Probá esta receta de croquetas de Atún para Semana Santa
Las croquetas de atún son ideales para estas fiestas. Una receta fácil y muy rica para acompañar con alguna salsa o alioli.
El mundo de las croquetas es casi el ideal. La llegada de Las Pascuas invita a buscar alternativas y una forma de comer pescado haciendo un plato fácil es sin lugar a dudas la croqueta.
En este caso yo elegí atún en la pescadería, pero se puede hacer con otro tipo de peces. Clave no distraerse en el mientras tanto para evitar accidentes con la fritura o que la comida se nos queme
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Ingredientes croquetas de atún para Semana Santa
500 g de atún
1 cebolla
½ morrón rojo
½ morrón verde
1 taza de harina
1 huevo
manteca c/n
perejil
sal c/n
pimienta c/n
aceite para freír
Desarrollo
Si el atún es fresco filetes cocinar en agua hirviendo con hojitas de laurel. Dejar enfriar y luego desmenuzar.
En una ollita al fuego preparar un Roux, (mezclar harina y manteca en partes iguales) y reservar.
Poner a sofreír cebolla y morrones con un chorrito de oliva en una sarten. Al ratito incorporar el atún desmenuzado.
Cocinar por 5 minutos, agregar perejil picado y salpimentar.
Le sumamos el roux (que hicimos antes y actúa como espesante) a esta preparación.
Revolvemos hasta que se forme una pasta unificada.
Armamos croquetas con forma de bolitas o cilindros o lo que quieras.
Pasar primero por harina, luego por huevo y al final en pan rallado.
Poner a freír en abundante aceite caliente, escurrir.
Historia de las croquetas
Por más que hoy sean protagonistas infaltables en bares españoles y mesas caseras, las croquetas no nacieron en España. Su historia se remonta al siglo XVIII en Francia, donde la alta cocina empezó a experimentar con preparaciones refinadas que aprovechaban al máximo los ingredientes disponibles. Fue allí donde el chef francés Antonin Carême, considerado uno de los padres de la gastronomía moderna, dejó registros de una receta similar en sus libros: una especie de bechamel espesa con carne o pescado, moldeada y frita.
La palabra croquette proviene del verbo francés croquer, que significa “crujir”. Y tiene sentido: el encanto de una buena croqueta está en esa cáscara dorada y crujiente que protege un relleno suave y cremoso.
Pero si bien nacieron en la aristocracia francesa, fueron los españoles quienes realmente adoptaron y popularizaron las croquetas, llevándolas a todos los rincones del país y dándoles una impronta casera, creativa y profundamente emocional. En España, las croquetas se transformaron en una forma de reutilizar sobras: restos de pollo del puchero, jamón, bacalao, espinacas, setas. Todo podía convertirse en relleno de croquetas. Hoy, son un símbolo de la cocina de aprovechamiento y también un orgullo gastronómico: hay bares y restaurantes que compiten por tener la mejor croqueta del barrio.
En la actualidad, las croquetas han conquistado el mundo. En Japón, existen las korokke, con influencias europeas pero adaptadas al paladar nipón. En Holanda, las kroketten son un clásico callejero. Y en América Latina, cada país tiene su propia versión, con variaciones de ingredientes y técnicas. En Argentina, si bien no son tan tradicionales como en España, aparecen en cartas de bodegones y restaurantes de inspiración europea, muchas veces en versiones gourmet, con morcilla, provoleta o incluso dulce de batata.
Así, las croquetas nos recuerdan que la cocina también es memoria, ingenio y evolución. Lo que alguna vez fue una delicia de la nobleza francesa se convirtió, gracias a la creatividad popular, en una de las formas más queridas de disfrutar lo simple y lo sabroso.
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