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Caso Ávalos, en el espejo de Daniel Solano

La Corte Suprema de Justicia de la Nación dejó firmes las condenas a los policías rionegrinos que asesinaron a Daniel Solano en Choele Choel. Ahora, avanzan con las imputaciones del caso Ávalos.

La Corte Suprema de Justicia de la Nación dejó firmes las condenas a prisión perpetua contra los siete policías rionegrinos condenados por el homicidio agravado por alevosía de Daniel Solano, perpetrado el 5 de noviembre de 2011 en Choele Choel.

Esta decisión representa un guiño para que el caso por la desaparición forzada de Sergio Ávalos, ocurrida el 14 de junio de 2003 en Neuquén, avance sobre las imputaciones al dueño y al encargado de Las Palmas, así como a toda la seguridad del lóbrego local bailable.

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Esto lo saben los abogados Sergio Heredia y Leandro Aparicio, querellantes de Solano que tras el juicio en Río Negro asumieron la responsabilidad de esclarecer el caso Sergio Ávalos.

Ahora, a partir de este antecedente judicial, Ávalos se refleja con claridad en el espejo de Daniel Solano, dos historias con similitudes dadas por el accionar de las fuerzas de seguridad, sus cuerpos que siguen desaparecidos a la fecha y la red de encubrimiento en una trama compuesta por empresarios y funcionarios del Estado.

La desaparición de Sergio Ávalos va a cumplir 20 años sin que se haya producido ni una imputación. Pero con esta resolución de la Corte Suprema queda claro que los vulnerables también tienen derecho a la justicia, por lo que la impunidad del poder tambalea por estas latitudes y los querellantes ya lo saben.

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Jóvenes y humildes

Daniel Solano tenía 26 años, era un trabajador humilde miembro de la comunidad guaraní Misión Cherenta de Tartagal, Salta. Era callado, sencillo y nunca había tenido un problema.

Había viajado en 2011 como tantos otros norteños para trabajar en la cosecha de peras y manzanas en el Alto Valle de Río Negro.

Fueron captados bajo engaño con una supuesta paga y condiciones de trabajo que se diluyeron al llegar.

La empresa Expofrut, por intermedio de Agrocosecha, los tenía hacinados en gamelas de mala muerte y a la hora del pago los estafaban, liquidándoles montos inferiores a los prometidos.

Por su parte, Sergio Ávalos, de 18 años, provenía de una familia humilde y trabajadora de Picún Leufú, y era el primero en desembarcar en la Universidad Nacional del Comahue para estudiar Administración de Empresas.

Su buen promedio le permitió acceder a una beca y los cuatro parciales que logró rendir en esos primeros meses de 2003 los aprobó.

Cada peso que le daban su padre o su hermana Mercedes lo cuida porque sabía del esfuerzo que hacía su familia. La idea de Sergio era recibirse para volver a su tierra y trabajar con su padre en la chacra que tenían.

Sergio jamás había tenido problemas, ningún amigo recuerda haberlo visto alcoholizado. Era respetuoso, responsable, ordenado y tímido. En su análisis victimológico, salió a la vista que no reconocía situaciones de peligro; tal vez ese fue su talón de Aquiles.

En definitiva, tanto Daniel como Sergio eran dos jóvenes humildes que, a través del trabajo y del estudio, buscaban ayudar a sus familias.

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La última noche

La de Solano fue el 5 de noviembre de 2011, cuando concurrió con sus compañeros a tomar algo al boliche Macuba Megadisco, a tres cuadras de la Comisaría Octava de Choele Choel.

Daniel intentó charlar con unas chicas, pero como no le dieron cabida se sentó con uno de sus amigos y se tomaron una foto, la última que existe en vida del joven salteño.

Ese día, cuando cobraron, Solano le advirtió a la empresa que el lunes iba a hablar con sus compañeros y que hasta que no les pagaran lo que correspondía no iban a trabajar. Esa actitud lo convirtió en un peligro latente, y las buenas relaciones de la empresa con la Policía permitieron que esa noche efectivos de la Comisaría Octava lo sacaran del boliche con la excusa de estar molestando a unas chicas.

