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En un camión y a los tiros, la mítica fuga de la U9

Siete presos tomaron a dos guardias de rehenes, se apropiaron del camión del penal y lograron derribar dos portones para ganar la calle y huir. En el juicio se denunció un entramado de corrupción del Servicio Penitenciario Federal.

La fuga del 23 de abril de 1997 de la Prisión Regional del Sur U9, fue craneada durante seis meses y contaba con el guiño de autoridades del Servicio Penitenciario Federal.

La U9, por más de un siglo estuvo enclavada en el centro neuquino y la fuga fue de película, más allá de que el guion se terminó de escribir durante el juicio que se realizó en plena city bancaria en diciembre de 2004.

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Detrás del motín y la fuga hay una historia sombría por la cual penitenciarios de la época parecen haber rubricado un pacto de silencio sobre lo ocurrido en esa lluviosa mañana, porque no hablan ni bajo reserva de fuente.

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El apóstol

La fuga, para la época, fue impactante no solo por cómo la concretaron sino porque entre los evadidos había algunos presos de renombre nacional. Sí, en la historia criminal, los delincuentes también tienen su top ten y Carlos Gorosito podría integrarlo tranquilamente.

Oriundo de Mendoza, durante el sangriento motín de Sierra Chica, en la Semana Santa de abril de 1996, participó de un fallido intento de fuga que terminó con 13 guardiacárceles tomados de rehén.

Unos mil presos se plegaron al motín, y a los que enfrentaron a los doce apóstoles los mataron.

La historia negra y criminal que dejó el motín de Sierra Chica cuenta que a los muertos los quemaron en los hornos de la panadería y con algunos se hicieron empanadas que les dieron de comer a la jueza y al secretario que entraron para mediar y terminaron como rehenes. Incluso, se jugó un picado en el patio del penal donde la pelota era la cabeza de un interno.

El otro que lideró la fuga de la U9, Héctor Fabián Rubira, pactó con jefes corruptos del servicio penitenciario para hacer algunos “trabajos”, incluido un crimen, a cambio de ser trasladado a Neuquén, donde le darían vía libre para fugarse. A la vista queda lo ocurrido.

Una mano importante la brindó un neuquino, Carlos Ramírez, que para los presos foráneos fue un GPS para salir de la región una vez que ganaron la calle. Por ese motivo lo sumaron al plan. En total, siete internos emprendieron el escape de la U9. Todos habían sido condenados a perpetua por homicidio, en algunos casos, múltiples.

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Tormenta

Dentro del Sistema Penitenciario Federal, la U9 tenía fama de ser la cárcel más segura, por eso los presos más peligrosos eran enviados a Neuquén.

A principios del siglo XX, el penal federal estaba en las afueras de la ciudad, pero el exponencial crecimiento que tuvo la capital patagónica obligó a rodear de viviendas la unidad penitenciaria.

De hecho, hace solo un par de años, el edificio fue entregado a la Provincia a cambio de la cárcel de Senillosa, que está enclavada en el parque industrial de dicha localidad ubicada a unos 30 kilómetros. El viejo edificio penitenciario fue abierto al público con visitas guiadas, pero todavía no está resuelto qué se proyectará en ese lugar sumamente valioso.

Volvamos a la mañana del 23 de abril de 1997. Los cabecillas, al ver el cielo encapotado y con una lluvia persistente, no intentaron en ningún momento cambiar el plan. Todos estaban jugados y no iban a desechar el trabajo de inteligencia que habían realizado durante seis meses por un vendaval.

El plan tenía dos fases. La distractiva, que la llevaron a cabo los presos que estaban en los pabellones y que tomaron a unos 15 guardias y celadores de rehenes para permitir que el apóstol y su grupo pudieran concretar la fase dos, que consistía en ganar el camión con el que se recolectaba la basura para poder huir.

a la izquierda, el neuquino José Figueroa; en el centro, Héctor Rubira; y a la derecha, el panadero de Sierra Chica Carlos Gorosito. .jpg

Con los penitenciarios tratando de frenar el foco de conflicto en tres pabellones, Gorosito, Rubira y compañía ganaron la zona de los talleres, al fondo del predio, y con dos armas tomaron como escudo humano a dos guardias.

A uno lo pusieron al volante del viejo Ford 600. En la caja subieron los otros integrantes del grupo y el camión derribó el portón interno que separaba los talleres de la cancha de fútbol y, con el acelerador a fondo, impactaron el portón externo que daba a la calle Arturo Illia.

