El crimen de Yanet Opazo, 29 años de impunidad
Fue baleada en la cabeza en el Labraña junto a su amiga Claudina Kilapi, quien sobrevivió a un tiro en la cara. Claudio Kielmasz fue uno de los sospechosos y sobreseído antes del juicio. Peritajes contradictorios arruinaron la investigación.
Dos balazos, una joven asesinada y otra herida en la cara y un asesino libre. El crimen de Yanet Opazo es una de las marcas de impunidad de la ciudad, de las deudas del Poder Judicial con las víctimas y los vecinos, ocurrió el 26 de junio de 1993.
Hubo dos sospechosos, un juicio y una investigación fallida. Claudio Kielmasz, condenado luego por el primer Triple Crimen se involucró y entregó el arma que habría sido utilizada, pero fue sobreseído antes del juicio.
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Yanet Opazo y su amiga Claudina Kilapi volvían al barrio Labraña un sábado por la tarde. Cerca de un baldío, un sujeto armado las atacó apenas se cruzaron y se fue corriendo. Yanet murió en el acto, mientras que Claudina recibió un tiro en la cara, pero alcanzó a pedir ayuda.
La Justicia, que aún no tenía sede en Cipolletti, apuntó primero a un novio de la víctima a quien le secuestraron un arma. Allí comenzó una serie de errores inexplicables de la Justicia que terminaron, años después, con la absolución de los dos sospechosos. El arma fue peritada y en un principio se descartó que fuese la utilizada en el ataque.
Allí apareció en escena Kielmasz. Ya se había cometido el Triple Crimen de 1997 y durante la investigación, Kielmasz dijo a la Policía que a Yanet la había matado su hermanastro. En distintas declaraciones se fue involucrando cada vez más, hasta responsabilizarse del femicidio en sede policial, declaración que no se podía utilizar en el juicio.
A partir de la aparición de Kielmasz, acusando primero a su hermanastro y luego a sí mismo, la Policía secuestró otro arma. Se peritó y se determinó que coincidía con la utilizada en el crimen de Opazo y el disparo a Kilapi. Sin embargo, otros peritajes lo descartaron y Kielmasz fue sobreseído durante la investigación. Declaró en el juicio como testigo y negó haber confesado el crimen.
Durante el juicio fuerzas de seguridad nacionales aseguraron que el proyectil que mató a Yanet ya no podía ser peritado con resultados certeros. Se caía la única prueba que podía esclarecer quién fue el responsable. El proceso se cerró sin culpables, y dejó el vacío de la impunidad para los familiares de las víctimas.
Numerosos testigos habían asegurado ver a un joven con características similares a las de Kielmasz antes del crimen, merodeando el Labraña. Durante el juicio por el Triple Crimen, al verlo en televisión, algunos de ellos ampliaron su declaración y lo señalaron sin dudar.
La familia Opazo regresó a Chile poco después del crimen, mientras que los familiares de Kilapi lucharon por el esclarecimiento del caso hasta perder la fe en la Justicia. "Esto nos destruyó como personas, como familia”, dijo en su última entrevista Carmen Figueroa, la mamá de Claudina.
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