Gritos desesperados y otro gran sobresalto en el río Negro
Una situación dramática se vivió en la tardecita del lunes en Allen. Los guardavidas del lugar recuerdan los sectores más peligrosos, brindan detalles de su tarea y aconsejan a la gente para evitar riesgos.
Momentos de angustia y tensión se vivieron en la tarde del lunes en el balneario municipal de Allen, cuando una señora que se bañaba en las aguas del río Negro comenzó a pedir “ayuda” mediante gritos desesperados mientras la corriente la arrastraba.
El público que allí se refrescaba pasadas las 17, reaccionó de manera inmediata y solidaria, alertando a los bañeros. Fue así que la rápida intervención de los guardavidas destinados al sector contribuyó a que todo volviera a la normalidad y el sobresalto del día quedara en una mera anécdota.
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“Acá no te relajás nunca. Trabajamos de 14 a 20 y no sacamos la vista del río y de la gente. Ante los gritos salimos en colaboración de nuestra compañera y por suerte salió todo bien, no tuvimos consecuencias mayores”, indica Marcos, uno de los rescatistas que estuvo atento, a LM Cipolletti.
Tras el susto, tanto él como su compañero Agustín contaron qué zonas son las más peligrosas, quienes suelen transgredir las indicaciones y se exponen a los riesgos, el antecedente más apremiante de este verano allí y hasta le dejaron un mensaje a la gente horas después de que una persona falleciera ahogada en la Isla Jordán.
“Los que son de acá conocen que los pozones son los más peligrosos. Uno de ellos está en el segundo brazo (hay que atravesar el primero por el agua), a la mitad de la isla. Y el otro en el segundo brazo en la puntilla justo que lo tenemos prohibido, no está habilitado. Lo tenemos determinado con cintas para que nadie pueda tirarse allí. Además, después de las puntillas se juntan los dos brazos del río, se juntan las correntadas y en el medio se forma un pozón, que forma el canal. Ahí se ensancha el río, es más profundo y va directo a conectar con el río Grande, en la zona más peligrosa. Si te asustás ahí en el medio te lleva a la zona no habilitada”, enumeran ambos fornidos trabajadores.
Junto a ellos trabajan a diario Dalila y Micaela, quienes no se pierden detalle de lo que sucede entre los chapuzones de la gente, en una labor que por momentos se torna estresante, en especial cuando se activan las alarmas y se pasa de la calma a la acción.
“Tampoco son tan frecuentes estas situaciones aquí, tuvimos un rescate grande en estas semanas y lo pudimos resolver. Es clave que la gente respete al río y tome precauciones”, explica Marcos.
“Los más transgresores quizá son los que toman de más, que incluso vienen en horas donde no hay control y ensucian. Les pedimos a la gente que cuide también el medio ambiente, es entre todos”, ruega Agustín quien interrumpe la charla para rescatar, ahora, un par de crocs de un pequeño que se tomaba la cabeza mientras la correntada las alejaba.
Vuelve a las sillas y las sombrillas y recuerda que está “prohibido tirarse en moral o arriba de los árboles".
Quienes prestarán servicios hasta abril reflexionan que el “curso de guardavidas es intenso y hay que hacerlo con compromiso, para aprender y estar listo para dejar todo en el río”, concluye mientras con un silbatazo logra persuadir a un muchacho que intentaba pasarse de los límites.
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