La excéntrica y fascinante vida de Dante, el cipoleño que escapó de la casa de GH
Estuvo seis meses preso en Londres, vivió en las cuevas de Granada, recorrió el mundo y fue expulsado de la casa más famosa del país. Conocé la historia de este aventurero nudista.
El protagonista de esta historia tiene una curiosa contradicción: por un lado es libre como el sol cuando amanece y libre como el mar. Tan libre es, que puede ponerse el traje de emprendedor, o viajar por el mundo de mochilero, dormir en la calle, o tocar la guitarra a la gorra en Alemania. Tan libre que puede sacarse el traje, los calzones, y atravesar desnudo un campo de flores de Suecia; o mostrarse como dios lo trajo al mundo en el prime time de la Tv Argentina. Pero a pesar de que piense y viva como si la alambrada sólo fuese un trozo de metal, en sus 34 años de vida ya pasó tres períodos encerrado: en la pandemia, en Gran Hermano, y en una cárcel de máxima seguridad de Londres. Créame señor, señora, este Dante no es Alighieri, pero su vida también es una Divina Comedia. A pesar de su corta edad, ya pasó por el paraíso, por el purgatorio y por el infierno.
Abrirse plenamente a la aventura tiene sus riesgos. Pero si hay algo que este cipoleño nunca hizo es medir los peligros. Tal vez por eso fue que a los 24 años abandonó la carrea de Cine que cursaba en la UBA, y viajó a Londres para vivir su propia película. Allí lo esperaban una comunidad de artistas, con los que compartió alojamiento en una fábrica abandonada del sur de la ciudad. Todo era una fiesta hasta que una noche un grupo de polacos intentó tomar por asalto el edificio. Por querer defender a una de sus compañeras, Dante se trenzó con uno de los okupas. Era la primera vez que se peleaba en su vida, y para no morir ahorcado tuvo que pegarle a su agresor con un palo en la cabeza. El tipo estuvo tres días internado en un hospital, pero se recuperó. Dante no tuvo la misma suerte: quedó detenido en una comisaría, con cargos por heridas graves.
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“El polaco, re violento, me estaba asfixiando. Ya se me habían empezado a hinchar los ojos. Le toqué tres veces el piso para que me soltase, como hacen en las peleas de la tele, pero no me largaba”, dijo Dante, que es gracioso hasta para contar las escenas más dramáticas, y agregó “en ese instante empecé a ver mi vida en cámara lenta, en blanco y negro. No estaba preocupado por morir, pero me angustiaba saber que mi mamá lo iba a vivir con mucha tristeza”.
Después vino el infierno. Esperar cuatro meses el juicio encerrado en un departamento, con una tobillera electrónica, y haciendo malabares para sobrevivir con el dinero que le mandaban sus amigos de Cipolletti. El fiscal del caso había pedido doce años de prisión para él, por daños corporales con intención premeditada. Luego de esta larga espera, un tribunal de jueces con ruleros y trajes negros, que Dante describe como una escena “muy Piratas del Caribe”, lo condenó a seis meses de prisión. “Fue un mal momento, pero sabía que era algo irreversible, así que tenía que vivirlo de la mejor manera posible”, asegura Dante, quien en modo positivo pensó que tal vez el tiempo de encierro podía aprovecharlo para perfeccionar el idioma y leer literatura inglesa.
De su paso por la cárcel HPM de Belmarsh, con total desfachatez cuenta que “estás encerrado, al pedo, tenés salud, educación, calefacción y comida, todo asegurado, entonces por lo único que hay que preocuparse es por entretenerse y pasar el rato”, contó Dante, quien rápidamente se hizo amigos de todos los presos, excepto de su compañero de celda: un egipcio que por las noches lo amenazaba con quemarlo con agua hirviendo y azúcar. A pesar de tener que dormir con un ojo abierto, jura que “al final la experiencia de la cárcel estuvo buena y me sirvió para escribir un libro”.
El texto al que hace referencia se llama “El libro de Gran Hermano y la Cárcel” (se puede comprar por Amazon o pedírselo gratis a su autor en la versión PDF), donde compara la experiencia de este encierro con la del reality, buscando diferencias y puntos de encuentro en temas como alimentación, sexo, drogas, violencia, el sol, y el autodescubrimiento.
