Médicos con historia: Julio Salto, defensor de los cipoleños
Dedicado a la medicina, fue intendente y actor principal del Cipolletazo.
En la década del ‘60, en el mundo se sucedían revueltas que clamaban por mejoras para la sociedad, y nuestro país no se mantenía ajeno. En 1968, los estudiantes franceses salían a la calle en reclamo de reivindicaciones justas y equilibradas. Un año después, en nuestro país, en épocas del gobierno dictatorial del General Onganía, los obreros de la capital cordobesa se sublevaron para solicitar mejoras salariales, los obreros del Chocón se levantaron contra la empresa constructora de la Represa Hidroeléctrica por mejoras de salarios y condiciones de trabajo, y en Cipolletti, el pueblo se alzó a favor del Comisionado Federal, Dr. Salto, porque se había declarado en contra de medidas tomadas por el poder central acerca de la construcción de un puente cuyos intereses desconocía al Alto Valle.
Julio Dante Salto nació en la ciudad de Junín, provincia de Buenos Aires, el 12 de abril de 1915, uno de los cinco hijos de Julio César, sindicalista de la Fraternidad, y de Luisa Redivo.
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Realizó la carrera de médico en la Universidad Nacional de Buenos Aires y fue exceptuado del Servicio Militar con la condición de que terminara sus estudios universitarios. Cuando se recibió con el cargo de Teniente médico, fue destinado a La Toma, provincia de San Luis. Regresó a Buenos Aires a fines de la década del ‘40, y le dieron la orden de afiliarse al peronismo. Como él era radical, desistió de la propuesta y, como castigo, fue enviado a Covunco. Para esa época ya habían nacido sus tres hijos mayores.
Una vez en Covunco, Julio se encontró con la sorpresa de que la enfermería estaba clausurada por falta de uso. Al derribar la puerta, pudo comprobar que en su interior se hallaba, en desuso, cuantioso instrumental de alta calidad. Inmediatamente se abocó a la tarea de poner en funcionamiento la sala.
Sus hijas recordaron que su baqueano era Marcelo Berbel, autor de la música del Himno provincial neuquino. Por entonces era músico de la Banda del Regimiento y lo guiaba cuando necesitaba trasladarse.
El traslado a la región y su carrera de médico
Más tarde, pidió traslado al Comando de Neuquén. Vivió toda su vida, con su familia, en una casa de Cipolletti, en Sáenz Peña 55. En ese domicilio ejerció de forma particular, además de trabajar como médico militar. Pero también fue clínico de distintos sindicatos: de los ferroviarios, de los madereros, entre otros.
Se desempeñó en el Hospital Regional de Neuquén desde abril de 1947 a junio de 1964, de acuerdo a los certificados que aún conserva su familia. También fue médico del Hospital de Cipolletti: al estar situado al lado de su casa, tenía una puerta interna que lo comunicaba con el establecimiento.
Su familia
El 2 de diciembre de 1944 se casó con Margarita Isabel Segovia, de profesión docente, con la que formó una prolífica familia de diez hijos. Ellos, a su vez, les dieron nietos y bisnietos.
Los hijos son: Julio Alberto; Beby, poeta y periodista; María Emilia, Beba, política y periodista; José Luis, médico; Julio Fernando, Chato, trabajador independiente, preso durante los sucesos del Cipolletazo; María Margarita, Pochi, oficinista; Julio Rodolfo, Rudy, fallecido, fue Intendente de Cipolletti, Diputado Provincial, fundador del Movimiento Patagónico Popular; María Luisa, Marita, desaparecida en la última dictadura militar; María Mercedes, Nina, reside en Córdoba; María Isabel, Mariela, docente en Ciencias de la Educación; y Julio Francisco José, Pancho, político, reside en Chubut.
Beba y Margarita revivieron momentos de la infancia. Recordaron, por ejemplo, cuando su padre hizo construir la pileta de natación en el patio de la casa, pues como eran tantos hermanos no se podía salir de vacaciones.
Su carrera política
Julio fue un fervoroso radical: cuando se produjo el gran debate y la división entre la Unión Cívica Radical y la Unión Cívica Radical Intransigente, él optó por seguir el camino trazado por el Presidente Arturo Frondizi. Así, fue electo primer Concejal por la UCRI y también Comisionado Municipal durante cuatro años, cargo en que se desempeñó aún en época de la dictadura de Onganía.
Su obra municipal fue digna de mención: en su gestión se inauguró el Primer Plan Hipotecario Nacional y el Barrio 12 de Septiembre, además de otros planes de vivienda; fue el responsable del asfalto de la ciudad cipoleña, y de dispensarios en distintos barrios. Además, creó la Liga de Intendentes conformada por las intendencias de Allen, Cipolletti, Cinco Saltos y Barda del Medio, con el objeto de oponerse a la ciudad de General Roca, que siempre aspiró a monopolizar las decisiones, como por ejemplo la celebración de la Fiesta Rionegrina de la Manzana. En su tiempo de intendencia se había logrado que se celebrara un año en cada localidad, pero posteriormente quedó en el olvido.
Su hija María Emilia, Beba
Su hija Beba se fue a Córdoba a estudiar y allí comenzó su pasión por el peronismo. Por su actividad política fue tomada prisionera en 1971 y conducida a la cárcel; en el Cabildo de Córdoba sufrió torturas. Posteriormente la trasladaron al Buen Pastor de Buenos Aires, de donde salió con amnistía el 25 de mayo de 1973. Su regreso a Cipolletti produjo un gran movimiento popular.
