Basural a cielo abierto: la deuda ambiental que Cipolletti no puede seguir pateando
A metros de los barrios, el basural cipoleño recibe 270 toneladas de residuos diarios. El cierre, aún lejano, es una deuda pendiente. Recorrida desde adentro.
Por décadas, el basural a cielo abierto de Cipolletti ha sido una herida ambiental sin cicatrizar. Ubicado en el extremo noreste de la ciudad, a escasos metros de barrios habitados, el predio se mantiene activo pese a los cambios de gestión y las promesas de modernización. Lejos de consolidarse un proceso que ponga fin al foco de contaminación, hoy el desafío persiste con una urgencia aún mayor ante el crecimiento demográfico y urbano que se proyecta para la ciudad y su área metropolitana.
Todos los días, unas 120 toneladas de residuos sólidos urbanos ingresan al basural. A eso se suman 150 toneladas diarias de escombros, cifras que exponen el peso real del problema: más de 270 toneladas de residuos desechadas en el mismo punto, cada jornada.
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Se trata de residuos domiciliarios, restos vegetales de espacios verdes, materiales que arriban en contenedores y también lo que cada vecino lleva por cuenta propia, aunque en menor volumen.
El dato se robustece cuando se calculan los ingresos mensuales y anuales. Si nos basamos, únicamente en residuos urbanos de estima que por mes ingresan 3.600 toneladas y por año 43.200.
Según información a la que accedió LM Cipolletti, la dinámica diaria se organiza entre 25 viajes de camiones recolectores entre los turnos de día y noche, y el ingreso de entre 6 y 10 contenedores. Todo este flujo tiene como destino final un predio que, aunque activo, cuenta con infraestructura precaria y deficiente: falta de cercos perimetrales, carencia de cartelería, senderos poco señalizados y la ausencia de una balanza para medir el ingreso real en tiempo real.
Una postal cruda del abandono
En una recorrida por el lugar, este medio pudo constatar cómo se desarrolla el trabajo cotidiano. En diferentes sectores, empleados municipales orientan los vehículos según el tipo de residuo. Al mismo tiempo, el ingreso de cada camión genera una expectativa puntual para al menos 20 personas que revolotean entre montañas de basura, algunos buscan materiales reciclables, otros simplemente comida. Lo hacen de manera organizada, muchas veces en duplas, enfrentando condiciones extremas de exposición, contaminación y riesgo sanitario.
“Lo que se rescata es muy poco”, confiesa uno de los trabajadores. “Es difícil la situación que se ve a diario”, relata, aludiendo no solo a las condiciones del predio sino a la creciente dependencia de estos espacios como forma de sustento.
El GIRSU: el proyecto que no arranca
Frente a este escenario, la Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos (GIRSU) aparece como la gran esperanza para cambiar de paradigma. El plan, que prevé la colaboración entre seis municipios del Alto Valle para generar un sistema de clasificación y acopio de residuos, ha sido presentado, reformulado y relanzado en varias ocasiones, sin resultados concretos desde 2020.
En marzo de este año, una comitiva de la Secretaría de Ambiente de Río Negro visitó el basural para evaluar una posible reactivación del proyecto junto a una consultora local y representantes de la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD), esta última encargada del financiamiento. Pero el impulso no prosperó. Desde entonces no hubo avances ni actualizaciones del plan. LM Cipolletti intentó obtener declaraciones de la secretaria de Ambiente provincial, Judith Jiménez, pero aún no obtuvo respuesta.
Mientras tanto, el municipio dispone de 14 hectáreas para el basural actual, y 6 hectáreas más reservadas para el desarrollo del GIRSU. El secretario de Servicios, Adrián Artero, reconoció que “el basural se viene manejando muy bien” gracias a la incorporación de maquinaria, y destacó que “nuestro basural es chico comparado con los de Fernández Oro o Allen”. Sin embargo, admitió que la idea es que deje de ser a cielo abierto, en línea con los objetivos del GIRSU.
Por otro lado, resaltó que hace tiempo tienen controlado los incendios que solían ser recurrentes en el predio, muchos de ellos de forma intencional y que ponían en riesgo a quienes allí trabajan, además de un daño ambiental y perjudicial para la salud cipoleña,
Una deuda estructural de la política pública
En Argentina, la gestión de los residuos sólidos urbanos (RSU) está regulada por la Ley 25.916, sancionada en 2004 y recién reglamentada en 2022.
Según el informe nacional del Estado del Ambiente 2023, la recolección y disposición final de residuos sigue siendo uno de los principales desafíos ambientales, sociales y sanitarios del país.
El documento advierte que los basurales a cielo abierto (BCA), como el de Cipolletti, continúan siendo el modelo predominante en muchos municipios, a pesar de su impacto negativo.
El informe menciona que en Argentina se generan más de 19 millones de toneladas anuales de residuos urbanos, con una cobertura de recolección del 99,8 %. Sin embargo, cerca de 5 mil basurales a cielo abierto siguen operativos, con consecuencias severas para el ambiente y la salud pública. En este esquema, los recuperadores urbanos (RU) desempeñan un rol clave en la economía circular y en la reducción del volumen de residuos que terminan contaminando suelos, aire y agua.
En Cipolletti, la situación no escapa a esa lógica nacional. El municipio destina una porción de su presupuesto a la recolección de residuos, sin lograr avanzar en una política que priorice la separación, el reciclado y la educación ambiental. Hoy el foco está puesto en contener el problema, no en resolverlo.
Pensar la ciudad del futuro implica cerrar el basural
La población cipoleña y de su entorno metropolitano junto a Neuquén, está en constante crecimiento. Las proyecciones indican que la demanda de suelo urbano, servicios e infraestructura se duplicará en los próximos años. En ese escenario, seguir operando con un basural a cielo abierto es insostenible.
Cerrar el basural no será fácil. Implicará financiamiento, decisión política, articulación intermunicipal, acompañamiento comunitario y un cambio de paradigma en el vínculo con los residuos. Pero no hacerlo es renunciar al desarrollo urbano sostenible, y seguir conviviendo con un foco de contaminación a metros de las casas, con personas revolviendo basura, con niños expuestos a infecciones, y con el aire, el agua y el suelo degradándose cada día un poco más.
Cerrar el basural es, simplemente, la única salida posible para una ciudad que quiere crecer sin hipotecar su futuro.
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