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El rebusque más llamativo del verano en Cipolletti

Darío, junto a su hijo, recorre el país con un caballito y una llama embalsamada, con los que le saca fotos a los vecinos. Duermen en la camioneta y siempre les gusta volver a nuestra ciudad. Su historia.

Si no les toma la foto, al menos les saca una sonrisa a los nenes que pasan por allí y se sorprenden gratamente con su caballito y llama inflable. Quienes frecuentan el centro cipoleño seguramente lo han observado. Siempre en la esquina de Roca y Sarmiento, Darío protagoniza uno de los rebusques más llamativos del verano cipoleño.

Con esos dos muñecos embalsamados, este laburante recorre el país durante todo el año en su camionetita, en la que a la vez duerme, y esta temporada estival se inclinó por el Sur.

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Habla poco pero cumple con su palabra. Y por ello accede a dialogar con LM Cipolletti para contar detalles de su particular trabajo.

“Recorro kilómetros y kilómetros, ya no tengo ni idea cuántos hice pero ando por todos lados. Bariloche, Esquel, El Bolsón, Cipolletti, Zapala…”, explica el oriundo de Lomas de Zamora.

Que continúa una tradición familiar que va de generación en generación. “Mi bisabuelo, mi tartarabuelo, todos se dedicaban a esto. Fue de padre a hijo y así sucesivamente”, comenta mientras un chiquito le insiste a su madre para que lo deje subirse al pingo y retratarse con él para llevarse el recuerdo.

El precio es accesible: “pese a la inflación, yo mantengo los 400 pesos del principio del verano por la foto”, destaca consciente de que a la gente no le sobra el mango en momentos complicados del país.

Su hijo Dylan lo acompaña en la aventura. Es su fiel compañía mientras su señora y su esposa los esperan con los brazos abiertos “cada 15 ó 20 días”, cuando pegan la vuelta a casa en el conurbano bonaerense.

Cipolletti-El ''Busca'' en Cipo (Caballitos de juguete) (1).JPG

“Antes, cuando yo era chico, salíamos a trabajar con los de verdad. Después eso cambió”, indica y da a entender que la irrupción de los proteccionistas mucho tuvo que ver.

Anda por todos lados. Pero Cipolletti le agrada de una manera especial. “Es realmente lindo, la gente te trata bien, con todo respeto, educación. Tiene que ser de esa manera”, señala tras fotografiar a un padre y sus pequeños con las "mascotas".

El tiempo de la estadía en las ciudades que visitan “depende de la clientela, del ‘pique”, argumenta sentado en la sombra, a resguardo del sol, a la espera del público.

Quizá cuando usted lea este artículo, Darío ya no esté en la tradicional esquina. Pero en cualquier momento volverá a Cipolleti con sus simpáticos muñecos.

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