Daniel había tomado unas copas y estaba algo alcoholizado, por lo que se lo llevaron para una esquina y lo subieron a golpes a un móvil, una Ford Eco Sport, y nunca más se supo de él.

caso avalos - las palmas

Sergio Ávalos también había acudido a un boliche para festejar el cumpleaños de uno de sus amigos de la pensión estudiantil. Fueron la madrugada del 14 de junio de 2003 al boliche Las Palmas, propiedad en ese entonces del oscuro empresario reginense Pedro Nardanone y administrado por su yerno Patricio Sesnich.

Pese a las reglamentaciones vigentes, el boliche tenía por custodia a personal en actividad del Ejército Argentino. También había efectivos policiales de consigna, un empleado de Comercio del municipio y un ex militar chileno. La seguridad del boliche era temeraria. Sesnich, por su parte, era un obsesivo del control del dinero que ingresaba y de todo lo que pasaba en el boliche. Había alrededor de 40 cámaras y él monitoreaba desde su oficina el movimiento de la caja, el guardarropas y las barras. Todo lo que pasaba en Las Palmas Sesnich lo sabía o se lo decían. Nada se hacía o se decidía sin su autorización. De hecho, se movía con un handy al que lo llamaban para darle aviso de cualquier novedad o necesidad.

Sergio, siendo pequeño, había sufrido una caída de un árbol y se lastimó el brazo izquierdo, por lo que tenía movilidad reducida. Al retirarse del boliche alrededor de las 7, cuando fue visto por última vez por uno de sus amigos, tocó sin querer con su brazo izquierdo la champañera donde se dejaba el ticket del vaso. Quien no dejaba el ticket debía pagar el vaso y ese dinero se lo distribuían los custodios, por lo que nadie podía eludir dicho control ya que era efectivo fácil para los de seguridad.

Cuando Sergio golpeó sin querer la tickera, los de seguridad lo tomaron violentamente y lo arrastraron en dirección a la enfermería del local. Ahí se presume que lo mataron de un golpe y luego lo hicieron desaparecer.

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La trama al desnudo

En la investigación del caso Solano, la Policía rionegrina en connivencia con la empresa y funcionarios políticos y judiciales de turno hicieron lo imposible por desviar la investigación.

Efectivos de la Comisaría Octava que participaron en la desaparición de Daniel luego estuvieron a cargo de la investigación y sembraron pistas falsas.

Heredia y Aparicio se encargaron de sacar a la luz todos estos oscuros vínculos y la desaparición de Daniel Solano derivó en otras 25 causas.

De tal forma se tocaron fibras íntimas del poder, que la propia familia policial rionegrina organizó contramarchas respaldando el accionar de los efectivos denunciados y que en agosto de 2018 fueron condenados por el homicidio de Daniel. En marzo de 2019, la sentencia fue ratificada por el Superior Tribunal de Justicia de Río Negro y, pese a ello, los policías presentaron un recurso extraordinario ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Desde ese entonces hasta el 21 de marzo de este año que la Corte dejó firmes las condenas, los policías estuvieron en libertad. Ahora, deberán cumplir una pena de prisión perpetua.

En la causa Ávalos, están a la vista los vínculos del boliche con el poder. La habilitación obtenida es una de las tantas muestras. Incluso, hubo intentos de sobornos a funcionarios municipales de parte del encargado de Las Palmas cuando cerraron el local tras la desaparición de Sergio.

Los empleados del boliche presionados por el dueño y el encargado participaron en contramarchas para que Las Palmas continuara abierto al público.

La investigación por la desaparición de Ávalos tiene irregularidades tales que han llamado la atención de la Justicia Federal y de los querellantes Heredia y Aparicio.

Jefatura de la Policía del Neuquén
Firmaron el decreto para el aumento de los ascensos en la Policía.
Firmaron el decreto para el aumento de los ascensos en la Policía.

Mano de obra especializada

Tanto en el caso Solano como en el de Ávalos, quienes tomaron parte de la desaparición sabían muy bien cómo manejarse y qué hacer con el cadáver. A la fecha, ninguno de los cuerpos ha sido encontrado.

