Las cataratas neuquinas inauguradas por la Dictadura que desaparecieron
Tanto Barreales como Mari Menuco tuvieron la suya. Fue en 1971, cuando hicieron una obra para frenar las crecidas del río Neuquén.
Los lagos Barreales y Mari Menuco hasta la década del ´70 no existían. Eran dos espejos pequeños de agua que fueron llenados durante los años posteriores para poder controlar las crecidas del río Neuquén. Pero si se recorre su historia se pueden encontrar testimonios e imágenes de dos cascadas, que se convirtieron en un atractivo para pocos.
La fecha en que nació la primera catarata fue el viernes 1 de octubre de 1971 con un acto en el que estuvo el general Alejandro Lanusse, Presidente de facto de República Argentina (1971-1973). Este militar fue uno de los impulsores y protagonistas, y se cree que, paradójicamente, no fue uno de los afortunados en poder observar alguna de las dos caídas de agua, ya que la comitiva estaba en la zona de Portezuelo Grande, a varios metros de lo que se conoce como Lago Los Barreales.
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Más allá de las historias y del atractivo turístico que hubiese generado si alguna se mantenía en el tiempo, fue la consecuencia de una obra muy importante en la región, que sirvió para frenar las inundaciones que azotaron durante largas décadas a la zona que no sólo provocaron destrozos en la producción de los agricultores y de los ciudadanos, sino que también movieron -por ejemplo- a la ciudad de General Roca en 1899 cuando se produjo una de las crecidas más grandes de la historia.
Para que no vuelva a ocurrir, se proyectó y se llevó a cabo la obra del Cerros Colorados, que consistió en frenar el río Neuquén para desviarlo por un canal hasta llenar dos pozones.
El primero, Barreales y, una vez que estaba completo, el agua ingresaría hasta Mari Menuco. Desde este último, a partir de compuertas, la corriente vuelve a su camino natural, pero con la capacidad de controlar el caudal.
Una vez que el bloqueo del río Neuquén se llevó a cabo, se pudieron observar durante la década del 70 estas dos cascadas. La primera, que arrancó en 1971 y finalizó en agosto de 1974. En ese mes nació la segunda catarata de Mari Menuco. De estas últimas, son las imágenes que un testigo del lugar cedió a LMN.
Los referentes de la época recuerdan que en 1975 se completó el llenado del Mari Menuco.
Resultados de la obra
En la zona de Portezuelo Grande se realizó la desviación porque era un lugar plano en donde el río Neuquén perdía velocidad y, además, se dividía en un cauce principal y numerosos brazos secundarios. Eso permitió generar un “tablestacado” sobre el cauce principal y desviarlo hacia el primer pozón.
Según la propia constructora, con esta obra en particular la regulación de los ríos hizo posible poner bajo riesgo todas las tierras ecológicamente aptas que se extienden a lo largo de sus valles.
“Un inventario realizado en la etapa de estudio de la factibilidad de las obras estimó que esas tierras abarcaban una superficie de más de un millón de hectáreas”, puntualizó uno de los Boletines Oficiales, al que accedió LM Neuquén por intermedio del Centro de Documentación de ORSEP, que digitalizó el documento.
A su vez, el cumplimiento de esta obra se observó mientras nacía el lago Los Barreales. En mayo de 1972, ocurrieron varias crecidas del río Neuquén, que alcanzaron picos de 5.000 m3/segundos. Es decir, un caudal de una magnitud que, según contextualiza la publicación de la Revista Hidronor (1972), podría haber generado una “dramática destrucción”.
La publicación explicó: “La onda de destrucción se detuvo en estas obras, pues los 5.000 m3/segundos se derivaron a la cuenca Los Barreales 3.500 m3/segundos, sólo 1.500 m3/s siguieron río abajo”. Estas crecidas aceleraron el llenado de los dos embalses.
Más allá de la seguridad, estas obras también se aprovecharon para generar energía. Aunque en los documentos publicados de aquellos años el motivo para llevarlas a cabo sólo hacía referencias a las inundaciones, cómo es el caso del texto del Ingeniero Carlos Ballester, quien escribió Portezuelo Grande, su trascendencia y orígenes.
Ese libro detalla: “La obra es tremendamente trascendente y quiénes mejor que los esforzados agricultores del Alto Valle de Río Negro y Neuquén para dar testimonio de ello [...] Esta lucha no tenía fin, era como una amenaza que los ríos mantenían latente a través de los años y que de tanto en tanto recordaban al liberar los impetus de sus aguas indómitas. Amenaza que pareciera fue renovada cuando aquel esclarecido hombre de ciencia, el ingeniero César Cipolletti, diera las pautas para la utilizaciòn de sus aguas y el dominio de sus crecidas”.
Si bien la obra cumplió el objetivo, esta historia puede crear una nueva ilusión neuquina: ¿Qué pasaría si aún estuviera vigente alguna de las dos cascadas?
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