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Noema Acuña, la mujer que sabía demasiado

Su crimen fue el 25 octubre 2002. Trabajaba en Cutral Co en una inmobiliaria donde descubrió manejos muy oscuros. La encontraron unos crianceros semienterrada en la meseta neuquina. Hubo un sicario. ¿Era policía? Su asesinato quedó impune.

Recorrer la historia de los Acuña es atravesar el túnel del tren fantasma a pie. Los horrores surgen a cada paso y no se vislumbra un final, todo parece fundirse a negro. ¿Cómo encontrar un principio entre tanto drama? Tal vez doña Ana Victoria Rosales pueda ser el seguidor de este drama donde el Estado encarna el horror y la impunidad.

Ana Victoria Rosales tuvo una familia numerosa cuando la comarca petrolera estaba en su esplendor. Su prole está compuesta por Sirena, Nancy, Elvira, Sonia del Pilar, Josefa, Marcial y Noema Acuña.

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Gracias a don Jaime

Sirena y Oscar Luis Hodola tuvieron un único hijo, Pablo. La militancia política en el Partido Obrero y la persecución ideológica los obligó a escapar de la comarca petrolera cuando Pablo tenía pocos meses.

Pero las botas de la Junta de Gobierno de Jorge Rafael Videla les siguió los pasos hasta una casa que habitaban en Villa Udaondo, en Provincia de Buenos Aires.

El 12 de mayo de 1977, Sirena y Oscar fueron secuestrados y desaparecidos. Pablo tenía 1 año y 8 meses. La suerte quiso que ese grupo de represores lo dejara en la casa de una vecina que llamó de inmediato a doña Ana.

Conmovida por la situación y a sabiendas de que su hija y su yerno corrían peligro, doña Ana salió del barrio Central de Plaza Huincul con destino a Neuquén.

Don Jaime de Nevares, otro gran luchador en tiempos donde las ideas conllevaban la vida misma, le financió un vuelo a Buenos Aires y así doña Ana logró llegar a recoger a su nieto Pablo antes de que los agentes del gobierno militar se lo llevaran.

Doña Ana regresó a Plaza Huincul con su nieto en brazos y con el corazón partido porque intuía que a su hija y a su yerno ya no los volvería a ver.

“No tengo ningún recuerdo de mis viejos, solo la leve sensación de que estaba aprendiendo a caminar y había una mujer detrás mío. Recién vi fotos de ellos como a los 10 años”, contó Pablo Hodola, hijo de Sirena y Oscar.

“Mis abuelos, por temor, quemaron todo en esa época, entre ello fotos de mis padres. Ellos se pusieron de acuerdo en que la familia materna me criaría hasta que terminara la primaria, luego mis abuelos paternos se encargarían de mí en la secundaria”, detalló Pablo, cuya vida es una constante lucha por la verdad y contra la impunidad.

Noema, lo más parecido a una madre

Pablo se crió prácticamente de la mano de Noema, que era la tía más joven, de poco más de 20 años. Ella se encargaba de ayudarlo con las tareas, armaban barriletes juntos frente a su casa en un descampado en Huincul que daba a la Ruta 17 y hasta solía ir a las reuniones de padres en carácter de tutora.

“Recuerdo que en una reunión de padres de la escuela, yo le pregunté a mi abuela ‘¿dónde están mis padres?’. Ese fue un momento bisagra porque me explicaron que mis padres habían desaparecido. La escuela intentó, con sus profesionales, hacer que yo viera en mi tía Noema una mamá, pero nunca la llamé ‘mamá’, aunque ella cumplió ese rol en mi vida”, confió Pablo.

Cuando llegó la adolescencia, Pablo viajó a Mar del Plata para vivir con los abuelos paternos, siguiendo el acuerdo establecido en 1977.

A Pablo lo inscribieron en un colegio salesiano, donde le brindaban una muy buena educación, vestía uniforme y cumplía un estricto horario. Pero él extrañaba su vida en Huincul.

A los seis meses se despidió de la Feliz y retornó a la comarca, donde ingresó a una escuela técnica.

En su niñez y adolescencia siempre Noema estuvo junto a Pablo, que lentamente se sumaría a las huestes de HIJOS para iniciar una lucha que sigue vigente.

