Gonzalo Rivas: "el compromiso solidario debe practicarse todos los días"
El cipoleño Gonzalo Rivas, referente del Grupo de Ayuda Juventud Unida (GAJU), resalta el compromiso solidario propio y el de su equipo con los más necesitados.
A sus 47 años, Gonzalo Rivas sabe que hay que seguir. Que el compromiso solidario es algo permanente. Que nunca se puede dejar de prestar atención a los requerimientos de los más vulnerables, de los que más necesitan. Que su organización, el Grupo de Ayuda Juventud Unida (GAJU), no puede ni debe dejar de ayudar. Y, por eso, sigue.
Fue en 2003, es decir, hace 22 años, que un puñado de cipoleños que venían desarrollando actividades solidarias y de colaboración con los sectores más postergados de la comunidad decidió llamar GAJU a la unión de esfuerzo y dedicación que habían conformado algunas temporadas antes.
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Rivas era el referente natural de ese nucleamiento y lo sigue siendo hasta a la actualidad. Ahora no es el presidente de la entidad, que posee Personería Jurídica y tiene sus cuentas y papeles al día. No, ahora es su secretario. Pero todos saben, dentro y fuera de la organización, que es el referente. La persona a la que acudir, la que siempre tiene respuestas para propios y extraños.
Sin embargo, el dirigente jamás se olvida de resaltar que GAJU es el resultado del aporte y el empeño de un grupo de voluntades que trabajan juntas y ad honorem, esto es, sin cobrar un peso, en procura de hacer realidad los propósitos y objetivos que se trazaron hace más de dos décadas. Siempre ha sido un proyecto colectivo, y así se mantiene. Ayudar a los demás es una meta a la que no se llega con individualismos.
Perteneciente a una familia de clase humilde y trabajadora, Rivas sintió que tenía que generarse ingresos económicos muy temprano, a los 14 años de edad. Comenzó pintando rejas, pero no pasó mucho hasta que consiguió un puesto laboral en una estación de servicios, en la que no percibía sueldo pero sí podía ganarse unos pesos con la propina.
Su labor era limpiar los vidrios de los vehículos que iban a cargar nafta, lo que hacía con mucha prolijidad pues, además, debía mantener limpio y cuidado el lugar que ocupaba. Y le fue bien.
Disposición, compromiso y cortesía
Además, por su disposición, compromiso y cortesía, se fue haciendo amigo de muchos clientes, entre ellos, Angelita y Héctor, los dueños de la antigua fábrica de pastas La Sanlorenceña, de Neuquén, quienes le ofrecieron un empleo. "Muy buena gente, espectacular", recuerda, agradecido, a los propietarios. Por el flamante trabajo, se tuvo que mudar a la vecina capital, iniciando muy jovencito su vida independiente.
En aquellos años, también cursó estudios y se convirtió en gasista matriculado, además de completar conocimientos en plomería sanitarista. Más tarde, con personas que sabían de albañilería y de electricidad, integró un grupo de trabajo, de espíritu cooperativo, con el que se dedicaron a tareas relativas a sus oficios y a brindar talleres para los interesados. Por ejemplo, un taller básico de gasista, el cual habilita para la labor de "cañista", o sea, labores de mantenimiento y limpieza vinculadas al servicio del gas.
Hasta el presente, el grupo laboral sigue desarrollando estas tareas que exigen cooperación y esfuerzos compartidos, en tanto que las ganancias que se obtiene se reparten equitativamente entre los integrantes.
Vocación solidaria
Sobre su vocación solidaria, Rivas enfatizó que "lo que me marcó fue esto: haberme criado en un hogar humilde, haber tenido la posibilidad de estudiar y haber conocido gente que me dio una mano en forma desinteresada. Nadie me conocía, pero hubo mucha gente que me dio mucho amor, mucha contención y que, por ejemplo, me pagaba el sueldo que correspondía, sin importar que yo fuera chico, ni mucho menos", enfatizó.
Y prosiguió: "Cuando logré estabilizarme y avanzar, yo sabía lo que es la necesidad, lo que es pasar hambre, lo que es pasar frío, y no querés que nadie más lo sufra. Por eso, te queda esa empatía por los demás. Luego, en el camino pude conocer a mucha gente que también sentía esa empatía y conseguimos ir haciendo cosas por la comunidad".
Trabajar y aprender
"Yo siempre vi que había gente muy solidaria y que ayudaba, gente, por ejemplo, que me dio una mano y que no me conocía, y que no se aprovechó de mí, y que me trataron como correspondía. Así, cuando comencé a trabajar, quienes me emplearon me hicieron pensar en ahorrar, a la vez que pude comprarme muebles, una bicicleta, y así fue creciendo", manifestó.
Todavía muy joven, empezó a colaborar con otras personas para organizar celebraciones del Día del Niño y "después, de a poquito, fuimos ayudando a los chicos que necesitaban zapatillitas, o una caja de leche". De pronto, con el contacto directo que entonces regía, y seguramente para mejor, las relaciones cotidianas de la gente, sin intermediación de la tecnología digital, las actividades fueron ampliándose, lo mismo que la participación y las iniciativas.
Mejorar y salir adelante
Rivas y sus compañeros pronto se dieron cuenta de que la solidaridad no solamente debía concentrarse en dar respuesta a los requerimientos alimentarios y de abrigo más urgentes, sino que también había que ayudar a que las propias personas necesitadas accedieran al conocimiento y las destrezas de trabajo que les facilitaran una fuente de ingresos para mejorar su situación y salir adelante.
