Crearon una estufa barata, segura y argentina: cómo funciona y cuánto cuesta
Un equipo del Conicet ideó una estufa especial que sirve además para cocinar y cuesta mucho menos que las comerciales.
Cada invierno, miles de familias en Argentina deben enfrentar temperaturas bajo cero con sistemas de calefacción peligrosos o directamente sin ninguno. En los barrios populares, donde el acceso al gas natural es limitado o inexistente, muchas veces se recurre a braseros caseros, estufas eléctricas de bajo rendimiento o instalaciones improvisadas.
Esto no solo implica pasar frío, sino que también aumenta el riesgo de incendios, intoxicaciones por monóxido de carbono y otros accidentes domésticos.
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En este contexto, un grupo de investigadores, técnicos y organizaciones sociales lleva adelante un proyecto que ya cambió la vida de decenas de familias. Desde la sede del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas en Mar del Plata), con el apoyo de la Facultad de Ingeniería de La Plata, se impulsa una iniciativa para fabricar y distribuir estufas sociales: dispositivos compactos, seguros, eficientes y accesibles.
La estufa, construida con hierro y ladrillos refractarios, mide 75 centímetros de alto, 25 de ancho y 30 de profundidad. Funciona con leña y además de calentar ambientes, permite cocinar. Su diseño busca minimizar los riesgos de combustión en espacios cerrados y reemplazar a artefactos eléctricos que suelen colapsar las precarias instalaciones domiciliarias.
Un trabajo conjunto entre ciencia y comunidad
Detrás del desarrollo se encuentra un equipo interdisciplinario que incluye al grupo de investigación “Ciencia y Tecnología para la Habitabilidad” de la Universidad Nacional de Mar del Plata, en el que participa el ingeniero Jeremías Ispizua, investigador postdoctoral del Conicet. Él mismo cuenta que el proceso no se limita a la entrega del dispositivo: “Las familias colaboran con la preparación del espacio donde se va a instalar la estufa, y participan de la colocación”, explica.
Este enfoque comunitario permite que quienes reciben la estufa también sean parte activa del proyecto. No solo entienden cómo se utiliza y se cuida, sino que construyen vínculos con quienes trabajan en la fabricación y distribución. Según Ispizua, la experiencia mejora la calidad de vida de las familias no solo por el calor que brinda el artefacto, sino por el reconocimiento de su derecho a vivir en condiciones dignas.
El precio final de cada estufa ronda los $220.000 pesos. De ese monto, $180.000 corresponden a materiales y el resto se reparte entre transporte, instalación y mano de obra. A pesar del costo, desde el equipo aseguran que es una opción competitiva: “En el mercado hay estufas similares que superan los $300.000 y no todas ofrecen la misma seguridad o durabilidad”, señala el investigador.
De un taller escolar a una política posible
La idea original nació en 2018 en el Instituto Industrial Pablo Tavelli, una escuela técnica de Mar del Plata. Allí, un grupo de estudiantes fabricó estufas a leña de bajo costo para familias en situación vulnerable. Compartieron los planos, escribieron un manual y hasta subieron un tutorial para que cualquiera pudiera replicar el modelo. La respuesta fue inmediata: organizaciones sociales y vecinos comenzaron a interesarse por el proyecto.
En 2019, luego de una serie de incendios en asentamientos urbanos, Cáritas Cristo Rey de Mar del Plata tomó la posta y empezó a fabricar las estufas en mayor escala. Un año más tarde, la organización contactó al grupo de investigación de la UNMdP para mejorar el diseño, optimizar los procesos y aumentar la producción. Así se consolidó una red de cooperación que incluyó ciencia, educación y tejido social.
El proyecto se sostiene gracias a donaciones individuales y al aporte voluntario de las propias familias beneficiarias. “Muchos colaboran con 5.000, 10.000 o hasta 30.000 pesos, lo cual es un esfuerzo enorme para ellos”, reconoce Ispizua. La administración de los fondos corre por cuenta de la Fundación Soporte, mediante la cual se canalizan todas las contribuciones.
Para quienes deseen sumarse, la información para colaborar está disponible en la página de la fundación, bajo el lema “Yo soy porque somos nosotros”.
Una política pública pendiente
El equipo impulsor de las estufas solidarias insiste en que esta solución no debería recaer únicamente en voluntades individuales o en el esfuerzo de organizaciones sociales. “Cuando uno ve a tantos chicos pasando frío porque no tienen gas, piensa en lo necesario que sería que los municipios apoyen estas iniciativas o directamente las adopten como política pública”, reflexiona Ispizua.
En un país con millones de personas sin acceso pleno a los servicios básicos, y con inviernos cada vez más rigurosos, propuestas como esta del Conicet podrían marcar la diferencia. No se trata solo de abrigarse: es también una forma de cuidar la salud, prevenir tragedias y afirmar un derecho básico.
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