El bombero que desapareció en su día y del que nada se sabe hace 13 años
La causa no se ha movido en tres años y hoy hay una recompensa ínfima por datos. Su hermana asegura que perdieron pruebas claves durante la investigación.
Hoy, 2 de junio, mientras los cuarteles de bomberos de todo el país se llenan de homenajes, sirenas y abrazos, en una casa de Allen el silencio sigue pesando. Se cumplen 13 años de la desaparición de Carlos Norberto Painevil, taxista y bombero voluntario, cuyo paradero continúa siendo un misterio sin resolver. Trece años de una causa plagada de irregularidades, pruebas perdidas, promesas vacías y un expediente que descansa en algún escritorio judicial, inerte. Trece años de inoperancia.
Carlos fue visto por última vez el sábado 2 de junio de 2012, a las 2:50 de la madrugada. Esa noche, como tantas otras, trabajaba como taxista para la empresa "Nave" y habría tomado un viaje con destino a Cipolletti. Nunca regresó. Su Chevrolet Corsa fue hallado dos días después en Neuquén capital, en la intersección de San Pablo y Lázaro Martín, barrio Confluencia. Desde entonces, el expediente judicial ha cambiado de manos al menos cinco veces y no ha logrado dar una sola respuesta clara.
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El caso está actualmente a cargo de la fiscal Verónica Villarruel, pero según denuncia la familia, desde 2022 no se ha producido ningún avance. “La fiscal sólo nos recibió una vez en dos años”, expresó Claudia Painevil, hermana de Carlos y principal impulsora de la lucha por su aparición con vida. “Nosotros buscamos a Carlos por nuestros propios medios. Hicimos lo que la Justicia nunca quiso hacer. Y ahora nuestros hijos están tomando la posta para seguir”.
Pruebas perdidas y una investigación trunca por Painevil
Durante el primer año, el caso estuvo en manos del fiscal Ricardo Romero, cuya actuación ha sido severamente cuestionada. La familia denunció que bajo su responsabilidad se perdieron grabaciones clave de cámaras de seguridad y que se extraviaron pertenencias personales como un chaleco de bombero que llevaba Carlos. Omisiones graves que sembraron dudas desde el inicio.
Uno de los pocos movimientos relevantes en la causa ocurrió en noviembre de 2017, cuando un testigo de identidad reservada aseguró que Carlos había sido asesinado y arrojado al río. A raíz de ese testimonio se realizaron rastrillajes en varias zonas. Allí se hallaron botas, una gorra de bombero, guantes, una soga, un cuchillo y hasta una nota con el nombre “Carlitos” dentro de una lancha. Sin embargo, ¿Qué hicieron las autoridades con esas pruebas? Poco y nada.
La causa, que sigue caratulada simplemente como “desaparición”, podría prescribir. Por eso, la familia solicitó su recaratulación como “desaparición forzada”, figura legal que no prescribe y que reconoce la responsabilidad del Estado —por acción u omisión— en estos crímenes. “Durante 13 años se nos ha negado el acceso a la verdad y la justicia, como se hace sistemáticamente en cada desaparición forzada en democracia”, denunció Claudia. Y recordó que Carlos no está solo: “Su historia se suma a las de Daniel Solano, Sergio Ávalos, Luciano Arruga, Facundo Astudillo Castro y tantos otros a los que intentaron borrar”
Incluso hoy, 13 años después, la hermana asegura que la versión oficial policial es que Carlos “se fue por sus propios medios”, una idea que refuerza la desidia institucional y busca eludir responsabilidades. Un intento más por desdibujar una desaparición que para su familia fue forzada y que, en democracia, resulta tan inaceptable como alarmante.
Una recompensa que no alcanza
El Estado, por su parte, pareció reaccionar sólo a través de gestos simbólicos. En 2022, al cumplirse 10 años de su desaparición, el gobierno de Río Negro anunció el aumento de la recompensa por información certera: pasó de 500 mil a 1 millón de pesos.
Lo cierto es que a 13 años, el expediente no se mueve y la recompensa que hoy parece un vuelto, sigue sin dar resultados. La familia ha solicitado otro aumento significativo.
Carlos tenía 31 años y era padre de tres niños. Su vida estaba marcada por la vocación de servicio: durante el día trabajaba como taxista y, cuando sonaba la sirena, se ponía el uniforme de bombero. Su desaparición dejó un vacío en su familia, pero también en la comunidad allense, que durante años marchó pidiendo justicia.
Hoy, en el Día del Bombero, su nombre vuelve a resonar no como homenaje, sino como reclamo. Porque mientras el expediente acumula polvo, la memoria de Carlos sigue viva en la lucha de su hermana, su familia y sus hijos, que crecieron sin respuestas. La tristeza ya es parte de la rutina. Pero lo que más duele, lo que más indigna, es la bronca de saber que la justicia ha estado —y sigue estando— ausente.
Cualquier persona que tenga información sobre Carlos Painevil puede comunicarse con la Unidad Fiscal Temática N.º 1 de General Roca, ubicada en calle San Luis 853, segundo piso, o llamar al 298-4292050 o 298-154231271.
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