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"No me olvides": el mensaje que una de las víctimas del Primer Triple Crimen de Cipolletti le dejó a su amiga

Martina y Alejandra, visitaron Bajá la Data en el stream de LM Play y recordaron a sus amigas a 28 años del triple femicidio que marcó la historia de Cipolletti.

Cipolletti nunca más fue lo mismo. Con el tiempo, quedó a las claras que el Primer Triple Crimen estaba lleno de saña y de entramados muy oscuros. Ese pesado antecedente, al que luego se fueron sumando otros hechos tan o más aberrantes. Cada noviembre vuelve la misma sensación. Una mezcla de angustia, bronca y cansancio que se instala sin aviso. “Nos pasa todos los años. Llega esta fecha y el cuerpo lo siente. No lo manejamos, no se puede cerrar. Se nos pasó la vida esperando justicia”.

Esa herida sigue abierta. El 9 de noviembre de 1997 tres jóvenes desaparecieron mientras caminaban por una zona de chacras, y dos días después la ciudad se paralizó con la noticia de que habían sido encontradas sin vida. Desde entonces, cada aniversario se convierte en un recordatorio de lo que no se esclareció y de lo que aún duele.

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Martina y Alejandra crecieron con ellas, compartieron la adolescencia, los sueños y la vida simple de una ciudad que, dicen, “era linda para vivir, pero escondía un monstruo”. Hoy, a 28 años, hablan no solo del crimen sino de la amistad, del miedo que vino después y de la necesidad de mantener la memoria encendida.

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Alejandra Meraviglia (derecha) y Martina Blocki (izquierda), las une el dolor y la amistad. Ambas coinciden en que el olvido es la verdadera muerte. Hoy, sin negar el miedo que causa enfrentar a todo un sistema que trabajó para garantizar la impunidad, siguen estando al lado de sus amigas. Ambas prefieren no estar en Cipolletti, una ciudad que "sigue escondiendo un monstruo".

La fecha que no se olvida

“Nos pasa algo inconsciente”, cuenta Alejandra. “Llega el 9 de noviembre y se nos mueve todo. Pasamos de la bronca a la angustia, y terminamos con esa incertidumbre de siempre.” Ella era amiga de María Emilia González, una de las tres víctimas. Se conocieron en la secundaria, compartieron charlas, proyectos, mates, sueños: "Esa tarde iban a caminar, como lo hacíamos todos. Nadie podía imaginar lo que iba a pasar.”

Alejandra aún recuerda la secuencia con precisión: el domingo que se quedó en casa de sus padres por casualidad, las horas que pasaron sin noticias, los llamados, la espera interminable. “Nunca pensé que podía haberles pasado algo. Esperaba que abrieran la puerta y estuvieran ahí. El lunes empezamos a buscarlas todos, vecinos, amigos, la escuela. Pero la policía nos desviaba, nos mandaban para distintos lados. Ya después todo fue confusión.”

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Martina, amiga de Paula, tenía 16 años. “Era la primera vez que entendíamos algo así, fue un impacto total. Cipolletti se paralizó. Era una ciudad tranquila, pero en el fondo escondía un monstruo, y lo sigue escondiendo.”

Ese lunes ella llegó a la escuela y notó el silencio. “Pregunté dónde estaba Paula, y me dijeron que había desaparecido. A los 16 años la muerte no existe. Pensamos que somos inmortales.”

“No me olvides”

Paula, amiga de Martina, era fan de Calamaro y de los Guns N’ Roses. En sus cuadernos escribía su nombre acompañado de “de Calamaro”, y entre dibujos y dedicatorias repetía siempre una frase: “No me olvides”.

Martina todavía guarda esas hojas. “En todos mis cuadernos me escribió eso. Y lo entendí muchos años después. Revisé uno por uno y guardé todo: pruebas, escritos, cartitas. Creo que ese ‘no me olvides’ es lo que más me quedó grabado. Y por eso me parece tan valioso que año tras año se las recuerde. Porque la única muerte es el olvido.”

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Las dos coinciden en que mantener viva la memoria es una forma de justicia frente a la impunidad. “Nosotras crecimos, envejecimos, pero seguimos en el mismo lugar" dice Alejandra y agrega "todos los años pedimos lo mismo: justicia. Y seguimos con las mismas dudas.”

