Las botellas de plástico tienen otro final en San Antonio y Las Grutas
Una cooperativa instaló una planta de reciclaje que tritura los envases. Con las partículas fabrican ladrillos y adoquines. Los eresponsables destacan el valor ecológico del emprendimiento.
La reutilización de envases de plástico, que en grandes cantidades terminan en basureros, descampados y sectores de playa afectando al paisaje y al medio ambiente, ya es una realidad en San Antonio Oeste.
La tarea la gestó hace un par de años la Cooperativa de Trabajo Estibajes del Sur que, tras arduas gestiones, trámites administrativos, puertas golpeadas y una significativa inversión, lograron montar una planta de reciclaje de material PET que está dando los primeros resultados.
Te puede interesar...
“Esto está hecho todo a pulmón. Nosotros somos de acá y veíamos las botellas tiradas por todos lados y quisimos hacer algo para cambiarlo. No queremos que nuestros hijos y los hijos de todos se críen entre la basura”, resaltó José Luis Molina, inspirador del proyecto junto a sus hermanos Walter y Alberto.
El emprendimiento, que es único en la región y genera puestos laborales, lo montaron en un galpón que alquilaron en proximidades del antiguo parque industrial, que rebalsa de botellas desechadas de agua y gaseosas de todas las marcas que se encuentran en el mercado.
El corazón de la planta es una trituradora que recuerda a un robot sacado de alguna película de ciencia ficción.
Por una garganta que tiene en la parte superior engulle los envases que le van ofreciendo. Un fuerte rechinar revela que los despedaza con poderosas mandíbulas que posee en sus entrañas, para segundos después liberar innumerables escamas de 5 milímetros que caen en una bandeja fija a sus pies.
La máquina la adquirieron de acuerdo al volumen que estiman procesarán.
Los primeros miles de recipientes los recibieron de Las Grutas, gracias a un acopio que organizaron juntas vecinales en grandes canastos instalados en la vía pública.
Pero además ellos tienen diagramado un circuito de recolección con un vehículo propio, y cuando la disponibilidad se acote –porque confían en que lo lograrán- incursionarán en el vertedero municipal, donde se encuentran “cantidades industriales”.
Ladrillos y adoquines
Si bien la pandemia, como a muchas otras actividades productivas, frenó parte de los planes, se las ingeniaron para encontrar alternativas que les permita seguir adelante con el mismo objetivo.
La idea original era enviar las escamas a empresas de Buenos Aires que se dedican a darles nuevas utilidades al plástico, como convertirlas nuevamente en botellas, muebles, juguetes, prendas de vestir u otros elementos de la vida cotidiana.
Sin embargo, ante el impedimento de transportar el producto por la crisis sanitaria, optaron por fabricar ladrillos para construcción, de tamaño similar a los convencionales, aunque utilizando las partículas que surgen de la molienda aglutinadas con cemento.
Los ensayos iniciales que realizaron ellos mismo fueron satisfactorias en cuanto a resistencia y seguridad. Por caso, soportaron el peso de un camión, y se comportaron incombustibles.
Entre otras cualidades, los “ecoladrillos” son más económicos que los tradicionales, y se utilizan de las técnicas tradicionales de pegado.
Dentro de poco se realizará la primera prueba constructiva, pues un vecino adquirió una partida para levantar un paredón.
Otra experiencia que encararon últimamente son adoquines intertrabados confeccionados con el mismo material lo que, afirman con expectativa, por su menor costo podrían ser una solución para instalar en calles o veredas.
Entusiasmados con el emprendimiento los Molina anhelan convertirlo en una empresa redituable, aunque por el momento deben enfrentar con sus otras actividades laborales compromisos de alquiler, electricidad, empleados y otros gastos que surgen de la operatoria, sin contar con la inversión inicial, estimada en 3.8 millones de pesos.
Pero más allá de los números tampoco pierden de vista la cuestión ecológica. Destacan por ejemplo que por cada docena de ladrillos o adoquines utilizan un bolsón de 1 metro3 repleto de envases, que no van a parar a los basurales, descampados o playas.
Y en esa línea deslizan que tienen un sueño de mayor envergadura, que es erigir una planta de clasificación de residuos, algo que se escucha en tiempos electorales y que nunca se concretó. Lo visualizan en un terreno que adquirieron en el nuevo parque industrial.
Entusiasmo por el emprendimiento
El proyecto para crear la planta de reciclaje fue ponderado desde el arco político ni bien lo dieron a conocer en 2018.
Lo destacó el intendente Adrián Casadei, cuando era legislador.
“San Antonio Oeste se convertirá en la primera y única en la zona en contar con un emprendimiento de estas características, lo que significará un avance que le otorgará relevancia y, además, generará trabajo genuino a un grupo de personas nativas de nuestra ciudad”, dijo en aquel momento.
Desde General Conesa, distante a 95 kilómetros, también evidenciaron interés, y en febrero de este año enviaron alrededor de 1.200 kilos de plástico.
Aún más, valoraron los Molina la propuesta para mudar el establecimiento a aquella localidad.
“Nos ofrecieron todo”, subrayaron. Pero enfatizaron que “nosotros somos de acá y queremos cambiar la realidad de acá”.
Leé más
El Balseiro desarrolla modelos para predecir el avance del coronavirus
Cambió la oficina por La Chacra para producir almendras y nueces en familia: "Esto es lo mío"
Noticias relacionadas
Dejá tu comentario