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Mapu: un plato de comida asegurado

En el comedor de la vecina Patricia Urrea se multiplican los esfuerzos para que no falten alimentos para los carenciados.

El gran corazón de la gente solidaria está permitiendo paliar el hambre que ya castiga a muchos cipoleños. Ante el creciente número de vecinos que acuden a los comedores comunitarios, los productos necesarios para preparar la comida se están volviendo escasos. Así, la ayuda del Municipio no está alcanzando para cubrir todo el mes. Los ingredientes se hacen pocos. Pero el empeño de los que asumen un compromiso con los demás da siempre una oportunidad a los necesitados.

Es el caso de Patricia Urrea, quien está a cargo el comedor del barrio Anai Mapu. Ella, junto con cinco ayudantes, se encarga a diario de preparar un almuerzo digno y gratis para quienes acuden a su casa para tener algo para llenar el estómago. Como no cuenta con un salón o espacio físico para dar mesa y asiento a los asistentes, su hogar se ha ampliado para contar con una mayor cocina donde elaborar el alimento y facilitar que las porciones se retiren en tupper u otros recipientes adecuados. A los asistentes se les da también un pan casero.

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La solidaria mujer se levanta con su marido a las 7 para tener todo dispuesto para las tareas cotidianas. Poco antes de las 12, los vecinos que buscan comida ya están apostados en la puerta.

“Abrimos en septiembre del año pasado y puedo afirmar que ha aumentado mucho la cantidad de gente que viene todos los días. Por ejemplo, hoy (por ayer) entregamos 200 porciones”, manifestó. Se trata de personas del Mapu pero también de asentamientos aledaños, como 2 y 10 de Febrero y el 4 de Agosto.

“Vienen muchas mujeres y niños, y da una pena tremenda. Y también hombres, a quienes duele verlos porque están desocupados y tienen que venir por un plato de comida para su familia”, enfatizó.

Patricia fue categórica: “Acá no se le niega el alimento a nadie. Si hay más personas, le pondré más agua a la sopa y la haré rendir. Nadie se va ir sin tener qué comer”.

A su juicio, la contribución del Municipio, que provee verduras y carne, no ha disminuido. Es la misma desde hace un tiempo. Sin embargo, como hay más comensales, hacia fin de mes se nota que los ingredientes escasean. Es la crisis.

“Yo pasé alguna vez hambre y hoy, que tengo 60 años, quiero ayudar a los que sufren. Agradezco a la vida esta oportunidad que tengo para ayudar”, enfatizó. Su hogar solidario queda en Valcheta 1762.

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