Los Montecino y la posibilidad de una dura condena
Mañana se conocerá el fallo de la Justicia federal de Neuquén tras el proceso oral.
Cipolletti.- Aferrados a la esperanza, lo último que se pierde. Así espera la familia Montecino y su red de contactos, los 23 hombres y mujeres acusados de integrar una banda narco liderada por los hermanos Ruth y Héctor, la sentencia que dará a conocer mañana el tribunal federal que integran los jueces Orlando Coscia, Eugenio Krom, Ricardo Barreiro y, como sustituto, Leónidas Moldes, de Bariloche.
Con mucha ansiedad y expectativa se preparan para el desenlace, esperanzados, y algunos, casi convencidos, de que la sentencia de los jueces pueda acercarse más al planteo de la defensa, que al de la Fiscalía.
En un extremo, el fiscal federal Marcelo Grosso pidió penas de prisión efectiva para casi todos. La excepción fue la joven Romina, hija de Montecino, por su condición de menor al momento de los hechos. Como “cabezas con poder de decisión”, solicitó al tribunal que a los hermanos Héctor y Ruth los condene a 16 y 18 años de cárcel.
Muy lejos de las pretensiones del fiscal, los defensores Luis Vincenty, Pablo Matkovic y Gustavo Olivera, pidieron penas menores y absoluciones. Vincenty, por ejemplo, solicitó 4 y 6 años de prisión para los hermanos Montecino.
"Nunca fuimos socios"
Héctor, el hombre que en la última audiencia pidió perdón y dijo estar arrepentido, aguarda tras los muros de la Unidad 9, solo y alejado de su entorno. Antes había recalado en el Penal 5 de General Roca, pero de allí se fue cuando una de sus mujeres, estando peleada con él, acaso por despecho, denunció que se iba a escapar de esa cárcel.
Su hermana Ruth transita la recta final detenida en la Unidad 16, igual que otras mujeres. En su descargo, tomó distancia de Héctor, y negó haber integrado una organización. “Con mi hermano nunca fuimos socios –dijo- él manejaba lo suyo y yo lo mío”.
Tal es así que con los acusados de Centenario afirmó que “jamás tuvo trato”. “Salvo dos personas, que no voy a dar nombres, con el resto nunca tuve manejo de estupefacientes”. Pidió perdón y misericordia por el hijo de 12 años que tiene.
Carina Domínguez, pareja de Héctor, Jéssica Montecino, hija de éste, y Yolanda Esparza Flores, la madre, están esperanzadas con ser absueltas porque creen que están sometidas al proceso sólo en función de escuchas telefónicas. No saben ni qué día, ni a qué hora, ni a quiénes vendieron droga; de acuerdo a la imputación que se les reprocha; y cuando los policías allanaron sus casas no encontraron sustancia alguna.
Empleada municipal
Aunque imputada por almacenar cocaína en su casa de la calle Perú, en Cipolletti, a Olga Jorquera, de 59 años, los policías tampoco le encontraron. Hubo sí muchas escuchas telefónicas.
Era maestranza del municipio y no tenía antecedentes. Pero el 23 de septiembre de 2011, el día de los allanamientos masivos, pasó a estar presa en la Unidad 16, junto a otras ocho imputadas.
Jorquera padece de epilepsia nerviosa desde hace muchos años. Para los médicos que la evaluaron no hay signos de simulación. Resentida por un golpe en la cabeza, después del ataque que atravesó en público, durante la última audiencia, espera con mucha angustia la sentencia.
En la cárcel de mujeres está detenida la portera de una escuela cipoleña, Irma Betanzo. Fue esposa de Héctor y fruto de esa unión nació Romina, la joven que al mes del golpe cumplió 18 años y poco después quedó detenida. “Cree que por ser la hija de”, dijo Vincenty, su abogado.
A lo largo del juicio, tanto Romina como Irma Betanzo, permanecieron en silencio. Fiofania “Ana” Ruskoff, de 27 años, la otra mujer que tuvo Montecino, tampoco quiso hablar.
De profesión peluquera, Ruskoff fue pareja de Héctor por diez años. Pasó largas audiencias llorando y, como todos, se aferra a la esperanza. Nació en Bolivia, pero tiene sangre rusa. Sin antecedentes previos, igual que Betanzo; ni hijos.
En cambio Yolanda, de 64 años, está presa en su propia casa del barrio Don Bosco y su nieta Jéssica, de 29, aunque gozaba de ese beneficio en la vivienda de sus tíos, en pleno juicio quedó firme una condena en su contra, y del arresto domiciliario pasó a la Unidad 16.
El Tribunal Federal de Roca la trasladó a una cárcel, por una sentencia a 4 años y medio de prisión, por venta de sustancia al menudeo en 2008. Vincenty, su defensor, ya apeló la medida, para que siga en pie el arresto domiciliario.
Cuando dijo sus últimas palabras frente al tribunal, la joven pidió que los jueces consideren su doble rol de madre y padre, “único sostén” de un nene de 5 años.
Carina Domínguez, de 42 años, también contó que tiene un niño de 6 con discapacidad pulmonar, que la necesita como mamá.
Sienten, además, que el proceso ha sido un castigo en sí mismo. “Si cometí errores, los estoy pagando”, dijo Romina a los jueces. Dentro de la cárcel, para los acusados que están detenidos desde hace más de dos años; y los que están en libertad, con el estigma de “narcos” en la calle, el trabajo, la escuela de sus hijos y los medios de comunicación.
Padres e hijos presos
Hay entre los imputados cipoleños un cuidador de caballos, de 56 años, que pasa sus días detenido en el Penal 5 haciendo veladores de madera y otras artesanías de tipo gauchescas. Se trata de Héctor Soto, y en su casa de la toma Martín Fierro, los policías encontraron anotaciones vinculadas a la venta de estupefacientes, con la firma de su hijo.
Él dice que no entiende por qué está preso y quiere irse. Fernando, su hijo, está con él en el Penal 5 y realiza trabajos de plomería. Con eso ayuda a su familia desde la cárcel. De 31 años y muy buenas calificaciones. Como su padre, no tiene antecedentes penales. Confía en que el tribunal no sea tan severo con él y haga lugar al planteo del defensor Matkovic. Esto es, absolución o una pena de tres años de ejecución condicional.
Daniel Alberto Reyes, de 51 años, confía en lo mismo. Le dicen Chiquito, en alusión al personaje de Olmedo. Se dedicaba a la compra y venta de vehículos. El único antecedente que tiene es no haber pagado un auto en 2000. La defensa argumentó en su caso, que lo único que quiso hacer es ayudar a un amigo (Héctor Montecino).
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