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Qué busca el gobierno frente a la última oportunidad antes de 2023, el gran año electoral

Acelerar el ajuste pactado con el Fondo, estabilizar la economía y recuperar la autoridad en el río revuelto de la crisis que se disparó con la renuncia de Martín Guzmán. Alternativas, equilibrios inestables y la omnipresencia determiante del FMI en la política argentina. 

El designado ministro de Economía, Producción y Agricultura, Sergio Massa, jurará el miércoles por la tarde. El martes, un día antes, formalizará su renuncia a la presidencia de la Cámara de Diputados, que sesionará a partir de las 14 para aceptársela y elegir a su sucesor o sucesora. Entre ambos actos institucionales comenzará una nueva etapa para el gobierno de Alberto Fernández. Se cocina hace un mes y cerrará el mes más traumático para el Frente de Todos, desde que el exjefe de Gabinete de Néstor Kirchner asumió la jefatura del Estado a partir del 10 de diciembre.

La crisis interna en desarrollo es más espesa que la definición sobre la renegociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Por decisión de Mauricio Macri, desde 2018 el organismo financiero volvió a ser parte de la política argentina y el endeudamiento de 56.000 millones de dólares que pidió, con 44.000 millones concedidos, configuró el debate congénito para el Frente de Todos. Cuando la fórmula de Alberto y Cristina Fernández de Kirchner se impuso al intento electoral de Cambiemos para conseguir el segundo tiempo del magnate como inquilino de la Casa Rosada, se activó la relojería de la renegociación para un endeudamiento con vencimientos impagables en monto y plazos, que anticipaban una redefinición forzosa para los años siguientes. En el imaginario macrista esa inflexión sería posible por la ratificación de las urnas, pero quedó la realidad al desnudo cuando ese cristal comunicacional comenzó a romperse en las primarias y se derrumbó en las generales de 2019.

Para el Frente de Todos, que CFK constituyó cuando proclamó la candidatura presidencial de Alberto, se trató del debate más previsible, pero a la vez más letal para su unidad cuando llegara el momento de asumir los costos políticos de una renegociación que el kirchnerismo quería estirar de 10 a 20 años y un Presidente que, atado a las recomendaciones de su ministro Martín Guzmán, no estaba dispuesto a acatar porque diseñaba un pacto dentro de las instancias establecidas. Tan grandes fueron las diferencias con el Presidente, que el entonces titular del bloque de diputados del Frente de Todos, Máximo Kirchner, renunció al cargo antes de que tuviera que defender la renegociación que Guzmán estaba cerrando a principios de este año, antes del estallido de la guerra en Ucrania, que disparó los precios internacionales de los alimentos y la energía. Al calor de la invasión de Rusia en ese país vecino los cálculos de la renegociación con el Fondo se transformaron en papel mojado.

El contexto internacional y las debilidades del pacto que firmó Guzmán no han cambiado las expectativas del FMI. Los términos del acuerdo siguen en pie más allá de los pronósticos de las voces autorizadas del establishment local que estiman irremediable una postergación, con la misma expectativa que tenían cuando creían que Macri podía ganar las elecciones para suavizar los términos más incumplibles del pacto. Así como puso en crisis la unidad del Frente de Todos cuando llegó el momento de buscar el acuerdo parlamentario para autorizar la renegociación, las condiciones del pacto con el Fondo serán la ruta más espinosa para el flamante ministro y uno de los desafíos más complejos de su gestión.

Es una apuesta de alto riesgo, porque si al designado superministro le va bien las chances electorales del kirchnerismo se reducen y si las va mal, se empequeñecen las posibilidades de todo el panperonismo para pelear en 2023 la continuidad en el poder.

Pocos días antes de afrontar la reedición del mismo destrato que sufrió el excanciller Felipe Solá, Silvina Batakis escuchó de la titular del FMI, Kristalina Georgieva un pedido de medidas dolorosas para aplicar los términos del pacto firmado. No era otra cosa que una solicitud directa para acelerar el ajuste. Lo mismo le espera a Massa, quien deberá cumplir con esos términos hasta que aparezca un perdón del staff para afrontar un posible mal resultado de la auditoría sobre el segundo trimestre. En el Gobierno cuentan que en septiembre se concretará el desembolso de 4.100 millones de dólares, previstos en la renegociación, que aumentarán las reservas para meses donde la estrategia estará enfocada en reducir la inflación y achicar la masa monetaria circulante.

Entre el portazo de Guzmán y el fugaz paso de Batakis por Economía se terminó un ciclo de intentos del Presidente para aplicar retoques en la gestión sin cambios en profundidad, como le reclamaban Massa, empeñado en llegar al Palacio de Hacienda, y CFK, que considera urgente un cambio en el elenco ministerial y respaldó al tigrense en sus ambiciones. Es una apuesta de alto riesgo, porque si al designado superministro le va bien las chances electorales del kirchnerismo se reducen y si las va mal, se empequeñecen las posibilidades de todo el panperonismo para pelear en 2023 la continuidad en el poder.

cristina acto chaco

Massa llega para acelerar el ajuste que le pide el FMI a la Argentina, enviar señales de certidumbre a los mercados que ya condicionaron la agenda económica del Gobierno. Las tareas serán reducir la emisión de pesos, ajustar el déficit fiscal, bajar la inflación y ordenar una nueva devaluación del peso para evitar que sea abrupta, como reclaman los exportadores y, en especial, los que están nucleados en la Mesa de Enlace de entidades agrarias.

En el oficialismo creen que llegó el momento de devaluar para capitalizar el impacto de una inflación que sería superior al 8% para julio. El índice se conocerá dentro de dos semanas y para entonces Massa habrá anunciado a todo su equipo económico y las medidas para los primeros días días, con el objetivo de bajar la paridad del dólar ilegal, reducir la brecha cambiaria con el dólar oficial y dar las primeras señales para estabilizar la economía, con un costo político que definirá las chances electorales del oficialismo para el año que se avecina. En esa linea de tiempo, Massa aparece como la última oportunidad para recuperar la iniciativa antes de un desenlace electoral incierto o aciago.

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