La gente quiere bailar y es posible aprender o simplemente prenderse al baile
Son muchos los vecinos que buscan los espacios institucionales donde se enseñan y practican distintos tipos de baile, como el tango. La gente quiere bailar.
La gente quiere bailar. A contramano de tiempos que no se prestan para el entusiasmo, mucha gente, clasemedieros, laburantes, jubilados y jóvenes promesas, quieren bailar. Por fortuna, en la ciudad hay muchos espacios públicos adonde concurrir, con talleres de variados géneros musicales y con lugares donde simplemente bailar y divertirse. Por ejemplo, para aprender o nada más disfrutar bailando tango.
Como no da para quedarse quieto para siempre, hay unos cuantos jubilados casados, separados o viudos que gustan de hacer circuitos por varios de estos centros de recreación municipales o de otras instituciones, cosa de sacarle el máximo de provecho a lo que se ofrece, casi gratis. Así, en el Centro Municipal de Danzas (CEMUD), ubicado en O’Higgins 61, por ínfimos 1.000 pesos se podían tomar en 2024 varias clases por mes.
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Todo esto, por supuesto, en la parte del año que la comuna mantiene su agenda de talleres culturales en marcha, que es en la mayor parte del tiempo, salvo en la temporada vacacional de verano, cuando se la extraña.
Luis, jubilado hace un año, es uno de los tantos cipoleños que, poco a poco, ha ido avanzando en el exigente arte de bailar tango. Bailar bien el tango. Él ya ha progresado un buen tramo en su aventura, habiendo partido de cero. Pero todavía le falta, todavía le queda bastante camino por recorrer, aunque ya se defiende. Y lo principal, quiere seguir aprendiendo, quiere dominar lo más que pueda la técnica, la pasión y la gracia del que realmente sabe.
Junto con el veterano y ambicioso aprendiz, a las clases asiste un amplio espectro etario de personas atraídas por la danza urbana. Adultos y jóvenes, varones y mujeres, se reúnen todas las semanas, bajo la atenta mirada de sus aplicados profes y, con el correr de los meses, van mejorando su desempeño.
En su devenir solitario, Luis nunca ha dejado de admirarse del interés que despierta el tango. En su historia personal, el tango nunca había pasado de escuchar el puñado de tangos prácticamente obligatorios para la argentinidad. Los consabidos y maravillosos tangos de Gardel, el proverbial Cambalache, famosas interpretaciones de Julio Sosa y el “Polaco” Goyeneche, las audacias eternas de Piazzolla, sutilezas del sentimiento de Mores y Pichuco. No mucho más.
Quizá también el recuerdo de una olvidada tarde, o noche, frente al televisor viendo algún programa de Grandes Valores del Tango, conducido por Silvio Soldán y su reconocida solvencia frente a las cámaras.
Tango es convivencia, tango es pasión
No siempre estuvo solo Luis y familiero como ha sido en épocas pretéritas, ahora le place hacer hincapié en las posibilidades de socialización o de, utilizando una palabra más bonita, convivencia que se le abren en los cursos de tango y también en las milongas que se pueden frecuentar, también en espacios públicos o institucionales, para simplemente bailar y seguir despuntando el vicio del dos por cuatro.
En el Complejo Cultural Cipolletti (CIC), en las instalaciones del Centro Integral de la Tercera Edad (CITE), en la Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia, o en encuentros amistosos de veteranos y veteranas en el Parque Rosauer siempre hay alguna ocasión para juntarse a departir y si hay onda, que es lo habitual, lanzarse a bailar. Tango, o lo que venga, de acuerdo al momento y a la inspiración.
Clases, ritmos, compases y parejas
Le ha pasado alguna vez, en las clases del CEMUD, que no hubiera mujeres para seguir en pareja el ritmo y los compases, pero eso no importa. A él, como a otros asistentes, si le ocurre no tener compañía, la circunstancia no lo apabulla y baila, sigue aprendiendo a bailar, solo.
A la inversa, conoce, y lo cuenta, que en una instancia de participación voluntaria para preparar coreografías suelen ser más las chicas que los varones quienes se anotan y se suman al aprendizaje. En esos casos, ellas no tienen problema de bailar entre ellas. Pero sería bueno que siempre hubiera más candidatos para la pista.
Y los tradicionales géneros folclóricos argentinos
Ahora, Luis, el espontáneo conocedor de las agendas tangueras y milongueras, ha empezado a aprender también la danza de los tradicionales géneros folklóricos argentinos. La alternativa se la toma con más calma, con menor exigencia tal vez, porque le han absorbido parte de sus horas cursos de otras actividades no relacionadas con la música y con el baile. Además, lejanas habilidades folclóricas de su adolescencia todavía lo ayudan.
La gente quiere bailar. Quiere demostrarse y demostrar que es posible seguir con una pareja los sabios y rigurosos movimientos a que invita la música ciudadana. Y si se puede, está hasta la voluntad de comprarse la pilcha y los timbos de los tangueros de ley. Cuesta, pero la elegancia vale la pena. Para cuando se presente la oportunidad, ya habrá tiempo, para el que lo quiera, de intentar otras danzas, que propuestas en la comuna y en otras instituciones, algunas de ellas privadas, nunca faltan. La gente quiere bailar.
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