Se las rebusca en famoso cruce y sueña con volver a ver a su hijo
Aldo, el vendedor ambulante del semáforo de Circunvalación y Ruta Chica. Cuánto saca, el cariño popular y la autocrítica como padre: "Si lee esto..."
Ya se acerca el final de otra extensa jornada laboral y Aldo Martínez -36 años- se propone salvar un día flojo en ventas aprovechando el regreso a casa de la gente. Más preocupado por no perderse “el verde” que por escuchar su oferta, un muchacho cuarentón finalmente accede a bajar el vidrio de su automóvil gris por respeto.
En el asiento de acompañante, su pareja no desvía la vista del celular. Situación oportuna para apelar a uno de los clásicos latiguillos de comerciante: “Si tenes maripositas o ruidos en la panza y pensas que es el amor, en verdad es el hambre de torta fritas, budines y alfajores…”, lanza el laburante y si bien no consigue que larguen un peso, al menos se lleva una sonrisa de ese matrimonio que sigue camino rumbo a Fernández Oro.
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Así, uno por uno, se arrima a cada vehículo de la interminable fila en el eterno semáforo de Circunvalación y Ruta Chica.
En la esquina, sobre la banquina y a metros de las vías, una mesita de madera, sillita playera, heladerita azul, conservadora negra y una canasta verde conforman su humilde puesto, precedido de un inconfundible cartel que con letras oscuras avisa que hay “tortas fritas” al paso.
Con intermitencias, como sus ventas, este personaje nos va contando por partes su historia hasta que vuelva a ponerse en rojo y haya que esperarlo otro ratito.
Hay que armarse de paciencia, como la que tiene habitualmente Aldo para ganarse el mango. “Desde los 7 años que ando con la venta ambulante. Me gusta, lo hice siempre. Empecé en la calle, lustré zapatos, estuve en lavaderos de autos, fui mozo pero siempre volví a las ventas callejeras”, comenta a LMC en el mediodía cipoleño.
Nombra a Dios con insistencia. Considera “hermanos en Cristo” a sus amigos y socios Luis Fuentes y hermana Daiana Morales, un matrimonio de evangélicos al igual que él con el que: “vamos siempre a la iglesia”.
“Elaboramos los productos con ellos. Trabajamos en conjunto, ellos cocinan y yo vendo. Aparte tratamos de llevar la palabra de Dios porque pasan muchas almas”, expresa y le grita en tono jocoso al camionero que le compró unas tortitas “¡a la vuelta del viaje contame que tal estaban maestro!”.
Precios y recaudación
En un país donde todo aumenta, Aldo trata de no desubicarse con los valores de sus productos. “Las tortas fritas las mantengo a $ 1200 la docena y $ 700 la media, los alfajores 6 por $ 1200 y budines $ 1600 cada uno”, revela.
En cuanto a las ganancias, admite que un día favorable recauda alrededor de “8 ó 10 luquitas pero de ahí hay que descontar los costos y dividir la plata”.
“Se vende con la ayuda de Dios. Es como el sube y baja, hay días buenos, malos e intermedios pero la gente ayuda. No te olvides que estoy desde las 8 a las17 o 18, todo el día trabajando”.
Luego destaca la buena onda “general” de la gente, le compren o no sus alimentos: “Gracias a Dios pasan buenas buenas personas por acá. Saludan, dan palabras de ánimo y yo trato de devolverles con creces con lo que ofrezco, siempre de buena calidad”.
Además resalta la sana “convivencia” con los otros vendedores, algo que le adjudica a “los códigos de la calle”. “Todos los de acá los tenemos y se respeta siempre eso”, asegura y en un ejemplo de ello bromea con un colega que está del otro lado de la ruta.
Ni siquiera la permanente rotación de "buscas" en el lugar altera la armonía según sus palabras. “También déjame agradecerle a la Muni, por suerte nos permiten ganarnos el pan de cada día en forma digna”, celebra.
Autocrítica y sueño de padre
En el pasaje más duro de la charla, reconoce que “tengo un hijo, Joaquín, de 12 años, que vive con su mamá y al que no veo hace un tiempo. Si lee esta nota le mando un gran abrazo y saludos…”.
Consultado por ese sensible tema, ahonda en detalles. “Espero poder arreglar ese vínculo, sueño con volver a verlo. Es culpa mía que se haya enojado por no ir a verlo. Con mi señora también estuve flojo porque no me acerqué, capaz que al no poder pasar la mantención por no disponer de los recursos, me dio cosa y fallé. Pero trato de ser buena persona, la gente me quiere porque no tengo maldad. Soy autocrítico, espero resolver esos temas pendientes con ellos, trabajando duro y parejo sé que lo lograré”.
Aldo Martínez, el vendedor ambulante de Circunvalación y Ruta Chica no la tiene fácil en ningún sentido pero “intento pelearla cada día con lo que puedo y progresar”.
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