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La espada de Damocles

Noema desde muy joven trabajó en Quitralco, una empresa de limpieza. También se dedicó al servicio doméstico y hasta atendió un comercio sin descuidar a su sobrino, a quien trataba como a un hijo.

Cuando Pablo se emancipó y formó su propia familia en 1994, se fue a vivir a Rincón. Noema un año antes había comenzado a trabajar en la inmobiliaria de Alfredo Chatelain, sin saber dónde se metía.

Noema vio y se enteró de muchos manejos que hacía su patrón, a la vez dueño de un motel alojamiento en sociedad, Susurros, a la salida de Huincul en dirección a Neuquén.

Las cosas que sabía Noema le carcomían la cabeza, la conciencia, “era muy correcta esa mujer”, confió un funcionario judicial del caso.

En 2002, Chatelain la seguía teniendo en negro y le retrasaba el pago de sueldo. Con el tiempo, supusieron que todo eso lo hacía para que ella renunciara, pero Noema, creen en la familia, lo habría “enfrentado para que le pague y hasta lo podría haber condicionado o contaba todo”, confió Pablo sobre la hipótesis que siempre abrazó su tío Marcial.

Chatelain en el fondo reconocía que Noema sabía demasiado y era una suerte de espada de Damocles.

“Cuando se enteró de los negocios de su , se puso muy mal. A Noema seguramente la mandaron a matar y después limpiaron todo en la inmobiliaria”.Investigador. Declaración bajo reserva

Festejo y fuga

El aniversario de Cutral Co, el 22 de octubre, en 2002 cayó martes y la comuna resolvió pasar el festejo para el viernes 25.

Ese viernes todo estaría cerrado y la Policía entretenida con el cuidado de las calles, por lo que los presos de la Comisaría 14 hacía días que venían planificando una fuga.

En el patio interno de la alcaldía, que estaba enrejado a unos cuatro metros de altura, los presos, durante una semana, aproximadamente, se habían tomado el trabajo de hacer una escalera humana en los momentos en que podían para limar barrotes.

Para que no se notaran los cortes, los unían con chicle y los cubrían con jabón, una vieja fórmula que utilizan para disimular las limaduras de barrotes.

“Todo ese trabajito que hicieron los presos fue en connivencia con la Policía. No hay fuga en la que la Policía no esté involucrada, mirando para otro lado como mínimo”, confió el ex fiscal de la comarca petrolera Santiago Terán.

Lo cierto es que la fuga fue advertida tipo 12:30 de ese viernes. Cinco presos escalaron el muro, quitaron los barrotes y con un sábana fueron subiendo al techo, desde donde luego ganaron la calle: Roberto Valdebenito, Jorge Javier Samponia, Carlos Damián Sosa, Esteban Fabián Navarrete y Walter Damián Troncoso.

En medio de los festejos, la Policía inició un operativo de búsqueda.

“Nos endulzamos con la hipótesis de que el pelo que tenía Noema en su mano era de uno de los presos y cuando dio negativo el ADN, habíamos perdido mucho tiempo”. Funcionario del caso. Declaración bajo reserva

Viaje a Neuquén

Noema aprovechó el feriado del 25 para viajar a Neuquén a pagar al banco City la cuota de su Corsa. Además, tenía previsto pasar por la Anses y luego vería algo de ropa en el centro porque era una mujer muy elegante.

Del viaje sabían su familia y su compañera de trabajo, a la que vio en la inmobiliaria minutos antes de salir esa mañana y le dijo que estimaba regresar tipo 19.

Luego, alrededor de las 9, un policía de la división de Tránsito de Plaza Huincul la vio pasar por el control de la Ruta 22. Iba sola en su Corsa rojo con destino a Neuquén.

La última vez que vieron a Noema con vida fue cuando se la cruzaron tres periodistas de la comarca, Basilio Gabriel Galarza, Ricardo Astorga y Andrés Martínez, quienes regresaban de Neuquén tras hacer una entrevista en el aeropuerto. La reconocieron por el auto a la altura del último semáforo de salida de Plottier en dirección a Cutral Co. Declararon ante las autoridades que iba sola.

