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El ropero comunitario que abriga a los vecinos

Sonia recibe, recicla y regala prendas a las familias más humildes.

Guadalupe Maqueda

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Con chapas, cartón, madera y un poco de nylon para que no se moje, Sonia del Carmen Villaroel armó un ropero comunitario que viste a muchas familias. Allí, los vecinos del Barrio Obrero y otras tomas cercanas, como 2 y 10 de Febrero y La Esperanza, intercambian ropa y calzado para abrigarse del frío y de la necesidad.

“Vienen con la ropa que les queda chica o no usan y se llevan lo que necesitan. Hay para bebés, niños, jóvenes y adultos, para todas las edades”, indicó la vecina. Con ese lema hacen trueque, se visten y protegen de las épocas más crudas. Algunos cipoleños donan lo que tienen y no esperan recibir nada a cambio.

Sonia levantó el ropero con sus propias manos el año pasado, sobre el lote 19, donde vive prácticamente desde que se asentó la barriada. Allí acumula toda la ropa que recibe y se ocupa de lavar, coser y acomodar aquello que está en buen estado. Sólo pide jabón para meter en un lavarropas los bolsones que llegan, porque no le da el bolsillo para tanto. Tiene todo su tiempo para dedicarse al ropero, pero, como tantos otros vecinos, muy pocos recursos.

Sin embargo, le sobra solidaridad, y con eso basta para sostener el ropero que es la suma de muchos vecinos comprometidos. Sonia se las arregla y hasta les saca provecho a prendas que están cerca de ser harapos. La mujer desarma pulóveres y los convierte en frazadas y recicla telas para hacer almohadones. Así se da maña para no tirar nada a la basura.

“Yo siempre digo que lleven lo que realmente necesiten, porque hay más gente”, dijo.

Quiso armar un ropero para ordenar y cuidar la ropa que iba llegando al comedor del barrio, donde no había lugar donde colocar lo que los vecinos traían. Hace tres años, una fuerte inundación hizo que se diera ese intercambio solidario, cuando los niños andaban por el fango sin calzado y con la ropa empapada. Sonia fue testigo de esa necesidad y quiso hacer algo.

Comenzó a ocuparse en el comedor y más tarde decidió que lo mejor era crear un ropero que concentre toda esa ayuda. “Lo que más piden son zapatillas para los chicos. Hay familias que directamente no tienen para comprarles ropa a sus hijos y vienen buscando lo que sea”, comentó Sonia.

Con la crisis aseguró que la solidaridad se acrecienta, tanto que en lo últimos dos meses el ropero se llenó de bolsas y ya prácticamente no hay lugar para más. “El que necesite ropa que se arrime y acá será bienvenido”, concluyó.

Yo siempre digo que lleven lo que realmente necesiten, porque hay más gente. El que necesite ropa que se acerque, será bienvenido”. Sonia Villaroel

La historia de una luchadora que es feliz si puede ayudar a sus vecinos

Sonia es mamá y abuela de tres nenas, y encontró en el trabajo solidario más que una ocupación. “Me gusta porque me siento útil y feliz de ayudar a mis vecinos”, dijo. Hace algunos años se salvó de un accidente en moto cuando cuatro perros se le vinieron encima; y más tarde, se repuso de otro violento choque en la Ruta 22. Sin embargo, su cuerpo quedó con serias secuelas internas y no pudo trabajar más en la chacra donde, junto con su marido, cuidaba invernaderos.

Más tarde surgió la idea del ropero y así fue como encontró una razón que la mantiene ocupada y entretenida todos los días de su vida. “Pese a todo, todavía sirvo para algo”, confesó Sonia.

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