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La batalla por el nombre: un fallo que reconoce la identidad de una joven de Cipolletti

Un fallo de de la Justicia, reconoció el derecho de una joven de Cipolletti a cambiar su nombre registrado, validando la elección de su madre y su identidad mapuche.

El nombre de una persona es mucho más que una simple etiqueta. Es la primera carta de presentación ante el mundo, la representación de su identidad, de su cultura y, en muchos casos, de sus raíces. Para una joven de Cipolletti, su nombre siempre fue un símbolo de su origen mapuche, pero un error administrativo la obligó a vivir con uno que no la representaba, hasta que un fallo judicial le permitió finalmente ser reconocida como siempre se vio a sí misma.

Desde que nació, esta joven llevaba un nombre cargado de significados profundos, elegidos por su madre con el propósito de que supiera quién era, de dónde venía y la importancia de su herencia cultural. En su lengua, el nombre elegido significaba belleza, fuerza y juventud, además de ser un gesto claro de pertenencia femenina.

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Sin embargo, cuando su padre realizó el trámite en el Registro Civil, el nombre que su madre había escogido nunca llegó a figurar en sus documentos oficiales. Según la versión que se conoció después, el funcionario encargado no entendió bien lo que él dijo, o quizás él no supo explicarlo correctamente. El resultado fue el registro de un nombre completamente diferente, uno que no tenía nada que ver con el elegido por su madre, ni con el que ella había tenido desde su primer día de vida.

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Desde ahora, la joven cipoleña llevará su nombre que la representa.

Desde ahora, la joven cipoleña llevará su nombre que la representa.

A lo largo de los años, la joven se encontró con un dilema constante: en su entorno, su familia, amigos y escuela la llamaban por el nombre que su madre había elegido para ella, pero en los documentos oficiales, en trámites, registros y formularios, debía usar el nombre incorrecto.

Con el paso del tiempo, ese nombre erróneo se convirtió en un símbolo de desarraigo, de desconexión con su propia identidad. Cada vez que tenía que presentar su documento, sentía que se encontraba con una versión de sí misma que no la representaba. La diferencia entre su vida cotidiana y los papeles oficiales la afectaba profundamente, creando una brecha emocional que marcaba su relación con su identidad.

La situación se volvió aún más compleja cuando, a los seis años, dejó de tener contacto con su padre. La relación terminó de una forma dolorosa y desde entonces, el nombre que él había elegido en su momento dejó de tener sentido. De hecho, ella misma confesó en varias ocasiones que no se sentía identificada con él y que lo único que le quedaba era el nombre que su madre le había dado, que la representaba de verdad. Un nombre que la conectaba con su cultura y con sus raíces mapuches.

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El Fuero de Familia confirmó la historia y autorizó el pedido de la menor.

El Fuero de Familia confirmó la historia y autorizó el pedido de la menor.

Buscó ayuda en la Justicia

Al cumplir dieciséis años, la joven decidió dar un paso importante. Llenó el formulario para solicitar la rectificación de su nombre y llevó su caso al fuero de Familia de Cipolletti. En su audiencia ante el juez, explicó con claridad el origen del problema, el impacto que esa diferencia de nombre tenía en su vida diaria y cómo había crecido con la certeza de que el nombre registrado no le pertenecía. No se trataba simplemente de un error administrativo; se trataba de una cuestión de identidad. Un derecho fundamental que, según ella, debía ser reconocido.

El equipo técnico que la entrevistó elaboró un informe detallado, en el que destacaron su madurez, su comprensión de la situación y el malestar genuino que le causaba el nombre que figuraba en su documento. Además, su escuela también presentó una nota en la que confirmaban que toda la comunidad educativa la conocía y la llamaba por el nombre que su madre le había dado. En la escuela, como en su casa y en su círculo de amigos, el nombre correcto siempre fue el mismo. Nadie la identificaba por el nombre oficial.

Finalmente, el juez falló a favor de la joven, tomando en cuenta no solo las pruebas presentadas, sino también el marco legal que protege el derecho a la identidad. El fallo autorizó que el nombre que ella había utilizado toda su vida sea el que figure oficialmente en sus documentos, reconociendo de manera legal lo que siempre fue una realidad en su entorno y en su corazón.

Este fallo no solo es un triunfo personal para la joven, sino también un precedente importante en la defensa del derecho a la identidad y la protección de los derechos culturales.

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