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Macabro hallazgo

Tres crianceros de la meseta neuquina habían pasado la noche del 24 y la madrugada del 25 cazando liebres. Cuando retornaban a sus casas, a caballo, observaron que sus perros estaban escarbando en un lugar y al acercarse vieron una nariz. De ahí, se dirigieron hasta el basurero municipal para avisarle a uno de sus hermanos, quien notificó a la Comisaría 20.

Desde que vieron el cadáver, tipo 12:30, hasta que vino la Policía y los llevaron hasta el lugar pasaron casi dos horas.

En el lugar vieron huellas frescas de un auto y también, indicó uno de los crianceros conocedores de la zona, había marcas como si alguien hubiese barrido con jarilla el sector, aunque en el lugar no vio jarillas rotas.

Horas más tarde, a las 19, se tomó conocimiento del hallazgo del Corsa rojo en la zona de chacras de Cipolletti, en inmediaciones del barrio Labraña, a un par de kilómetros de la Ruta 22. Adentro estaba la documentación y titularidad del vehículo, por lo que de inmediato la Policía rionegrina dio aviso a la neuquina.

Los Acuña fueron notificados ese misms día por la Policía, pero quien primero se enteró fue Chatelain, por el aviso de un comisario que lo conocía.

Esa mañana también Chatelain había viajado a Neuquén acompañado por un hombre entrado en edad y estuvieron en el Banco Hipotecario y luego tomaron un café.

El crimen

El trabajo en la escena del crimen dejó muchas dudas, de todas formas, los forenses indicaron que el cuerpo de Noema presentaba “traumatismo en la zona del cráneo y heridas en el cuero cabelludo y mentón”.

De la autopsia surgió que la muerte fue por una insuficiencia cardiorrespiratoria, debida a un traumatismo grave de cráneo. La hora de muerte se estimó a las 12 del 25 de octubre.

¿Cómo murió? Peleando. Tuvo varias heridas contusocortantes en la región craneana, pero también presentaba hematomas en distintas partes del cuerpo.

Literalmente, le destrozaron el rostro. Según el protocolo de autopsia, “las lesiones fueron causadas por un cuerpo romo y con filo”.

En el lugar encontraron una pala, con la que se presumió que se cavó la fosa superficial donde la semienterraron, y los especialistas no descartaron que también hubiese recibido golpes en la cabeza con la culata de un arma de fuego.

Dos detalles clave: no encontraron signos de violencia sexual y en la mano derecha hallaron un pelo del asesino.

El auto fue requisado por completo, pero no se encontró nada. “Lo habían limpiado”, indicó una fuente judicial que trabajó en la causa, que quedó en manos de la fiscal Sandra González Taboada.

De hecho, se tomaron testimonios en Cipolletti y una mujer indicó que vio a “un hombre que lo limpiaba (al Corsa) en el lado del acompañante”. “El sujeto medía entre 1,70 y 1,75, no muy gordo, morocho, cabellos negros con peinado tipo flequillo; lentes de color verde, formato antiguo, parecía una persona de edad. Pantalón celeste, puede ser jeans, y arriba una prenda oscura. Esta persona usaba guantes oscuros. Parecía que estaba limpiando. A la vuelta vio en el mismo sector una camioneta blanca”, detalló la testigo.

¿Qué pasó con Noema?

El rompecabezas es más sencillo armarlo cuando todas las piezas están sobre la mesa. A la distancia, está claro que tras ser vista por última vez por los periodistas, Noema reconoció a alguien en la ruta y de ahí cambió el destino.

La duda es si esta decisión fue obligada a punta de pistola. De hecho, recibió golpes compatibles con la culata de un arma.

No hubo intenciones de agresión sexual y ella dio pelea, lo que hace suponer que su agresor confiaba en tener la fuerza suficiente para matarla, pero la resistencia manifiesta de Noema lo llevó a valerse de otros elementos contundentes como la pala y el arma.

¿Por qué no la mató de un tiro ante la resistencia? Seguramente porque sabía que la detonación podía delatarlo. Es decir, el asesino tenía conocimientos suficientes que le permitían, a plena luz del día, saber dónde matar a una persona dejando la menor cantidad de rastros posibles. Así, se intuyó es que el asesino estaba calificado, de ahí que se sospechó de un policía.

A esto se sumó que Chatelain se enteró antes que los Acuña porque le avisó un policía. ¿Casualidad?