Por los golpes, al viejo Ford se le rompió el radiador y, cuando llegaron a Independencia, había fundido motor. Ahí dejaron a los penitenciarios y el grupo se dividió en dos. Cuatro subieron a un Fiat Duna blanco y los otros tres a un Renault 19 a cuyo conductor amenazaron con un arma y le sacaron el dinero que tenía encima.

A partir de ese momento, el neuquino Figueroa tomó protagonismo porque fue el que les marcó la ruta de fuga. Los vehículos fueron abandonados y luego encontrados en el barrio Belgrano y Confluencia, en el sector conocido como Los Pumas, bravo si los hay.

El Ford 600 que la U9 utilizaba internamente fue tomado por los presos para concretar la histórica fuga.jpg

El cruce

Figueroa, viejo conocedor de los movimientos de la policía de Neuquén y Río Negro, sabía que lo primero que iban a cortar ni bien se diera la alerta de la fuga sería el puente carretero.

Por ese entonces no estaba el cruce por Centenario a Cinco Saltos, así que había que llegar hasta el dique Ballester, por el cual no podrían cruzar en un vehículo. Los cabecillas tomaron un utilitario del Correo Oca, se escondieron y obligaron al conductor a manejar hasta inmediaciones del dique Ballester donde lo liberaron y siguieron a pie.

Figueroa fue clave porque sabía que, si seguían, los podían detener en el puesto de control de Vista Alegre. Por eso indicó que tenían que cruzar a Río Negro, montados en el caño de gas de la ex empresa Cogasco que estaba una altura de 50 metros y tenía 100 metros de largo sobre el río Neuquén.

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Una búsqueda a la deriva

La Justicia neuquina se valió durante muchos años de las celdas de la U9 para los delincuentes locales más peligrosos; al resto los derivaba a las alcaldías de las comisarías.

En 1995, el gobernador Jorge Sobisch inauguró la U11 en Parque Industrial, que se convirtió en la cárcel más importante de la provincia y sigue siéndolo hasta la fecha.

Desde entonces, cuando había un motín o un incidente dentro de la U9, la Policía neuquina colaboraba rodeando el perímetro del penal para capturar a cualquier preso que intentara evadirse, pero lo que ocurría puertas adentro era cosa de los federales.

“Esa era tierra de los federales, si ocurría algo o escuchábamos detonaciones, rodeábamos el penal y dábamos aviso a la Policía rionegrina, con la cual teníamos un acuerdo, para bloquear el puente carretero”, confió un policía neuquino retirado.

Ni bien el Servicio Penitenciario dio la alerta, fueron muchos los policías neuquinos que se sumaron a la recaptura.

“En las primeras horas era todo desconcierto. Recién a la noche nos dieron un listado de nombres, pero no tenían fotos y tampoco estaban tan seguros”, confió un neuquino retirado.

La división de Motorizada, en medio del aguacero, fue siguiendo los llamados al comando sobre los robos de vehículos y llegó a una bajada al río Neuquén en inmediaciones de los puentes carreteros.

“El jefe de la Motorizada me dio la orden de subirme a un gomón, por lo que anduvimos recorriendo toda la zona de la confluencia de los ríos y después remontamos el Neuquén hasta el dique, pero nada”, confió un integrante de la motorizada de esos años.

“A nosotros nos metieron dentro de un Falcón y estuvimos dando vueltas como locos por todos lados, pero no sabíamos ni a quién buscábamos”, reveló un oficial retirado.

Alrededor de 12 horas tardó el Servicio Penitenciario Federal en generar un informe a medias con nombre y apellido de los prófugos, incluso de algunos no tenían ni foto. Eran siete en total, pero en esa jornada de lluvia no hubo una sola detención.

La lista de los fugados, a los que calificaron de máxima peligrosidad, la integraban Carlos Gorosito, Héctor Rubira, Jorge Trincadelli, Carlos Ramírez, Ángel Sánchez Tejada, José Sabino Figueroa y Juan Alberto Paz.

captura profugos U9.jpg

Ciudad de la furia

El Servicio Penitenciario se blindó y no brindó ningún tipo de información. En la actualidad, los guardias que estuvieron en esa fuga no han querido hablar ni siquiera bajo reserva. Ese silencio alimenta los fantasmas de la zona liberada y de un arreglo que venía de arriba.

Por su parte, la Policía neuquina no quiso hacer declaraciones en ese momento porque, en verdad, a la luz de los testimonios obtenidos, no tenían nada claro y la información entregada por las autoridades de la U9 era escaza, por no decir exigua.

La Justicia Federal libró la orden de búsqueda y captura al día siguiente.