A partir de 1974 comenzaron las amenazas a la JP, por lo que Beba se trasladó a Bahía Blanca y retomó la militancia hasta su detención. Beba fue asesora de prensa del bloque de diputados justicialistas; concejal y diputada provincial de Neuquén.
El Cipolletazo
En 1969, el gobernador militar de Río Negro,general Figueroa Bunge, aprobó el proyecto de construcción de un puente sobre el río Negro, a la altura de Paso Córdova, y de pavimentación de la ruta 6 hasta Bariloche. Este nuevo camino, que ahorraría solo 30 kilómetros en un tramo de más de 500,sustituiría a la ruta nacional 22 en el transporte de cargas, y saltearía a Cipolletti, Allen, Neuquén y otras localidades ubicadas al oeste de Roca. Esa aspiración respondía a intereses propios de las élites políticas y económicas de General Roca y del gobierno militar.
En defensa de los intereses locales, Salto, que comprendió la importancia de pelear contra el avance de proyectos hegemónicos regionales, se opuso a la medida y acudió a los medios para difundir su opinión. Con los rumores de un conflicto instalado en la comunidad, un conjunto de vecinos cipoleños se acercó a Viedma e intentó, sin éxito, entrevistarse con el gobernador. Entonces, se dirigieron a la Capital Federal, donde el entonces ministro del Interior, general Imaz, les comunicó que la destitución de Salto era inminente e irrevocable, debido al carácter público que el propio Salto había dado a su disensión con las autoridades militares de la provincia. En ese momento, se encontraba en Buenos Aires transmitiendo sus inquietudes a la prensa nacional. A su vuelta, una multitud lo recibió en el aeropuerto de Neuquén y lo escoltó hasta su casa en Cipolletti.
El interventor militar de la provincia respondió con el decreto 721/69, con fecha 11 de septiembre, en el que disponía la destitución del Dr. Salto. El 12 de Septiembre, mientras se encontraba participando del acto del aniversario de Neuquén, se presentaron en la municipalidad de Cipolletti seis enviados del gobernador para hacer efectivo el decreto. Ante la situación, Salto ganó el tiempo necesario para que su secretario informe a los medios lo que ocurría. Rápidamente, la radio local LU19 y el Canal 7 de Neuquén difundieron la noticia, y el pueblo de Cipolletti respondió con una multitudinaria movilización hacia el municipio. Los comercios e industrias cerraron, los alumnos se retiraron de los colegios y la gente salió a la calle. A su llegada al Edificio Municipal, la multitud expulsó a los enviados del interventor y respaldó a Salto en su puesto.
Sus hijas testimonian que “mientras estaba todo preparado para sacarlo, nuestro padre llamó al Cholo Fernando Segovia, su cuñado, diciéndole que no encontraba los anteojos. De esta manera ganó tiempo: salió del despacho y llamó a la radio local”.
Con la ciudad entera declarada en rebeldía, levantando barricadas en las calles y enviando comunicados que en nombre de toda la sociedad que pedían la intervención por parte de las autoridades nacionales al gobierno de la provincia, Figueroa Bunge retrocedió con la destitución de Salto, pero envió a las calles a todos los efectivos policiales de los que disponía.
Durante los días siguientes la ciudad vivió horas de agitación, hubo apagones masivos en la noche, choques, detenciones, allanamientos y heridos de bala. Salto, buscado por las fuerzas (en el Cipolletazo intervinieron la Policía de Río Negro y fuerzas del Ejército de la VI Brigada de Infantería de Montaña de Neuquén), se refugió en un hotel de Neuquén y, ante la perspectiva de una escalada de violencia en la ciudad, pactó con las autoridades su renuncia, con la condición de que su sucesor fuera nombrado por él. Luego de una semana de resistencia reunió a su gente y les anunció que iba a renunciar, pero propuso como su sucesor al Dr. Chertudi.
Su hijo Beby fue uno de los fundadores de la Juventud Peronista rionegrina y por eso fue detenido en la dictadura; luego, debió exiliarse en Europa. Fue Director de Defensa Civil en la última gobernación de Mario Franco. Sus hermanas contaron que durante el Cipolletazo “le hizo la prensa a nuestro padre desde Buenos Aires”.
Los últimos días
El Cipolletazo marcó el final de la vida política del Dr. Julio Dante Salto. Sin embargo, no limitó su vida profesional, porque continuó ejerciendo la medicina. Al decir de sus hijas, “se quedó al margen de la política; no fue invitado ni aun cuando lo que se inauguraba eran proyectos que él había pergeñado, como es el caso de la Central Telefónica de Cipolletti”. Pero la marginalidad de la vida política le permitió, paradójicamente, permanecer cerca de los humildes, de su gente.
Julio Salto murió el 31 de marzo de 1971 de un infarto. Como una premonición, unos días antes de fallecer, viajó a despedirse de los hijos que estaban lejos. En el Cementerio de Cipolletti se encuentra su Mausoleo. Para reunir los fondos para construirlo, se imprimieron monedas con la cara del Dr. Salto. Sin dudas, las muestras de afecto de su pueblo, que no lo olvidó, fueron muy grandes. Y en cada uno de sus hijos, nietos y en cada calle de la ciudad, puede verse su legado.
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