Pesquisas

La fiscalía de Graves Atentados contra las Personas estuvo a cargo de las pesquisas y a la distancia una fuente confió: “Nos dejamos endulzar con la hipótesis de los presos que se fugaron de la Comisaría 14”.

En ese entonces, rápidamente se conectó la fuga con el asesinato y, al verlo reflejado en los medios, los prófugos comenzaron a entregarse porque no querían que les cargaran una muerte.

En menos de 10 días, estaban todos de vuelta en la Comisaría 14. La Justicia ordenó la extracción de muestras de ADN de todos los fugados y junto con el pelo que había en la mano de Noema se envió todo al Pricai (Primer Centro Argentino de Inmunogenética) dependiente de la Fundación Favaloro, en Buenos Aires, donde se hacía el cotejo.

En ese entonces, las pericias genéticas llevaban meses y la fiscalía estaba tan confiada en que habían sido los presos, que no articularon otras líneas de investigación.

El golpe de realidad lo recibió la fiscalía cuando llegaron los resultados del Pricai que confirmaban que el ADN del pelo hallado en la mano de Noema era de un hombre, pero no se correspondía con ninguno de los presos.

Obligados a recuperar el tiempo perdido, se avanzó sobre la pareja de Noema, un hombre que vivía en Centenario y que trabajaba en Comodoro Rivadavia.

Las sospechas sobre este hombre se desvanecieron rápidamente porque Noema había hablado con él por teléfono el 24 de octubre y se encontraba en Comodoro, dato que ratificaron sus compañeros de trabajo.

Otra pista más que se barajó fue la de un cliente de la inmobiliaria que tampoco prosperó.

Cuando quisieron avanzar sobre Chatelain, “ya había tenido tiempo suficiente para limpiar todo, solo se pudo saber que era un usurero”, confió la fuente judicial consultada.

Todos estos desaciertos fueron reflejados por el abogado querellante, Ricardo Mendaña, cuando tomó la causa a pedido de la familia Acuña en 2009.

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Sin respuestas

Doña Ana Acuña murió el 2 de agosto de 2013 sin saber qué fue de Sirena y sin que hayan encontrado al asesino de Noema. En este mundo no encontró respuestas ni justicia.

En 2015 la causa prescribió, pero la Justicia, envuelta y revuelta, no le avisó nada a la familia.

No obstante, Pablo Hodola, que sabe de pérdidas y luchas, en diciembre de 2019 se reunió con el titular del Ministerio Público Fiscal, José Gerez, que asumió el compromiso de darles una respuesta. Luego vino la pandemia.

El plan era silenciar a Noema

La Justicia averiguó que Chatelain era un usurero, pero otras fuentes judiciales y policiales confiaron que “manejaba la prostitución vip y la droga”.

Esos manejos, “cuando los conoció Noema, la conmocionaron porque era una mujer muy honesta”, reveló una fuente judicial, al tiempo que otra aseguró: “Supimos que era usurero, pero nunca pudimos confirmar ni descartar lo de la prostitución y lo de la droga”.

Por su parte, un viejo policía confió: “Tenía un grupo de gente de mucha plata a los que les conseguía mujeres para que fueran a su motel. El tipo solo tenía que ir a Susurros. Había uno que tenía cáncer que se dejó la plata en Susurros”.

Lo que a la distancia todos los consultados aseveran es que “a Noema la mandaron a limpiar”.

¿Qué mano de obra tenía disponible? La Policía. Noema conocía a un comisario que visitaba seguido a Chatelain. “Si no, ¿por qué paró en la ruta una mujer tan precavida como ella? Porque conoció a la persona que la terminó asesinando”, afirmó un viejo investigador.

De Chatelain poco se sabe. Su hijo maneja la inmobiliaria en la comarca y el padre hace recorridos de Turismo Carretera entre Colombia y Argentina.

19 años se cumplieron del crimen de Noema Acuña.

La mujer salió el 25 de octubre de 2002 de Cutral Co y la asesinaron en la meseta neuquina. El auto lo dejaron abandonado en la zona de chacras de Cipolletti.

2015 fue el año en que la causa prescribió y quedó impune.

En diciembre de 2019, los familiares mantuvieron una reunión con el titular del MPF, José Gerez, quien se comprometió a darles una respuesta. Luego vino la pandemia.

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