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La balsa perlense, vieja y abandonada

Marcó toda una época en la vinculación de Las Perlas con Neuquén. Conservada como símbolo de la comunidad, hoy luce derruida y oxidada.

La vieja balsa de Las Perlas, que ha sido preservada como un monumento y símbolo del pasado, permanece hoy cada vez más abandonada, derruida, oxidada y afeada por grafitis, como si nadie quisiera hacerse cargo de ella. De seguir así, en no mucho tiempo más no será otra cosa que una gran muestra de chatarra.

Instalada hace años en la Calle 2, una avenida principal, no lejos de la sede de la Biblioteca Popular Quimún, que era la vieja casa de los balseros, y de las instalaciones de la Delegación Municipal, el Juzgado de Paz y el Centro Integrador de la Tercera Edad, la embarcación luce hoy un aspecto muy desmejorado, con yuyos en sus inmediaciones. Si la sequía no hubiese sido tan grande, capaz que las malezas cubrían los alrededores incluso con más intensidad que hoy. Pero es cuestión de esperar, la Naturaleza siempre se impone.

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Con la inauguración del puente Lembeye, en diciembre de 2001, que vincula Las Perlas con Neuquén, la balsa perdió su utilidad y su destino quedó sellado. Así las cosas, fue retirada de servicio y se la quiso destinar a recordar el pasado de Las Perlas, lugar de actividades públicas y atractivo turístico.

Algo de todo eso llegó a ser, pero con el tiempo ha ido quedando cada vez más librada a su suerte, prácticamente sin mantenimiento y mostrando un marcado aspecto de deterioro, descuido y desidia. Para el visitante, que la puede ver hoy a corta distancia del río Limay, puede resultar desalentador encontrarse con esa mole de hierro desvencijada que alguna vez fue motivo de orgullo y de reconocimiento por las funciones que cumplía. Pasar gente de un lado al otro del curso fluvial constituía una gran prestación.

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No está claro a quién le pertenece la responsabilidad por el cuidado y preservación de la embarcación. Lo cierto es que se tendrá que trabajar mucho y con ahínco para mejorar el estado de la estructura y volver a dejarla en condiciones como para que luzca atractiva y como un testimonio querido de lo que fue y cumplió una misión.

Sin embargo, en Las Perlas son tantas las carencias todavía que se podría antojar caprichoso acordarse de mantener y dar un mejor talante a la balsa. Las carencias y estrecheces se enfrentan día a día. Pero las sociedades que olvidan, se suele afirmar, están condenadas a no poder proyectar su futuro. Por eso, la balsa debe ser rescatada.

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