De allí que la capacitación, los cursos y los talleres en oficios, de las que tanto sabía, se hayan vuelto una de las principales propuestas en implementarse hasta la actualidad. Y para su realización, se ha contado con de la colaboración y el reconocimiento de empresas, del Municipio, de Provincia, de Nación e, incluso, de la Universidad Nacional del Comahue. Lo que ha permitido entregar las certificaciones y constancias correspondientes.
Para los impulsores de GAJU, nombre que los identifica hace ya más de 20 años, la educación general también ha sido motivo de preocupación constante. Al efecto, en la sede de la Isla Jordán de la entidad, bautizada como Ruca Huapi, se brindan clases de apoyo para estudiantes de la escuela primaria y la secundaria, a la vez que se dictan cursos para que personas adultas puedan concluir sus estudios primarios.
El salón de la sede se presta perfectamente para la enseñanza primaria, pero las autoridades de Educación de la provincia les han planteado que para acometer el desarrollo de la formación secundaria para adultos tendrán que disponer de otro espacio físico. A tal fin, se está construyendo las paredes de una edificación que ampliará las instalaciones y creará las condiciones para nuevas actividades educativas.
Construcción a retomar
Frenada en estos momentos por las contingencias climáticas, la construcción se retomará apenas despunte la primavera y se sientan los primeros calores, estimándose que estará concluida para el año que viene, justo antes que se abra un nuevo ciclo lectivo en la provincia.
Desde hace ya un tiempo, los integrantes de GAJU vienen incentivando la colaboración con otras entidades solidarias como Ain Lihuen y distintas agrupaciones barriales para potenciar las iniciativas y su impacto benéfico entre los sectores sociales que más lo necesitan. En muchas ocasiones, para eventos con presencia de destacados folcloristas.
A través de bingos, rifas y el aporte de vecinos, empresas e instituciones que brindan su generosa ayuda, la entidad consigue los fondos o donaciones materiales para la realización de sus propuestas. Festejos del Día del Niño, entrega de alimentos, reparto de kits escolares, puesta a disposición de muchos hogares de productos para la celebración de las fiestas de fin de año, impulso de iniciativas deportivas, capacitación y educación, figuran entre las actividades que se han cumplido a lo largo de la historia institucional.
En la actualidad, incluso, cuenta con un indispensable banco de alimentos, con el que auxilia a grupos barriales y a distintos nucleamientos benéficos. Gracias a su alto grado de organización y a la solidez que ha alcanzado, GAJU se está volcando cada vez más a este trabajo de colaborar con otros agrupamientos, habiendo dejado, por ahora al menos, la preparación propia de comida para las familias vulnerables y la concreción de actividades deportivas. La red de ayuda que ha tejido con otras instituciones garantiza que en los barrios incluidos a los pobladores más carenciados no les falte con qué alimentarse.
El exigente reto de la pandemia
Rivas recuerda que el momento más crítico que atravesó él y su grupo fue con el advenimiento de la pandemia. La aparición del Covid-19 multiplicó la demanda de asistencia por todas partes y exigió la puesta en práctica de protocolos que volvían las acciones y gestiones más complicadas, pero no había otra alternativa en la lucha contra la enfermedad.
Llegó un momento en que prácticamente el conjunto de los integrantes que trabajaban en la solidaridad contrajeron el virus y se enfermaron. Por fortuna, todos se recuperaron, algunos luego de enfrentar cuadros clínicos bastante complicados, uno de ellos tras estar internado en terapia intensiva.
Un plasma poderoso
Pero ocurrió algo curioso, algo inesperado. Resultó que Rivas poseía tales defensas inmunitarias que casi no experimentó síntomas, al punto que después pasó a convertirse en un donante asiduo y muy solicitado de plasma, por la demostrada potencia de sus anticuerpos contra el mal.
Su caso resultó tan extraordinario, que los médicos no salían de su asombro ante tanta fortaleza y poder de resistencia ante la enfermedad, a un nivel muy superior hasta de aquellos donantes que eran considerados como los mejores por el valor terapéutico de su plasma.
"Para nuestra institución, la pandemia fue algo que nos cambio totalmente, un giro impresionante, porque no estábamos preparados y la demanda que se planteo fue tremenda. Casi nos quedamos sin banco de alimentos. Mucha gente perdió su trabajo, y no había ni siquiera la posibilidad de changas. Fue un caos. Pero, pese al temor, empezamos a salir, se fueron sumando más personas y se pudo atender los requerimientos, con el aporte también de empresas privadas", expresó, en relación a esos tiempos dramáticos.
Camino solidario y en equipo
Hoy, Gonzalo Rivas afirma que siempre está dispuesto, en lo personal, a atender los pedidos que surgen de los vecinos más carenciados y de la comunidad. Casado con Laura y padre de Sofía, de 23 años, Gabriel, de 21, y Lulú, de 14, el referente mantiene su decisión de no parar, de proseguir el camino solidario iniciado hace mucho en el barrio Pichi Nahuel, y de ver por el bienestar de los otros, del prójimo que lo necesita.
"Para mí, la labor solidaria es algo re contra natural. No me veo no haciéndola", sostuvo y fue categórico en reafirmar, además, que el suyo nunca ha sido un quehacer individual, sino de "todo un grupo" que mantiene vigente su compromiso y su empeño en pos de las metas de siempre, las metas del ejercicio de la empatía y las buenas causas.
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