El miedo que vino después

Antes del crimen, caminar por Cipolletti era algo cotidiano. “Nosotras no teníamos miedo”, recuerda Alejandra. “Íbamos por los barrios, tomábamos el último colectivo, nos quedábamos charlando. Después de lo que pasó, ese miedo se volvió parte de todo. Yo lo traslado a mis hijas: dónde estás, a qué hora venís, cómo estás. Eso antes no existía.”

Las primeras marchas por justicia fueron multitudinarias. “Hoy vamos los que siempre estuvimos, y somos pocos”, lamenta. “Pero cuando veo las fotos en blanco y negro pienso: ellas tenían colores, tenían vida.”

1997: el hecho que marcó a Cipolletti

El domingo 9 de noviembre de 1997, las hermanas María Emilia (24) y Paula González (17), junto a su amiga Verónica Villar (22), salieron a caminar por una zona rural de Cipolletti. No regresaron.

Dos días después, el 11 de noviembre, sus cuerpos fueron encontrados por un vecino que paseaba con su perro, semienterrados junto a las vías del tren, en el paraje Los Olivillos. Las tres habían sido golpeadas, atadas, y presentaban heridas de arma de fuego y arma blanca respectivamente.

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La conmoción fue inmediata. La búsqueda se había realizado en esa misma zona sin resultados previos, lo que generó críticas hacia la policía y el manejo de la investigación.

Con el tiempo, fue condenado Claudio Kielmasz a prisión perpetua como partícipe necesario del crimen, aunque su responsabilidad plena y la participación de otras personas siempre quedaron en duda.

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Claudio Kielmasz, el único condenado por el Primer Triple Crimen.

Claudio Kielmasz, el único condenado por el Primer Triple Crimen.

Las familias y los allegados sostienen que hubo encubrimiento, complicidad estatal y una investigación deliberadamente mal hecha. “No se hizo todo mal por inoperancia, se hizo todo mal adrede. Estaba todo milimétricamente calculado” señala Martina.

Las certezas que faltan

“Yo leí la sentencia. Dice veinte veces la palabra ‘certeza’. No se puede determinar con certeza nada. La única certeza es que aparecieron tres chicas muertas el 11 de noviembre de 1997. El resto no se puede afirmar”, indignada comenta Martina.

También recuerda que muchos testigos del caso murieron en circunstancias dudosas entre 1998 y 1999. “Y de eso tampoco se investigó nada. Las certezas están en el pisoteo de la escena, en el entorpecimiento, en la complicidad. Esa es la única verdad que hay”. Hubo dos testigos claves muertos, uno apareció decapitado y el otro fue atropellado.

Alejandra coincide: “El lunes la policía dejó de buscar porque no había nafta. Nosotros les ofrecimos pagarla. Y al otro día aparecieron ahí nomás, muy cerca de donde iban a caminar. Es imposible pensar que una sola persona las haya doblegado. Hubo más. Y el accionar de Kielmasz para mí fue guiado, guionado. No se presentó solo, alguien le marcó el camino.”

La vida que sigue, el recuerdo que no se apaga

Las dos amigas coinciden en que el crimen cambió a la ciudad para siempre. “Nadie supo qué hacer —dice Martina—. No hubo contención. Fue como si algo se hubiera roto para siempre”.

Recuerda el día que volvió a la escuela después del entierro. “Habían sacado el banco de Paula. Hasta esa torpeza me quedó grabada. Una parte de nuestra inocencia se fue con ella.”

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La nota que escribió Martina en 2012 por los 15 años de impunidad del Primer Triple Crimen.

Alejandra también carga con el paso del tiempo y la necesidad de cuidar la memoria. “Yo no quería que ensuciaran sus nombres, me daba bronca leer lo que decían los diarios. Nada justifica que las hayan matado. Me gustaría que las recordaran con vida, con sus colores, no en blanco y negro.”

Memoria viva

A 28 años, Cipolletti todavía busca respuestas. Pero más allá de la causa judicial y las ausencias, persisten los lazos, los recuerdos, las cartas guardadas en una caja.

“Lo único que me importa —dice Martina— es que las chicas sigan en la memoria. Porque fueron las primeras de muchas, y porque todavía hay un montón de cómplices sueltos”.

Entre hojas amarillentas, en los márgenes de un cuaderno adolescente, Paula había escrito una y otra vez tres palabras que el tiempo no borró: "No me olvides".

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