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Solidaridad de los barrios en época de cuarentena

Mujeres del 4 de Agosto hacen trabajos de costura para el hospital en el marco de la pandemia de coronavirus.

En el marco de la pandemia del nuevo coronavirus COVID-19, la solidaridad y la generosidad de la gente más humilde salió a la luz. En el barrio 4 de Agosto, como en otras poblaciones populares, la cuarentena acentuó aún más las carencias. Sin embargo, un grupo de mujeres se propuso ayudar al hospital para que pueda desarrollar sus tareas con más seguridad. Para eso, están fabricando barbijos y ahora también preparando mejoras para las batas del personal sanitario, a las que efectúan algunas costuras imprescindibles. Y todo por amor al prójimo, en un momento crucial de la época.

Las cinco vecinas empezaron a trabajar la semana pasada en la confección de los barbijos y cada una llega a fabricar hasta 20 unidades por día. Utilizan sus propias máquinas de coser y el material con que concretan su labor, telas y elásticos, lo donan otras personas generosas. El diseño ha sido aconsejado convenientemente por profesionales.

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Ahora también se dedican a la realización de costuras para batas de sanidad, que les traen desde el hospital porque están hechas de una tela firme y tienen además un material plástico. Las costureras les ponen abrojos en la espalda y preparan los puños para que puedan cerrarse bien. Además, les concretan otras costuras que ayudan a completar la seguridad.

Su trabajo es totalmente gratuito. Cada una cose en su casa, para respetar las condiciones de la cuarentena. Su esfuerzo es plenamente solidario, en un lugar donde hay mucha desocupación, falta la plata, la alimentación se vuelve escasa o está ausente directamente en algunos hogares, y el apoyo público resulta mínimo y se extraña demasiado.

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Mujeres solidarias de los barrios en época de cuarentena

Mujeres solidarias de los barrios en época de cuarentena

Carolina Díaz, referente de Barrios de Pie, es una de las mujeres que llevan adelante las labores. Hace ya un tiempo estuvo muy enferma y en el hospital la atendieron de primera, por eso su agradecimiento es profundo y no dudó, al igual que sus compañeras, en poner manos a la obra.

Eso que en el barrio la realidad es difícil. Habitado por más de 200 familias, hoy ya cuentan con un servicio eléctrico regular, pero las facturas son caras y los ingresos, para muchos, son exiguos y para algunos no existen directamente. Al drama actual se une el temor por lo que pueda acontecer en el invierno. Entonces, el consumo de luz seguramente se disparará por estufas eléctricas y caloventores. La dirigente advirtió que la ayuda del Plan Calor municipal no suele durar más de una semana y media, y el precio del bin de leña se pagaba el año pasado a no menos de 800 pesos.

Tampoco es mucho el aporte alimentario que se brinda. En su caso personal, una entrega de alimentos que recibió del Municipio contenía un aceite, paquetes de medio kilo de arvejas y lentejas y otro más de arroz. Con su marido, de oficio albañil, desocupado por la cuarentena, la familia hace malabares para vivir. Por eso cuidan "como oro" los 10.000 pesos que les corresponden por la AUH.

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