a caminar por la barda y puede llevarlas para identificarlas", comentó.

Ahora necesitan conseguir los fondos para lograr la publicación del libro que informe sobre las especies que registraron en los alrededores de Cipolletti, muchas de ellas, endémicas. "Estamos absolutamente convencidas de que hay que cuidar las zonas desérticas, guardan una cantidad de especies muy valiosas para el ecosistema natural. Por eso queremos difundir todo el material que tenemos, para proteger la barda", sostuvo Diana.

Proyectan jardines sustentables para toda la ciudad

La puesta en valor de lo autóctono tiene un capítulo aparte en el seminario que dictan en la escuela de jardinería Maipué, para realizar parques sustentables. En Cipolletti, la propuesta aún no se cristaliza en los espacios públicos, pero en Mendoza, de características similares a la región patagónica, existen grandes plazas que echan por tierra la mirada europea y rescatan mucho más la flora autóctona. Al respecto, Diana Roglich, voluntaria de la organización, explicó que "con las plantas autóctonas se puede planificar un jardín de bajo mantenimiento y la intervención que hacemos tiene el menor impacto. Son plantas que no requieren mucho riego ni agroquímicos". A su vez, concluyó que se trata de "una tarea que alentamos, pero es paulatina, porque implica desaprender lo aprendido y cambiar la mirada europea de los jardines ingleses siempre verdes".

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