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Eduardo Lamastra, ferroviario de la cofradía del riel

Historias ferroviarias entrelazadas que siguieron el itinerario desde Bahía Blanca a la Confluencia, el ferrocarril del Sud.

La llegada del ferrocarril significó la apertura de la región a la economía nacional a comienzos del siglo XX, y permitió, en gran medida, evitar el aislamiento característico de los territorios nacionales. Todo eso fue posible gracias al invalorable capital humano de los ferroviarios y de todos los migrantes que posteriormente habitaron estas lejanas tierras de la norpatagonia.

La familia Lamastra proveniente de la provincia de Buenos Aires llegó a estas tierras a formar parte de la congregación ferroviaria. Eduardo Lamastra, junto a su familia vivió en las Colonias del ferrocarril de la calle Sarmiento, hoy Parque Central de Neuquén. Fue compañero y amigo de don Héctor Cichero, ferroviario y Convencional Constituyente de la Constitución Provincial neuquina.

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Debido a nuestro trabajo de incursión por la historia oral y local hemos podido entrevistar muchas familias ferroviarias, cuyas memorias y anécdotas nutrieron e iluminaron el relato de vida de integrantes unidos por el riel en el Alto Valle.

El tendido de la línea férrea estuvo a cargo, en 1902, de la empresa británica Ferrocarril del Sud, que ya había estudiado la zona y por ello también estableció el emplazamiento del riel y la ubicación de las estaciones. El contrato se firmó en Buenos Aires en 1896, entre el gobierno nacional y el representante de la empresa, con el compromiso de que la Nación adquiriría por su cuenta los terrenos necesarios para vías, estaciones y casas de camineros.

La inauguración oficial de la prolongación Bahía Blanca-Neuquén contó con la presencia de numerosos invitados; el arribo a la región sería con incidentes debidos al desborde del río Negro.

La llegada del ferrocarril a la Confluencia no solucionó el problema de la incomunicación del territorio, dado que el servicio no llegaba al interior del territorio sino solamente hasta el vértice de la Confluencia.

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Eduardo Lamastra y su esposa Francisca Carmen Tomes se radicaron en Neuquén.

Eduardo Lamastra y su esposa Francisca Carmen Tomes se radicaron en Neuquén.

Uno de esos ferroviarios fue Eduardo Lamastra que nació el 8 de diciembre de 1917 en Tandil, provincia de Buenos Aires. Era hijo de José Lamastra, italiano de Sicilia, y de Catalina Genovese.

Cuando era muy joven y apenas había ingresado en el ferrocarril, trabajó en la estación Vela, un pueblo de María Ignacia, donde fue capataz de la cuadrilla de los “catangos”.

Los catangos, o peones de vías y obras, fueron desde siempre los trabajadores trashumantes de los ferrocarriles; iban allí donde se los necesitara y las vías los llevasen. Se dedicaban a renovar los rieles gastados por el andar de los trenes, desarrollando un oficio casi en extinción por la rudeza de las condiciones de trabajo.

Eduardo y su familia

En 1948, Eduardo se casó con Francisca Carmen Tomes, hija de Miguel Tomes, de origen árabe, y de María Luisa Desplat, de origen vasco francés.

Don Miguel Tomes tenía un bar en María Ignacia, en Vela, que atendía con enorme intuición pues había quedado ciego, circunstancia que no le impidió continuar con la atención del negocio.

Su esposa, María Luisa, tenía una pensión en donde se alojaba Eduardo Lamastra cuando iba a trabajar a la localidad. Entre viaje y viaje, Eduardo y Francisca se conocieron.

La familia arribó a la capital neuquina en 1950, a probar suerte, según nos relatara, hace años, Susana, la hija del matrimonio Lamastra. Primeramente, fueron a vivir a una casa alquilada en la calle Laínez. Posteriormente se mudaron a la colonia ferroviaria B 39 de la calle Sarmiento.

En 1974 lograron construir su casa en la calle Islas Malvinas al 600, que quedaba, por ese entonces, en plena bardas neuquinas.

Las colonias ferroviarias: estaban ubicadas entre las calles Laínez-por el oeste-, Tierra del Fuego - por el este-, San Martín e Independencia – por el norte- y Sarmiento y Mitre, por el sur.

Con la urbanización de la ciudad y el final del ferrocarril, fueron demolidas y construido en su lugar el Parque Central. Solamente se conserva la Estación del Ferrocarril, una colonia en donde funciona el Paraje Confluencia, Museo de la Ciudad. El Galpón de máquinas hoy es el Museo Gregorio Álvarez.

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En la esquina de Independencia y Córdoba, estaba el Tanque de agua, a su alrededor era lugar de juegos de niños, canchitas de fútbol, entre otras cosas.

De la unión de Eduardo y Francisca nacieron dos hijas: Norma, en Tandil, y Susana, en Neuquén. Ambas concurrieron a la escuela primaria Nº 61, sita a la vera de la Ruta 22, y al colegio secundario San Martín.

Norma se casó con José Trasarti en 1969. Tuvieron dos hijos. Mariela y José Eduardo, y nietos.

Susana, la hija neuquina de Eduardo y Francisca, se casó con Gustavo Sola en 1976 y tuvieron cuatro hijos: Lucrecia, Facundo, Leandro y Agustina.

“Los abuelos –Eduardo y Francisca, mis padres- siempre estuvieron en cada momento que sus nietos los necesitaron. Ya sea en los actos escolares o en cada fiebre que sus nietos tenían”, nos relató Susana, la hija menor del matrimonio.

El trabajo en el ferrocarril

Cuando finalizó el trabajo con los catangos, don Eduardo comenzó a trabajar en tráfico del ferrocarril como chofer de la autovía hasta 1980, año en el que se acogió al beneficio jubilatorio.

Entre sus recuerdos, muy bien atesorados, figuraban los tiempos de cuando el ferrocarril era dirigido por los ingleses, antes de su nacionalización.

Como chofer de la autovía llevaba a recorrer las estaciones, de todo el Valle de Río Negro y Neuquén al personal jerárquico, como Isidro Moreno y Ángel Cinquegrani, entre otros.

De estos viajes, el jefe de la Superintendencia, don Moreno, dijo en su oportunidad: “Cuando recorría la línea ferroviaria de Algarrobo a Zapala viajábamos en el coche oficial 212, con todas las comodidades”. En efecto, dormían en los coches dormitorios.

Eduardo recordaba a sus vecinos de las colonias ferroviarias: los Da Roda, Zilli, Musatti, Rielo, Venegas, entre tantos.

Luego de la jubilación, Eduardo se destacó en tareas variadas como venta de pollos y papelería.

Historias valletanas, como las dela familia Lamastra, hermanan a los habitantes de la Patagonia y de todo el país, hechas de esfuerzo, trabajo y de añoranzas.

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