Honrar la vida de Facundo Castillo, "El Burrito"
Libre, firme, profundo: así fue recordado este domingo 29 de junio, a 33 años de su nacimiento.
Hoy, 29 de junio, Facundo Castillo debería estar celebrando 33 años. Este cumpleaños, como los anteriores, está marcado por la lucha y el amor, como en esas banderas que se alzaron en las audiencias del juicio: “Nos mueve el amor”, un grito colectivo que sigue reclamando justicia por Facu, cuyo asesino aún no tiene una sentencia firme.
Como dice la canción, “No soy de aquí, no soy de allá”, de Facundo Cabral: “No soy de aquí, ni soy de allá, no tengo edad ni porvenir, y ser feliz es mi color de identidad.”
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A través de palabras y fotos de su infancia, de recuerdos compartidos por su familia y amigos, este homenaje busca honrar a quien fue en vida: “El Burrito, el Facu Castillo.”
Facundo nació el 29 de junio de 1992 a las 19:45. Pesó 3,200 kg y fue la segunda gran alegría de su familia. Muy esperado, su nombre lo eligió su hermano Emiliano días antes del nacimiento. En aquella época las ecografías no eran frecuentes, así que el sexo fue una sorpresa, y su llegada una fiesta. Su mamá, Analia González, lo llamaba “abrojito”, porque siempre estaba pegado a ella. Era un niño risueño, divertido, fanático del fútbol desde chico, amante de la música: cantaba, bailaba, tocaba la guitarra. Soñaba con viajar y era profundamente amiguero.
Sandra, su tía del corazón, dice que todos los días, al despertar, le dedica un pensamiento en silencio. “Elijo recordarte riendo, como desde chiquito. Estás en la luz del sol, en una canción, en las risas, en tus amigos… pero sobre todo, en el corazón de los que te amamos”. Otra tía, que también lo considera parte de su alma, escribió: “Nos duele tener que llevar tu cara en una remera. Pero nos consuela saber que sos un ser de luz, que nos acompaña siempre, hasta que podamos volver a abrazarnos”.
Entre muchas de sus pasiones, el fútbol fue una de las más constantes. Facundo fue uno de los fundadores del Sportivo Chester, un equipo que juega en Sthimpra hace más de 14 años. Había llegado tras su paso por Patagonia, en la liga Lifune, y con un grupo de amigos crearon este nuevo equipo, que nunca se desarmó. Según cuenta El Chino, uno de sus compañeros, la esencia del Chester sigue siendo la de aquel grupo que Facu ayudó a formar: un equipo abierto, donde cualquiera que se acercara —incluso solo a mirar— era bienvenido, siempre y cuando fuera buena persona y viniera a sumar.
Emiliano, su hermano mayor, se sincera: “Nunca le dije que lo admiraba un montón. Que no sé cómo hacía para tener tantos amigos. Facu estaba en el detalle, en saber si al padre o al abuelo de un amigo o conocido lo iban a operar o estaba pasando por un mal momento. Valía más el tiempo para los demás que para él. Tenía una sensibilidad especial, natural. La palabra maldad no existía en nada de lo que lo rodeaba”.
En uno de sus viajes, Facundo lo hizo escuchar a Facundo Cabral durante todo el trayecto. Le contaba su historia, lo admiraba profundamente. Había una frase que repetía como mantra, y que hoy sigue resonando entre quienes lo recuerdan:
“Doy la cara al enemigo, la espalda al buen comentario,
porque el que acepta un halago empieza a ser dominado;
el hombre le hace caricias al caballo para montarlo.”
Esa frase, como muchas otras, lo representaba. Facu era así: libre, firme, profundo.
A 33 años de su nacimiento, Facundo Castillo sigue siendo un faro de alegría, empatía y sensibilidad. Su vida, corta pero luminosa, nos recuerda que el amor es más fuerte que la violencia. Mientras la justicia tarda en llegar, la memoria y el cariño lo mantienen vivo en cada abrazo que se le dedica al cielo.
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