En Solano, la hipótesis más firme que hubo fue que lo llevaron hasta la vera del río Negro y allí lo mataron a golpes, luego escondieron su cuerpo dentro de un puente para días más tarde sacarlo y desaparecerlo.

Ávalos años antes había corrido una suerte similar. Lo mataron a golpes en la enfermería de Las Palmas, se presume que lo ocultaron un par de horas dentro del boliche y luego lo sacaron en un utilitario para hacerlo desaparecer.

En ambos casos, se realizaron decenas de rastrillajes para tratar de dar con el cuerpo, pero todos fueron en vano.

¿Quién puede hacer algo así? Solo gente preparada, entrenada y disciplinada como para mantener silencio incluso ante el peor escenario como es una condena.

En Neuquén, el pacto de silencio sigue vigente, pero los querellantes saben que este es el momento exacto donde tienen que presentar las imputaciones y detenciones que le pedirán al juez federal Gustavo Villanueva.

La desaparición forzada y muerte de una persona, como en el caso de Sergio Ávalos, es un delito continuo, es decir que se está cometiendo y no prescribe y cuya única pena es la prisión perpetua.

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Luchadores

Gualberto Solano, papá de Daniel, viajó de Tartagal a Choele exigiendo la aparición con vida de su hijo. Con los días fue descubriendo que a Daniel lo habían matado y pidió que solo le entregaran el cuerpo para poder enterrarlo en su tierra y tener un lugar donde ponerle una flor.

Frente al desinterés de una Justicia cómplice, Gualberto realizó durante meses un acampe en Choele, donde también conoció el rigor del invierno en la Patagonia.

Lentamente, un grupo de vecinos comenzó a darle una mano para ayudarlo a sobrevivir y también colaboraron con el abogado salteño Sergio Heredia y el bahiense Leandro Aparicio que se presentaron como querellantes en la causa.

Gualberto se encadenó y realizó una huelga de hambre que le sacudió la salud.

El cura de la iglesia de Choele no miró para otro lado, sino que acompañó al más débil porque en lo profundo de su ser supo que su Cristo hubiese hecho lo mismo. Fue así que le dio asilo a Gualberto y también a Heredia, que pararon en el salón parroquial y ese fue el cuartel desde el cual reconstruyeron la trama del crimen y desaparición de Daniel.

Fue así como se logró llevar a juicio a siete policías en 2018. En medio de esa instancia, la salud de Gualberto se resintió, por lo que tuvieron que viajar de inmediato a Salta, donde quedó internado en una clínica.

La madrugada del 3 de abril de 2018, Gualberto falleció confiando en que la justicia llegaría. Cuatro meses después, los policías fueron condenados por la Justicia rionegrina.

Gualberto y don Asunción Ávalos se conocieron al inicio de ese juicio. Los dos hombres heridos empatizaron de inmediato.

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Don Asunción, que hoy tiene 89 años y lleva 20 clamando por justicia, conoció ahí a los abogados Heredia y Aparicio.

Hasta ese momento, la lucha de Asunción y su hija Mercedes había logrado evitar que la causa prescribiera en la Justicia neuquina. Gracias al trabajo del abogado Virgilio Sánchez, se pudo declarar la desaparición forzada de persona y escalar el caso a la Justicia Federal.

Tras el juicio contra los policías que asesinaron y desaparecieron a Daniel Solano, don Asunción logró convencer a Heredia y Aparicio de que asumieran la querella de la causa Ávalos.

Con su voz suave y una sonrisa tímida, don Asunción me reveló el secreto de su longevidad: “Tengo un pacto con Dios: hasta que no se haga justicia por Sergio, no me puede llevar. Después, me iré a reunir con mi esposa y con Sergio”.

Asunción estremece con su incansable peregrinar, que es el más estrepitoso de todos: el de un hombre sencillo que solo pide justicia.

Pero Asunción también sabe que sus días se acortan, que la salud va en declive y su cuerpo se lo hace notar. Pero pese a todo, aún espera justicia, esa justicia que también deben recibir los humildes y vulnerables.

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