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LMCipolletti Historias del crimen

Las antenas, el anillo, una premonición y la pilcha

Los cuatro detalles clave que descubrieron los pesquisas de Homicidios y sirvieron para esclarecer cuatro crímenes atroces, dos de ellos cometidos por el Conejo Negro.

En el departamento de Seguridad Personal de la Policía del Neuquén se trabaja a destajo con cada crimen que surge. La pericia de sus efectivos ayudó a tomar decisiones clave que permitieron dar con detalles sensibles por los cuales se logró esclarecer distintos crímenes, entre ellos el de la joven cipoleña Agostina Gisfman.

El jefe de Homicidios de la Policía, Sergio Llaytuqueo, es comisario inspector y uno de los dos detectives en toda la institución.

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Su experiencia en homicidios data de 2007 y sobre sus espaldas carga más de 150 investigaciones de crímenes, sin contar muertes no violentas, suicidios y búsquedas de personas.

Hurgando en su memoria, recuperamos tres crímenes donde la experticia y la combinación de distintas tareas investigativas del departamento de Seguridad Personal fueron cruciales para esclarecer tres homicidios atroces, dos de ellos femicidios con descarte.

En medio de las pesquisas de uno de los casos, terminaron por descubrir que uno de los asesinos había cometido dos homicidios en tres meses. Todos están tras las rejas.

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Las antenas y los perros

El femicidio de la arquitecta María Marta Toledo, oriunda de Córdoba, ocurrió el 29 de julio de 2020, en plena pandemia. Este caso se trabajó y esclareció con una celeridad asombrosa para dicha modalidad.

Cuando trascendió públicamente, la fiscalía dio a conocer que la Policía ya había encontrado el cuerpo y detenido al femicida, Fabián Lucini, que fue acusado el 30 de julio.

Diez meses después, en mayo de 2021, un jurado popular lo declaraba culpable y la pena que cumple es de prisión perpetua.

Lo interesante en este caso es cómo traccionó la investigación de Seguridad Personal, que se manejó en contacto directo con la fiscal del caso Eugenia Titanti.

A la distancia, Llaytuqueo rescata: “Fue clave la geolocalización en ese femicidio. Cuando se obtuvo el último impacto de su celular, gracias a las antenas de telefonía móvil, se pudo establecer que había sido en la zona de chacras de Centenario”.

El pesquisa explicó que las antenas marcaban que el celular de la arquitecta se había apagado en la zona de la Ruta 234 entre las calles 1 y 4, un perímetro bastante amplio para buscar.

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El lugar clave se establecía por el cruce de tres antenas, de Neuquén y Río Negro, donde había impactado el celular de la mujer.

La noche del 29, el mismo día en que las amigas de María Marta radicaron la denuncia por su desaparición, uno de los grupos de Homicidios mantuvo una reunión donde se observó la zona que arrojaban las antenas y se tomó la decisión de solicitar los perros para hacer un rastrillaje.

“Se convocó a todo el personal disponible en el departamento, que fueron con prendas para trekking. Del allanamiento al departamento de la víctima se secuestraron prendas que se le hicieron oler al perro. Arrancamos el 30 a las 9 en la calle 2, y el animal venteó un par de veces y comenzó a seguir el rastro”, detalló el detective.

Al ritmo del perro llegaron hasta la calle 1, pero el animal los llevó unos metros más adelante e ingresaron por un camino paralelo a dicha calle y por ahí fueron hasta el fondo, donde el perro se paró y comenzó a mover la cola pidiendo su recompensa. De esa manera, el perro rastreador da el aviso de que ha concluido su tarea.

Los pesquisas rastrillaron la zona, observaron una mancha de sangre, luego algo brilloso en medio de la nada y cuando se acercaron, observaron que era el cierre de la campera de María Marta, que yacía asesinada en forma brutal en el interior de un canal de riego.

En paralelo, parte de los investigadores de Homicidios analizaron las comunicaciones del número de celular de María Marta que se lo facilitaron las amigas, así fue que establecieron el vínculo con Lucini, esposo de una amiga de la arquitecta.

