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La historia de Pancha, la emblemática y querida quiosquera de Oro

Fernández Oro cumple 92 años y la mujer no solo atiende el comercio más popular del pago sino que además cumple un rol social importante. "Que te reconozcan los niños en la calle es lo más hermoso", asegura.

Se la conoce popularmente como Pancha pero, vaya paradoja, nunca se la ve quieta ni del todo relajada. Activa e incansable, allí anda en el Parque Central supervisando los preparativos para la gran fiesta que comenzará este viernes por el 92 aniversario de su amado Fernández Oro. Y su extensa jornada continuará más tarde en su emblemático comercio hasta bien entrada la noche -en horas de la mañana queda a cargo de Ariel, uno de sus hijos-.

Llegó a los 2 años de Choele Choel pero “soy orense hasta los huesos”, aclara por si hiciera falta. Hoy tiene 75 años y ni piensa en retirarse. Ese intercambio diario con sus “amigos”, como le llama a los clientes, le llena el alma a la presidenta del Consejo Deliberante de la vecina ciudad, cargo que a la vez refleja su compromiso social y vocación de servicio a la comunidad. Es más, ex colaboradora del club Fernández Oro avisa que “si me llaman vuelvo” a la entidad.

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“Un tío no sé por qué me puso Pancha. Yo me llamo María Esther Rebaliatti, así nada que ver”, cuenta con una sonrisa una de las mujeres más conocidas y queridas del pueblo.

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Pancha junto a su hijo Ariel en el interior del comercio.

Pancha junto a su hijo Ariel en el interior del comercio.

Su comercio es un pedacito importante de la ciudad. Posiblemente por su nombre original “Dari” (por mis hijos Daniel y Ariel) pocos lo saquen al local. Pero por su apodo lo identifican hasta los más pequeños: “Lo de Pancha”.

Banderines del Trueno Verde, trofeos futboleros y posters de la selección argentina, de ayer y hoy, decoran el tradicional recinto, repleto de mística y nostalgia. Entra un hombre que peina canas y pide un “anzuelo de pejerrey”. Enseguida, una adolescente se lleva el “instructivo para el teórico del examen de conducir”. Y detrás suyo unos hermanitos los alfajores rumbo al colegio.

El respeto y la bondad distinguen a la propietaria (“¡si habré fiado!”). “Todo comenzó en 1993, el 17 de diciembre van a cumplirse 30 años. Mi marido trabajaba en Hidronor en el Chocón y al cerrar, lo indemnizaron. Yo laburaba en la panadería, seguí un tiempo hasta que dejé y tuve que ayudarlo a él. Hace 16 años que falleció”, se remonta a los orígenes y a una pérdida que aún sufre y extraña.

La melancolía se apodera de ella al repasar tantas vivencias. “¡Cuánta gente he visto pasar! Cuántos y cuántas que lamentablemente ya no están, la pandemia hizo desastres. Pero tengo recuerdos muy lindos. Miras para atrás y decís ¡cuánto se trabajó! Pero no podría estar sentada en mi casa”, indica llena de vitalidad.

El reconocimiento de la gente es una de las “cosas que más valoro”. “Salir a la calle y los chicos que te saludan, esas cosas son hermosas, las aprecio un montón. Me encanta ayudar, la parte social”, señala y nos pregunta sobre el decorado para la celebración en ese hermoso espacio verde donde el domingo actuará el Chaqueño Palavecino: “¿va quedando lindo?”.

Anécdotas de todo tipo

Por el local pasa todo el mundo ya que venden “artículos de pesca, librería, juguetería, golosinas y todo lo de quiosco, además de diarios y revistas. Y en una época también teníamos la ropa del club”. Así que anécdotas hay de sobra.

A la hora de revivir algunas, escoge una divertida y otra triste. “Recuerdo cuando la gente iba a tomar mate al negocio, algo que un poco se perdió por la pandemia. Hay que saber escucharlos porque andan con sus problemas. También se me viene a la mente cuando tenía que firmar para acompañar al intendente, no estaba tan decidida y estaba todo el equipo esperándome en el quiosco, gente importante esperando a una -risas-. La verdad que Mariano -por el intendente Lavín- hizo mucho por la ciudad”, rememora agradecida y a pura humildad.

Y luego, cuenta la menos simpática. “En una época se vendían muchísimo los diarios. Al principio los traíamos en la camioneta desde casa, atrás del Correo, al quiosco -San Martín 180-. Resulta que cuando murió mi marido me tocó un tiempo hacerlo a mí con una carretilla, porque nunca quise aprender a manejar, sola y en plena madrugada, con un miedo…”.

En el final, saluda a Oro por su cumple y le desea “lo mejor, que festejemos y estemos unidos, que disfrutemos y seamos felices. Esta ciudad, el quiosco y la familia son mi vida”.

Los recuerdos futboleros de su hijo Ariel

El también es parte de la historia. Ariel tenía 8 cuando sus padres abrieron el local y tras idas y vueltas de la vida hoy está a full atendiendo el comercio en horario matinal.

“Cuando faltó mi papá -Chinchulín- me puse más de lleno en el negocio”, comenta el muchacho de los rulos que ya es abuelo pese a sus jóvenes 38 pirulos.

Y se emociona al recordar los años felices en el Trueno Verde, donde jugó y hasta cumplió el sueño de dar la vuelta olímpica.

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La fachada del local, con una dedicatoria a la ciudad por su cumple.

La fachada del local, con una dedicatoria a la ciudad por su cumple.

“Salía de acá el colectivo del club, el de la hinchada, el de los jugadores, todos felices. Cuando salimos campeones en 2006 en Regina, vinimos a festejar y también de acá partió la caravana y nos paseamos por todo el pueblo”

Lo de Pancha, sinónimo la querida ciudad. Y como reza el cartel en la puerta: “¡Feliz cumple Fernández Oro”.

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