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Bicicletería Henry, tradición y un corazón gigante: "No dejamos a pata a nadie"

De cortar la calle para regalar bicicletas a crear la pista de bicicross para "sacar a los chicos de la calle". Uno de los locales más populares de Cipolletti. Recuerdos y anécdotas.

Decir Bicicletería Henry es decir barrio San Pablo. Es, también, sinónimo de Cipolletti. Es ese nene que desborda de alegría por tener su primera bici. Es ese jubilado que la sigue remando y pasa a emparchar una rueda pinchada. Es esa estudiante que camino a la facu carga aire por la módica suma de $ 100. Es ese señor que ingresa con una “todo terreno” ya baqueteada y reconoce en voz alta: “¡La verdad que salió buena está Henry, la compré hace 30 años acá..!”.

Henry en verdad se llama Cristian (45 años) pero heredó el apodo de su recordado papá, Enrique García, quien soñó y concretó el proyecto del negocio propio junto a su incondicional Marita (72), muy estimada por la clientela, que pese a los achaques de salud continúa presente en el histórico recinto de Roca e Independencia.

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Se trata de uno de los comercios con mayor tradición y popularidad de la ciudad. Reconocido por haber sido pioneros en el rubro del “bicicross”, pista incluida, pero también por la calidez y sensibilidad social de sus dueños, que siempre intentan conservar precios accesibles y tender una mano: “acá nunca dejamos a pata a nadie”, señala con una sonrisa la mujer que pasó una vida en un lugar que conserva su esencia y fisonomía.

Es como ingresar en el túnel del tiempo y a más de un vecino se le pianta un lagrimón por tantos recuerdos al entrar allí.

“¿Qué significa este negocio para mí? Todo porque me he criado acá. Mis padres estuvieron desde mucho antes con uno de ramos generales. Y con mi marido empezamos tiempo después con la bicicletería. La mayor parte de nuestras horas la pasamos aquí”, evoca Marita mientras su hijo se encarga del centrado de una goma.

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Cuando regalaban bicicletas en los festivales

Si algo los caracterizó siempre fue la solidaridad. Es toda una hermosa cadena fraternal: muchos de los clientes a la vez son vecinos, los vecinos son amigos, y los amigos son hermanos para ellos. Por eso, a la hora de revivir el hermoso pasado, lo primero que viene a la mente son aquellos “festivales en la puerta, en los que regalábamos bicicletas y hacíamos sorteos para el Día del Niño”.

“Además le pedíamos a las personas que llevaran un juguete y lo pusieran en un contenedor. En una ocasión juntamos 1000 juguetes que entregamos a la Comisión del Club de Leones. Se asociaban comerciantes y nos daban una mano, pero era todo gratis”, agrega sobre aquella obra de bien.

Otra cosa que añora son “las bicicleteadas que organizábamos, se sumaba todo el mundo”.

Anécdota de la pista de bicicross inundada intencionalmente…

“Mi marido, que murió hace 9 años, era el que andaba en la calle, fue el que impuso el bicicross con mucho sacrificio y armó la pista en el barrio Brentana. Sacaba a muchos chicos de la calle, era un terreno abierto a disposición de los jóvenes, todo tierra. Los domingos hacíamos los campeonatos allí. Resulta que parece que algún vecino se enojaba porque había mucho ruido y se dedicaban a inundarla… Así que junto a otros amigos los sábados a la noche andábamos con tarritos y baldecitos meta sacar agua para tener la pista en condiciones para el show del domingo”, cuenta la anécdota la buena de Marita y la nostalgia la embarga.

“Pero en general son recuerdos muy bonitos. Haber sido solidarios juntado a la familia tuvo su recompensa. Muchos clientes han fallecido pero también hay chicos que vienen. Hemos vivido cosas inolvidables”, resume la señora que tiene “problemas en la vista” pero sigue firme allí, como toda la vida.

Henry, querido y bonachón

Ahí está el popular Henry, reparando un manubrio. Los arreglitos son el fuerte de hoy en día donde cuesta traer para la venta en cantidad por los costos y la crisis (igual hay en stock). Allí lo encontramos, en esa pequeña empresa familiar por la que “siento orgullo y lo mismo por mis viejos que iniciaron todo esto”.

Creció entre bicicletas, infladores y, como no podía ser de otra manera, continuó con la posta que dejó su viejo. Soltero, tiene una hermana que eligió su propio camino pero son muy unidos.

El también asegura que “era hermoso cuando cortábamos las calles también para el Día del Padre, de la Madre y venía todo el barrio. Poníamos escenarios, eventos musicales, regalábamos de todo cuando se podía. Era una fiesta, eso me marcó”.

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No son tiempos fáciles los que corren a nivel económico. Y menos para los emprendedores de barrio. “Cuesta mantenerse, ha bajado la venta pero tratamos de continuar adelante”, reconoce y lamenta el tema de la inseguridad, con delincuentes que tienen al rubro como blanco predilecto.

“Hemos sufrido dos entraderas nocturnas. Y una tercera vez que gracias Dios los vecinos espantaron a los chorros y zafamos”, repasa el triste dato.

Todo sube pero en lo de Henry no se nota la inflación. “La emparchada cuesta $ 500 e inflar las gomas, que ahora se le dice ‘servicio de aire’, $ 100”, precisa este amable comerciante.

Destaca la lealtad de los clientes (“muchos vienen de lejos, hemos tenido hasta de Tierra del Fuego por ser pioneros en bicicross en la Patagonia)”, algo que va “de generación en generación” y dice sentirse “muy reconocidos, no hay plata que pague eso”.

Junto a su madre, se despiden con un mensaje de gratitud: “Agracederle a todo Cipolletti, a amigos, conocidos, vecinos. Y ojalá que sigamos por muchos años más en este lugar”.

Henry y Marita jamás te bicicletean. Con viento a favor o en contra, van para adelante con su pequeño negocio y su gigante corazón. Por eso perduraron y llegaron lejos…

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