El segundo encierro
Tal vez alguno todavía recuerde aquella edición de Gran Hermano 2016, emitida por América TV y conducida por Jorge Rial, que entre sus participantes tuvo a un personaje que apenas ingresado se desnudó frente a las cámaras y se cansó de hacer locuras: Dante, quién otro. Si no lo recuerda es porque su estadía en la casa duró bastante menos que la de la cárcel: a los 30 días de empezado el programa fue expulsado junto a Marian Farjat, por haber trepado el muro y pasarse a una vivienda colindante a tomar unos tragos con unos muchachos. Lo que a simple vista pareció una inconciencia de su parte, en realidad Dante lo había planificado con antelación, con el objetivo de aprovechar toda la fama en el afuera.
La jugada le salió pésima. El programa no estaba midiendo demasiado, y al salir, después de un momento fugaz de gloria, las luces empezaron a apagarse más rápido de lo que creyó.
“Un amigo que entendía de la tv me dijo que tenía que salir a mitad de programa, para aprovechar a laburar afuera y hacer presencias. Yo tenía eso en la cabeza, a pesar de que adentro de la casa me estaba saliendo todo bien. Cuando salí, ese mismo amigo me dijo que era un salame, porque de haberme quedado podría haber ganado”, contó entre risas.
Sobre aquellos meses en los que se paseó por estudios de radio y televisión dando entrevistas, y con la gente parándolo en la calle para pedirle fotos o decirle que era un capo. “Me pagaban por ir al boliche y me daban de tomar lo que quisiera. Cuando entendí que me pagaban por salir a divertirme me pareció un delirio, y me decepcioné un poco con el mundo, viendo que todo sea tan frívolo. Es muy loco ver en qué se basan las relaciones, y que de repente todos quieran tener relación con vos por haber estado en la tele”, dijo reflexivo.
La vida y la aventura más allá de la fama
La cárcel y Gran Hermano son sólo algunos capítulos de su vertiginosa y excéntrica vida. Si quisiera actualizar su CV, debería poner que en Marruecos tuvo una empresita de pintores, que en Cipolletti se hizo cargo de los negocios de ropa que tenía su padre, que fue profesor de computación de personas mayores; y que en Buenos Aires, más precisamente en el barrio de Palermo, durante tres años tuvo un bar que fue un éxito, y que cerró apenas comenzada la pandemia. “En Google estábamos calificados con 4.8 estrellas, papá”, contó Dante, quien también se dedicó a los bienes raíces en Suecia, y que fue músico callejero en Alemania.
Si pudiéramos espiar su pasaporte, veríamos sellos de todos los países de Sudamérica, Cuba, Marruecos e infinidad de países de Europa, entre ellos Dinamarca e Islandia, por mencionar alguno de los destinos más raros que visitó. También durmió en los lugares más insólitos, como en el caso de las Cuevas de Granada, a sólo metros de la Alhambra.
“Me estaban llevando a dedo por España, el tipo que me lleva me ofrece guita para el pasaje desde Granada hasta Marruecos, algo que no acepté para poder vivir la aventura. Me bajé, fui a una fiesta Okupa, y conocí a unas minas que me dijeron que me iban a llevar a dormir a un lugar que no esperaba. Eran las cuevas, donde terminé quedándome casi un mes. Si hubiese aceptado la guita me perdía todo eso”, evocó Dante y aseguró que ahora las cuevas son su lugar en el mundo.
Este trotamundos viajó de todas las maneras posibles. Muchas veces lo hizo con plata, y otras tantas con cero pesos en los bolsillos. Sobre estos modos muy distintos de moverse, asegura que “andar con dinero está buenísimo, pero indefectiblemente te estás perdiendo de un montón de cosas que te pasan cuando no tenés el hotel ni el avión asegurado” dijo Dante. “Cuando no tenés guita también te pasa al revés. Ves una tabla de quesos riquísimos que no podes probar y te da bronca. Las dos cosas tienen lo suyo”, agregó.
Ahora que pasa unos días entre Neuquén y Cipolletti, aprovecha para definir su futuro, que es tan abierto como infinito. Todavía no sabe si su destino será Tailandia, México o acá mismo, en el Alto Valle, donde tiene su familia, sus amigos y donde se siente muy local.
“No le cierro la puerta a nada. No tengo responsabilidades, no tengo miedo, soy libre, y siento que el mundo es un gran barrio. Pero por otro lado, al tener todas las opciones, cuesta elegir. Puedo cruzar Guatemala en combi o ser actor de riesgo en Bangladesh”, dijo Dante como un ejemplo exagerado, pero ya vimos que en su vida todo es posible.
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