Mucho más que tener tapada la nariz: qué es la poliposis nasal, la enfermedad que no te deja respirar
Afectaría a hasta el 4% de los argentinos y es mucho más que una congestión nasal y afección del olfato. Impacta en el sueño, la productividad y la vida social.
Aunque a menudo es minimizada como una molestia nasal pasajera, la poliposis nasal es una enfermedad inflamatoria crónica que afecta seriamente la salud respiratoria, el bienestar emocional y la calidad de vida de los pacientes, impactando negativamente -por ejemplo- en el sueño y la vida social.
Días atrás fue el Día Mundial de la Poliposis Nasal, una patología subestimada y subdiagnosticada, que necesita ser visibilizada para que más pacientes identifiquen que pueden estar mejor, visiten a un otorrinolaringólogo y accedan un diagnóstico certero, que permita iniciar un camino terapéutico que les mejore la calidad de vida.
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Se estima que entre el 1% y el 4% de la población mundial convive con esta patología, aunque su verdadero impacto sería aún mayor debido al subdiagnóstico y a la falta de conciencia tanto en la población general como en muchos profesionales de la salud.
“La poliposis nasal -también llamada rinosinusitis crónica con pólipos nasales- es una enfermedad inflamatoria que afecta la nariz y los senos paranasales. Se caracteriza por la aparición de pólipos blandos y benignos que se forman en la mucosa interna de estas zonas. Cuando estos pólipos aumentan de tamaño, pueden bloquear el paso del aire y dificultar el drenaje normal de las secreciones, generando síntomas persistentes, molestos e inclusive discapacitantes con gran afectación de la calidad de la vida”, explicó Sebastián López, médico asociado al Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Italiano de Buenos Aires y director médico del Instituto de enfermedades del sueño (IES),
El rol fundamental de la nariz
Es importante entender que la nariz cumple funciones fundamentales para la salud y el bienestar. Si bien su rol más conocido es el de ser la principal vía de entrada del aire hacia los pulmones (condicionando ese aire para que llegue en mejores condiciones), también tiene funciones menos difundidas, pero igual de relevantes. Por ejemplo, la respiración nasal activa el sistema nervioso parasimpático, promoviendo estados de calma y relajación. Además, favorece una mejor arquitectura del sueño, lo que contribuye a un descanso más profundo y reparador. También mejora la función cardiovascular y puede potenciar el rendimiento deportivo.
Mucho más que pérdida de olfato
Aunque la anosmia (pérdida total del olfato) o la hiposmia (pérdida parcial) suelen ser uno de los síntomas más notorios de la poliposis nasal, no son los únicos. Las personas con poliposis nasal suelen sufrir congestión nasal constante, sensación de presión facial, cefaleas, rinorrea anterior o posterior (goteo nasal), alteraciones en el sueño y en muchos casos, fatiga crónica.
“La poliposis nasal genera un alto impacto en la calidad de vida, comparable con otras enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2, la artritis reumatoidea o el asma. La atención interdisciplinaria y la evaluación personalizada de cada paciente es indispensable para llegar a un diagnóstico correcto y a un tratamiento específico”, explicó Nazareno Riolfi, integrante del área de rinología del servicio de Otorrinolaringología de CEMIC y de Fundación CIDEA.
Además, entre un 30% y un 70% de los pacientes con pólipos nasales también presenta asma, porque ambas son originadas por un proceso inflamatorio común, conocido como ‘inflamación tipo 2’.
Durante décadas, el abordaje tradicional de la poliposis nasal ha sido el uso prolongado de corticoides tópicos o sistémicos y, en casos que no responden a los medicamentos habituales, la cirugía endoscópica rinosinusal. Si bien estas opciones ofrecen alivio sintomático, no resuelven la causa subyacente de la inflamación, por lo que las tasas de recurrencia son elevadas: hasta un 60% de los pacientes operados presenta reaparición de los pólipos dentro de los cinco años, advirtieron los especialistas.
En los últimos años, el avance en el conocimiento de los mecanismos inmunológicos de la enfermedad permitió el desarrollo de terapias dirigidas con anticuerpos monoclonales, que apuntan específicamente a bloquear las moléculas que promueven la inflamación tipo 2. Han demostrado reducir significativamente el tamaño de los pólipos, mejorar la función olfatoria, disminuir la necesidad de cirugía y reducir el uso de corticoides sistémicos.
“De todos modos, a pesar de los avances terapéuticos, el acceso oportuno al diagnóstico especializado sigue siendo una barrera. En muchos casos, los pacientes conviven durante años con síntomas persistentes, que son erróneamente atribuidos a rinitis alérgica o infecciones recurrentes. La falta de derivación al otorrinolaringólogo y la escasa disponibilidad de estudios endoscópicos o tomografías dificultan una evaluación integral para un adecuado diagnóstico” , concluyeron los especialistas.
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