Lucini tenía una deuda importante que María Marta le había reclamado. Además, se descubrió que el femicida conocía ese camino paralelo en Centenario porque estaba involucrado en un supuesto desarrollo inmobiliario en ese sector de chacras.

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El anillo de medio corazón

El 14 de mayo de 2021, Agostina Gisfman fue engañada por Gustavo Chianese, quien pactó un encuentro con Juan Carlos Monsalve.

La esposa de Monsalve, Ana María Perales, fue la instigadora del crimen porque vio una foto de Agostina con su esposo en las redes y lo conminó a asesinarla.

La joven fue trasladada en camioneta hasta la zona de la meseta de Centenario, a un basural clandestino donde descartarían su cuerpo y lo prenderían fuego.

En la escena del crimen no se encontró el celular de la joven, pero se recuperó de su cuerpo un anillo con la mitad de un corazón.

Los pesquisas de Homicidios, bajo la tutela de la fiscal Eugenia Titanti, al observar que nadie reclamaba a la joven, consultaron a las provincias vecinas si tenían alguna búsqueda de personas abierta.

“Ahí surgió la denuncia de la pareja a Agustina, por lo que supimos que la chica era de Cipolletti. Cuando trajimos al novio que era el denunciante, en un femicidio se convierte en el principal sospechoso, tuvimos una charla de rutina y cuando le mostramos el anillo, él extendió su mano en la que tenía un anillo con la otra mitad del corazón y rompió en llanto”, recordó Llaytuqueo, que con la autorización fiscal del caso se trasladaron a investigar a Cipolletti.

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Del otro lado del puente se pudieron obtener ciertos nombres que luego resultarían vinculados al crimen, principalmente el de Monsalve.

“Una vez que tuvimos el celular, buscamos el impacto en distintas antenas de Cipolletti, Neuquén y Centenario”, explicó el jefe de Homicidios.

Ese trabajo fue casi quirúrgico, porque se debía pedir un rango horario de pocos minutos dado que es altísima la cantidad de impactos de celulares que hay por minuto en las antenas. “Se trabajó con los impactos de las 19:40 en una antena y de las 20:40 en otra, y se terminó repitiendo el de Monsalve”, confió el detective.

Con esos detalles, el anillo que descartaba al novio y los impactos del celular de Monsalve, se allanó la investigación. A esto se sumó una serie de medidas investigativas requeridas por la fiscal que permitieron rastrear otras líneas y terminar de armar el rompecabezas del brutal femicidio.

Hubo dos juicios por este crimen, en septiembre y octubre de 2022, debido a que uno de los jurados (se descubrió tras una investigación) escribió una amenaza en el baño que utilizaban. Esto motivó a que se paralizara todo y se realizara un segundo juicio con jurado nuevo.

En ambos juicios se ventilaron escuchas sobre cómo se pergeñó el crimen. El móvil principal fue el despecho de Perales, a lo que se sumó una deuda por drogas ya que Agostina era adicta.

El 29 de noviembre de 2022, Juan Carlos Monsalve, Claudio Monsalve, Julio Zapata y Ana María Perales fueron condenados a prisión perpetua. El entregador, Gustavo Chianese, irá 13 años a prisión.

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Una premonición y buen olfato

A Hernán Hernández casi nadie lo conoce por su nombre, su apodo incluso lo ha hecho trascender mediáticamente: Conejo Negro. El sobrenombre hace alusión a que no hay mago que lo haga trabajar. Un hombre esquivo para el trabajo, pero no para delinquir.

Es así que tras salir de la cárcel, entre enero y abril de 2022, asesinó a dos hombres, también vinculados al mundillo criminal.

Tras recuperar la libertad, el Conejo Negro se fue alojar en Centenario a la casa de un ex compañero de pabellón.

Rubén Abasto era un entrerriano bravo que estaba saliendo con una joven de la localidad y que vivió el arribo del Conejo Negro a la casa de su novio.

