"Pienso que sería mejor si me hubiera matado"
Este martes comienza el juicio contra su abusador y el de su hija. Le ocasionó daños y trauma psicológico.
“Algo me dice que voy a ganar el juicio, pero en realidad yo ya perdí. Estoy muerta en vida”. Son las palabras de Maria, que hoy se presentará en los estrados por el comienzo del juicio a su ex pareja, acusado de violencia de género y abuso sexual hacia ella y su hija de nueve años.
El agresor quedó en prisión preventiva el 9 de febrero de 2019, cuando se presentó en la casa de la víctima, de la cual ya estaba separado, para invitarla a un viaje a Chile. Ante la negativa, la golpeó por la espalda con una silla de algarrobo, le dio patadas en el suelo y abusó sexualmente de ella en presencia de las dos hijas que gritaban desconsoladas. Tiempo después, la Justicia pudo corroborar que una de las hijas de la víctima, que tenía 9 años, también presentaba síntomas de abuso.
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La mujer espera la pena máxima para su agresor y, además, denuncia casos de violencia por parte de la familia del hombre, que la hostigaron. “Tengo la suerte de llegar a la justicia porque tengo pruebas. Pero es algo que no pueden hacer muchas mujeres. El 70% de los casos por violencia de género y abuso sexual quedan archivados”, afirmó la mujer en una entrevista a LM Neuquén.
En este sentido, según detalló la abogada querellante, Gisella Moreira, durante ese tiempo no pararon los hostigamientos, ya que allegados al acusado la golpearon y la amenazaron de muerte en varias oportunidades: “El domicilio donde vive hoy es del padre del agresor. La denunciaron por estafa y usurpación, pero esas causas ya fueron archivadas”. Además, agregó: “recibió amenazas, piedrazos y golpes. Al punto que tuvo que recibir custodia policial permanente”. Dichos agresores se encuentran acusados.
En relación a esos sucesos, la víctima recalcó que “una mujer se presentó en mi casa y me empezó a golpear de tal forma que la Policía que estaba presente no la podía separar”. Además de soportar los reiterados casos de violencia sexual denunció que no solo pretende que sea juzgado su agresor, sino también sus allegados: “Han venido en grupo de ocho personas a golpearme a mi casa, recibí llamadas telefónicas y todo tipo de amenazas. Incluso su padre me dijo que me iba a matar”.
Fortaleza interna
“Es un caso muy grave realmente, puedo hacer este juicio porque hubo pruebas de todo tipo en su contra. Recibí más de veinte lesiones en distintas partes del cuerpo. Estuve internada al borde de la muerte”. Además, aseguró “Si yo sigo hoy es por mis hijas y porque tengo la posibilidad de poder contar mi historia y ayudar a que no le pase nunca más algo así a una mujer”.
La mujer es huérfana desde pequeña y su única familia son dos hermanas con las que no tiene relación. Hoy en día se ampara en la solidaridad del equipo médico del Hospital Castro Rendón: “Si estoy viva es gracias a ellos y a mi abogada que trabaja ad honorem”.
Por su parte, Gisella narró cómo la conoció. “Yo llegué a ella por el servicio de mediación. Vi que era una causa frágil, que ella estaba frágil y me ofrecí a asesorarla legalmente. Encima hubo retardos en la Justicia. El poder judicial suspendió 11 audiencias”, sentenció la jurista.
Hoy en día Maria presenta un gran deterioro de su cuerpo y de sus aptitudes psíquicas. Recibe terapia psicológica diaria y está medicada. Además, tiene miedo de salir a la calle y a los hombres. Sin embargo, debe enfrentarse a un juicio en el que deberá sacar fuerzas de donde no las tiene: “Las audiencias me agotaron”.
Tiene anemia, hipoacusia por los golpes y dificultad para orinar debido a las violaciones que recibió por parte de su agresor: “No soporto el dolor, no tengo ganas de seguir viva. A veces pienso que sería mejor si me hubiera matado”.
Abandono Estatal
Además de lo narrado, la víctima se enfrenta a la imposibilidad de mantener a sus hijas por sí misma, ya que, según detalló la abogada “el agresor no la dejaba trabajar”. Está desempleada y sin capacidad de trabajar, debe mantener a sus dos hijas con 6 mil pesos que le da el Ministerio de Desarrollo Social.
Entre lágrimas, reconoció que “no tenía leche ni pañales, pasé muchas semanas sin comer. Llegué a pesar 40 kilos. Estuve encerrada mucho tiempo por miedo a mi agresor”.
Cabe destacar, que la primera vez que la mujer denunció los abusos, desde la Justicia le sacaron la tenencia de una de sus hijas, que pasó seis meses en un hogar. “Tuve que quitar la acusación para que me la devuelvan”, destacó.
De ser hallado culpable, el agresor podría recibir una pena de entre 8 y 20 años por abuso sexual gravemente ultrajante (dos hechos, dos víctimas), agravado por el aprovechamiento de convivencia con una niña. “Quiero que nunca más tenga la oportunidad de hacerle todo eso a una mujer. Espero que le den la pena máxima”, sentenció Maria.
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