Mientras tanto, la rionegrina surcaba de una punta a la otra el Alto Valle, Barda del Medio y Catriel. La Policía pampeana y la mendocina se pusieron en alerta.

Mientras las fuerzas de seguridad se llamaron al silencio, los que tomaron el micrófono de cuanto medio se acercó al lugar fueron los vecinos y comerciantes de la U9.

El temor inicial por el tiroteo y la irrupción violenta del camión por calle Illia se transformó con el paso de las horas en valor y furia. El reclamo generalizado estaba vinculado a la sensación de inseguridad que tenían y reclamaron el traslado del penal. El argumento fue el mismo de los últimos treinta años: “No puede haber una cárcel en plena ciudad”. En verdad, la falta de planificación y el crecimiento desmedido dejaron al penal rodeado de viviendas.

Caídas

Con el correr de los días, lograron dar con algunos de los prófugos.

“Recuerdo que en Allen cayó un par y otros en Chile. Se iban de la zona porque todos eran de afuera. La caída que más recuerdo fue la de Gorosito, porque una compañera del área de Delitos recibió un dato muy puntual de que estaba en Mendoza. Así que nos pusimos en contacto con unos jefes de la Policía mendocina y les pasamos el dato. Ellos armaron toda una movida por una causa que tenían por drogas y de paso incluyeron la dirección que les pasamos para sumarla a los allanamientos”, contó la fuente.

Gorosito aprovechó la fuga para volver a sus pagos y se guardó en la inmensa localidad de Las Heras, una de las más populares del Gran Mendoza.

En el operativo, el grupo especial de la Policía de Mendoza irrumpió en la casa donde estaba Gorosito, quien literalmente se arrojó para intentar agarrar un arma y le dieron un tiro en la cadera que lo dejó tendido en el suelo, y de ahí directo al hospital.

Balboa al ring

El fiscal federal Manuel de Reyes Balboa, una vez que se logró detener a casi todos los evadidos, elevó la causa a juicio varios años después de la fuga.

El proceso se llevó adelante en Neuquén a principios de diciembre de 2004, a cargo del Tribunal Oral Federal de Neuquén.

Como se trataba de delincuentes muy pesados, se temía que sus compinches intentaran forzar una extracción, entonces Balboa convocó a las fuerzas de seguridad con asiento en la provincia y desembarcó de Buenos Aires un par de grupos tácticos para montar un megaoperativo inédito en Neuquén.

Más de 70 efectivos de distintas fuerzas resguardaron la seguridad de la sede del Tribunal Oral Federal que se ubica en el corazón de la city bancaria neuquina, en Carlos H. Rodríguez 46.

Los acusados estaban distribuidos entre la U9 y Gendarmería. Fueron días de mucha tensión y se sentía en el aire. De hecho, el tribunal impidió el acceso de la prensa porque no podían garantizar la seguridad de los periodistas que realizaban la cobertura.

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Juicio y corrupción

El tribunal estuvo presidido por Orlando Coscia, Eugenio Krom y Rubén Caro y, a decir verdad, el juicio no tuvo desperdicios.

Con todos los delincuentes sentados en el banquillo de los acusados, parecía una escena de la película Los Intocables, aunque el anclaje local más directo lo podemos hacer con el juicio realizado a los represores de La Escuelita en el salón de Amunc.

En medio del debate, Rubira confió al tribunal que lo habían derivado a Neuquén después de cumplir con su parte de un oscuro pacto que hizo con jefes del SPF en Buenos Aires.

Rubira mató a un hombre, a cambio el SPF lo trasladó a la U9 con la promesa de brindarle armas y liberarle el camino para que se fugara del penal.

El delincuente detalló que los penitenciarios le entregaron dos revólveres calibre 38 y un 32. Además, confió que los propios guardias eran los que les proveían de droga en la cárcel.

Por este testimonio, los jueces advirtieron que la vida de Rubira en la U9 pendía de un hilo, por eso se ordenó que quedara bajo custodia de Gendarmería.

El tribunal se encargó de derivar todos los dichos de Rubira para que el juez federal Guillermo Labate (fallecido) se encargara de investigar esa línea de penitenciarios corruptos.

Para el tribunal quedó acreditado el delito de evasión y a Gorosito, Rubira y Trincadelli se los condenó a dos años y ocho meses de prisión.

En tanto, a otro dos presos se les acredito que realizaron acciones que permitieron favorecer la evasión y les dieron dos años y seis meses de prisión.

En todos los casos, las penas debieron ser unificadas con las que tenían vigentes.

Respecto de la línea investigativa que surgió a partir del relato de Rubira, nunca se pudo avanzar. ¡Cosas veredes!

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