A diez años del asesinato de Elvira Abaca, los pedidos de justicia se renuevan
La vecina cipoleña fue una de las 38 víctimas fatales de las represiones de diciembre de 2001. La Justicia Civil reconoció que fue una bala policial la que acabó con su vida, pero hasta hoy no se halló a ningún culpable.
Su hija, Daniela Dellabarca continúa exigiendo una década después que se castigue a los culpables del trágico crimen.
A fines del año 2001 la situación social e institucional de la Argentina estaba atravesando una de las mayores crisis de su historia. Eso motivó a que el pueblo se adueñase de las calles en reclamo de mejores condiciones de vida y en repudio a una clase política en la que la corrupción y la desidia eran moneda corriente.
Ese estallido social finalizó con la renuncia del, por entonces, presidente de los argentinos, Fernando De la Rúa. Pero esa no iba a ser la única huella indeleble que aquellos días dejarían para la historia de este país, ya que la represión orquestada desde el Estado adquirió relieves inusitados desde la vuelta de la democracia y se cobró la vida de 38 personas. Entre ellas, la de Elvira Abaca, una vecina de Cipolletti de 46 años de edad.
Hoy se cumple una década de aquellos crímenes, y la Justicia no se hizo presente aún. Daniela Dellabarca, hija de Elvira, recuerda con emoción a su madre, mientras que resignada asegura: “Ya no tengo esperanzas en la Justicia, si se tuvieron todas facilidades para resolver el caso y no se hizo fue porque no se quiso”.
La tragedia
En el 2001 Daniela, con 25 años, estudiaba percusión en La Plata y su hijo Yoel, de 7 años en aquel entonces, vivía en esta ciudad junto a su abuela.
“Yo había venido a buscar a mi hijo para volver a La Plata y pasar las Fiestas allá, pero todo cambió y no pude volver”, manifestó apesadumbrada Daniela, que hoy tiene otro hijo, Matías de seis años.
El 19 de diciembre Elvira fue alcanzada por una bala policial que puso fin a su vida y sumergió en la desdicha a una familia que hoy, diez años después, aún padece la injusticia.
En casos como estos, los muertos del pueblo no paran de morir, los burócratas de turno se encargan de dejarlo en claro, y sepultan los sueños de justicia bajo expedientes y papeles que cruzan la meta de la proscripción.
“Piquete y cacerola, la lucha es una sola”, se escuchó por entonces en muchas arterias de este país. Hoy las cacerolas tienen sus guisos, y los gritos de Justicia quedaron solos, ahogados en cajones de paquetes despachos.
La injusticia
La impunidad se hizo presente en todos los asesinatos cometidos por aquellos días. En lo que respecta a Elvira, en la Justicia Civil que investigó su crimen, se comprobó que la bala había salido de un arma policial. Sin embargo, nunca se halló culpable a nadie que pagara por tamaño delito, y trataron de solucionar la pérdida con una indemnización.
Daniela, convencida, asegura que “el culpable de todo lo que sucedió fue el gobierno de turno, pero la Justicia va de su mano y decidió no hacer nada”.
Unidos por el dolor
El pasado 8, 9 y 10 del presente mes, en la ciudad de Rosario, se llevó a cabo el Primer Encuentro Nacional de Familiares de Víctimas de Diciembre de 2001. Allí fue Daniela junto a su hijo mayor, que hoy ya tiene 17 años.
Estas actividades sirvieron para conocerse entre ellos, para exponer sus historias y aunar sus reclamos para que se fundan en un solo grito.
Como conclusión, Daniela señaló: “En este país la justicia no existe. Todos los casos hoy están impunes”.
"El arte es lo que une las luchas"
Lejos de la política, Daniela recuerda a su madre de la manera en que sabe hacerlo, a través de la música.
Daniela siempre amó el arte, particularmente la música, que se convirtió en una de sus pasiones, la que comparte junto a sus dos hijos.
“Yo nunca milité en política, no entiendo de eso; a mí me gusta la música, el arte, y esa es la mejor manera de recordar a mi vieja, porque el arte es lo que une las luchas”, señaló.
Es por eso que el sábado, en la memoria de Elvira, los familiares organizaron un festival musical que se desarrolló en el Andén. Allí, entre los artistas que ocuparon el escenario, estuvo Yoel, que recordó a su abuela haciendo lo que sabe y lo que le gusta: tocar música.
Además, Daniela destacando el poder del arte, valoró el trabajo de otros artistas de la ciudad, que denuncian casos de injusticia de distinta manera, ya sea en murales, en libros, en canciones o con interpretaciones teatrales.
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