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Un refugio para los niños maltratados por sus familias

Una ONG cipoleña les abre sus puertas a los menores vulnerables.

El Refugio funciona en cuatro edificios en los que viven menores judicializados, que fueron alejados de su familia o de la calle por estar en situación de riesgo. La institución no sigue las reglas convencionales, no hay un cartel que la identifique, tampoco candados en los accesos. Intentan reinventarse como una familia y encontrar paz.

A Claudia Giorlando, la responsable del lugar, los niños y jóvenes que entran y salen durante la charla con LM Cipolletti le dicen mamá. Al principio cuesta definir ese vínculo, pero sin duda es la figura materna más cercana para la mayoría de ellos.

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Yo tengo un pensamiento contradictorio sobre los hogares. Creo que esos niños no tendrían que estar en estos lugares, pero no hay suficientes familias solidarias". Claudia Giorlando Directora del centro de contención El Refugio

"El hecho de que los chicos estén judicializados a la gente le asusta, porque piensan que hicieron algo malo y no que los chicos estaban en riesgo", explicó Analía Pinciroli, psicóloga de la entidad.

El Refugio funciona como fundación hace cuatro años, pero Claudia empezó a trabajar con menores en situación de emergencia desde muy joven. "Yo tengo un pensamiento contradictorio sobre los hogares. Creo que esos niños no tendrían que estar en estos lugares, no me gusta esa idea, pero no hay suficientes familias solidarias que los reciban y por eso existimos nosotros", sostuvo Claudia.

La fundación es un lugar provisorio, aunque para muchos se vuelve permanente. "No todos quieren adoptar a chicos que ya son adolescentes, porque piensan que es mejor criarlos desde bebés", amplía la psicóloga.

"Muchos chicos de los que han llegado se escapaban de los hogares en los que eran ubicados. Nosotros intentamos que se puedan relajar. Ellos saben que tienen la puerta abierta, si quieren pueden salir corriendo cuando quieran y yo ya les dije que estoy muy vieja para salir a correrlos", sostiene Claudia, y agrega: "Ellos sólo necesitan votos de confianza".

Esa tarea que muchos esquivan permite dar contención a los niños cipoleños más vulnerables.

Lugar para crecer, reír o llorar, pero nunca en soledad

El hogar tiene el mismo ritmo diario de cualquier familia, se van de vacaciones todos los veranos y se celebran los cumpleaños de 15. No hay límites de edad para que los chicos puedan quedarse en el lugar, lo que contribuye aún más a generar un vínculo familiar entre los niños y jóvenes que llegan desde entornos complejos que los ponen en riesgo y los voluntarios que permiten el funcionamiento de El Refugio.

"A los 18 recién empiezan a armar su vida, ellos recién están arrancando", reconoció Claudia Giorlando.

"Cuando los chicos llegan, primero es necesario que ellos perdonen y después que se amen a ellos mismos. Pasa que los hacen culpables, les hacen pensar que no sirven y que no son importantes", describió la mujer a quien los menores terminan adoptando como su propia madre.

A pesar del daño, físico o psicológico que motivó que la Justicia los remueva de sus hogares, Giorlando destacó que todos logran salir adelante. "A mí no me deja de sorprender esta capacidad alucinante que tienen de seguir, de revertir la historia", expresó la responsable de El Refugio, quien comenzó con la tarea solidaria en Mar del Plata y luego volvió a arrancar en el Alto Valle, cuando se mudó a esta región.

Como toda familia, el hogar tuvo su tragedia y, aunque les duele, no la ocultan. Hace varios años, cuando el hogar funcionaba en Neuquén, en un accidente doméstico murieron dos nenas. "Lo peor en la vida es cuando se te mueren hijos, después de eso yo quedé entre el bien y mal, pocas cosas me afectan. Lo que me mantuvo con vida fue que tenía que luchar por los otros chicos", sostuvo la mujer.

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