Y… lo tenían merecido
Especial por Alfredo Celan para La Mañana Cipolletti online
No hubo toque y olé a la española como que la fama de la Naranja Mecánica seguirá en el recuerdo de aquella estructura futbolística modelada con la paciencia de un orfebre como la que alumbró Rinus Michels, aquel ya fallecido entrenador del seleccionado holandés a quien sólo le faltó justamente una copa del mundo para rubricar en los años setenta los éxitos que hasta llegaron a conformar triplete consecutivo en la Copa de Campeones de Europa.
Ahora, en Sudáfrica, ganó España. Y está bien. Aunque no haya podido exhibir en el encuentro cumbre lo mejor de su estilo -¿será por aquello de que en un torneo corto el partido soñado suele darse una vez y el de los españoles pudo ser probablemente el de la semifinal con Alemania?-, la legitimidad de trepar a lo más alto del podio no debería ponerse en discusión.
Es, seguramente, la culminación de un largo trabajo que ya había tenido como primer eslabón rutilante la conquista de Eurocopa de hace dos años en Austria.
Estamos, creo, ante la mejor demostración de un fútbol que congrega a una excepcional cantidad de jugadores, en gran mayoría con militancia en clubes de su propio país, lo que en definitiva le otorga todavía más lustre a este momento inolvidable de España. Porque no debe dejar de repararse que en este seleccionado que por primera vez llega a ser campeón mundial, la casi totalidad de su plantilla actúa en la competencia interna, algo que todavía jerarquiza mucho más este título. Y que, además, cuenta con media docena de integrantes del Barcelona –justamente compañeros de nuestro Lionel Messi-, el equipo que es hoy como un emblema de ese país.
No es poca cosa esto que logra España. Y merece ser imitado. Mantuvo siempre su filosofía de juego, inquebrantable aún luego de la sorprendente derrota en el arranque del Mundial ante Suiza y que quizá hizo pensar -equivocadamente más a extraños que propios- que lo suyo podría desmoronarse muy pronto de la estantería.
No fue así. Es cierto, pasó luego sus aprietos, porque el cruce con Paraguay fue casi como un karma. Pero en uno de los duelos más decisivos del certamen, casi como si se tratara de una final anticipada, sacó de escena nada menos que a los alemanes en un choque planteado con una excelente estrategia y desarrollado en cancha con intérpretes que no fallaron jamás, en lo que fue una de las mejores demostraciones de juego vistas en este capítulo mundial que ofreció Sudáfrica.
Está bien puesto el título al campeón. Entre los mejores, revalidó su fama y no podría atribuírsele toda la responsabilidad por la deuda de clase técnica que dejó el match de fondo.
Párrafo aparte para Holanda. Jugó tres finales en su historia y las perdió ahí nomás (1-2 en 1974 con Alemania, 1-3 en 1978 con Argentina y 0-1 este domingo). Esta vez casi “le sopla” el festejo a los españoles, porque como otras veces, oportunidades no le faltaron. Eso si, muy lejos de aquella “mecanizada” formación que en los años setenta seguramente pudo haber merecido mejor suerte. Al menos, como para rubricar procesos como el que acaba de sellar España.
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