Largas jornadas de alcohol y sustancias comenzaron a ser cotidianas en la vida de estos personajes. El Conejo Negro advirtió que al entrerriano se le iban los papeles fácilmente y comenzó a pergeñar un plan para quedarse con la casa. Bastante traicionero el Conejo.

Entre el 15 y 20 de enero, Abasto se esfumó. La novia fue a visitarlo y el Conejo le dijo que se había vuelto a Entre Ríos. La joven notó una particularidad: su novio no volvió a atender el celular.

La madre llamó desde la provincia mesopotámica a la Policía neuquina. La mujer fue insistente y Seguridad Personal activó una de sus áreas, búsqueda de personas.

“La mujer nos dijo que su hijo no había viajado a Entre Ríos y que tenía una premonición: ‘ya no se encuentra en este plano’”, recordó Llaytuqueo a LMN.

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Personal de la Comisaría Quinta de Centenario fue a la casa de Abasto y no había encontrado nada, pero a Seguridad Personal, por intuición, algo no le cerraba.

“Nosotros volvimos a la casa de Abasto en marzo y revolvimos todo, pero no encontramos nada. La novia nos dijo que en el fondo había un pozo séptico, pero no había ni rastro del pozo”, detalló el detective.

Ahí fue donde el olfato de los policías especializados en homicidios es un extra para esclarecer estos casos.

Así fue como tomaron una pala para tratar de buscar el pozo, pero la tierra estaba dura.

Los bomberos voluntarios de Centenario dieron el pie y colaboraron para poner a disposición de los investigadores una retro, y así fue como se encontró el pozo.

Mientras más escarbaba, más prosperaba la teoría de un homicidio. En una de las paladas, apareció una manta y luego una sábana llena de sangre. A la siguiente palada, entre los dientes de la pala, asomaron pedazos del cuerpo carcomido por la cal.

La autopsia develó que Abasto había sido ultimado de un tiro en la cabeza y luego arrojado al pozo séptico, cubierto con cal y tapado. A esa altura, el Conejo Negro estaba desaparecido.

Mientras seguía la búsqueda y captura del Conejo, el 10 de abril de 2022 se produjo un homicidio en el barrio Z1. La víctima fue Jonathan Horacio Díaz Umanzor, también vinculado al ambiente delictivo, fue muerto a puñaladas en una zona baldía del barrio Z1.

Ese hecho lo estaba investigando otro de los grupos de Homicidios. En medio de las pesquisas, el Conejo Negro fue detenido y en el intercambio de información surgió que tenía la misma ropa que el autor del crimen de Díaz Umanzor.

De inmediato Llaytuqueo con los jefes de cada uno de los grupos de Homicidios que trabajaban estos casos se pusieron a visionar las cámaras que habían obtenido donde se veía a Díaz Umanzor caminando con el Conejo Negro, con el que fue a comprar droga, luego siguieron para una zona baldía y solo volvió el Conejo.

“Y fue así. Al momento de la detención tenía las mismas pilchas que cuando mató a Umanzor”, confirmó el jefe de Homicidios.

Las pesquisas terminaron demostrando que, durante el mes que estuvo prófugo, el Conejo había estado guardado en una casa del Z1 donde se relacionó con Díaz Umanzor. Es decir, el Conejo Negro no es un buen huésped.

Finalmente, lo terminaron acusando por homicidio doblemente calificado por uso de arma de fuego y por ser cometido con alevosía respecto de Abasto; y por homicidio simple en cuanto a Umanzor.

Un jurado popular lo declaró culpable el 30 de junio pasado y a fines de agosto le dictaron una condena de prisión perpetua.

En este caso fueron fundamentales la pericia de los investigadores y la interacción entre los distintos equipos de trabajo de Seguridad Personal para esclarecer dos crímenes que parecían no tener conexión.

Tras las rejas, el Conejo Negro sigue adorando a San La Muerte, a quien le rinde culto desde hace años.

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